A la defensiva
Opinión

A la defensiva

Hace rato perdimos la iniciativa y nos replegamos a la defensiva suicida en una guerra con muchos maleantes y un identificador común

Por:
febrero 17, 2020
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Este tal paro, que sí existe y va lejos de terminar cuando se escriben estas líneas, demuestra, que somos un país, y tenemos un gobierno, unas instituciones, un ejército y una policía a la defensiva.

Después se la evacuación gloriosa de Dunkerque, dijo Churchill que había sido gloriosa, pero que con evacuaciones no se ganaba una guerra. A la defensiva, tampoco se ha ganado una. El que tiene la iniciativa gana.

Cuando estalla un oleoducto, acuden las tropas para que ingenieros muy capaces remienden el tubo y paren los vertimientos; cuando atraviesan un camión o un bus con explosivos en una carretera, la división Vulcano, o como se llame, manda hombres para que desactiven la bomba y restablezcan el tráfico; cuando hay una masacre, uno o dos días después se levantan los cadáveres y se promete que se perseguirán los asesinos; cuando hay un desplazamiento forzado, el Ejército pregunta, si ha quedado a quién preguntarle, con cuáles amenazas desplazaron a los que se fueron. Que llegan, llegan, pero como decía un escritor muy serio, como los policías de la ópera bufa, demasiado tarde.

Ya nos hemos olvidado de las épocas en que nuestros hombres perseguían los bandidos, los alcanzaban y reducían o daban de baja. Nos olvidamos de los bombardeos, porque en el último murieron adolescentes que cargados de fusiles seguían un maldito guerrillero narcotraficante. Todo eso ya pasó. Estamos a la defensiva.

Como ahora. Si alguien se atreve por una carretera prohibida y lo paran, lo despojan y le queman el vehículo en que iba, tiene el consuelo de que horas más tarde tendrá a su lado la gente nuestra, la que no evitó el daño pero ahora lo llevará, en camiones muy dudosos, a su sitio de destino o a cualquier parte.

Este es el hecho capital del momento. Hace rato perdimos la iniciativa y nos replegamos en una defensiva cobarde y suicida.

Esta circunstancia monstruosa, que nos acerca al abismo más profundo en que estuviéramos nunca, parece pasar desapercibida.

La cuestión es dramática, y sencilla como los peores dramas suelen ser. Y se debe, como también casi siempre ocurre, a que el que se repliega no tiene un plan, ni fe para acometerlo, ni ganas de arriesgar algo para ejecutarlo. Está perdido en el mundo.

Tenga la iniciativa usted, amigo querido, para preguntar contra quién peleamos, y le contestarán, seguro, que contra las disidencias de las Farc; o contra el insolente ELN; o contra el sanguinario EPL; o contra los Pelusos; o contra el cartel de Sinaloa; o contra cualquier grupo que le salte a la mente. Y nada de eso se dice con convicción, porque no es cierto.

Todos esos maleantes, con brazalete o sin él, con buena o mala organización, siguiendo o no una estrategia y acomodado o no a una táctica, tiene un denominador, una característica, esencial, un rumbo conocido: son narcos, trafican cocaína y otras drogas, se enriquecen fabulosamente, y a punta de dinero, de inmensa cantidad de dinero, de armas y altas complicidades, se tomaron el país.

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El nombre del juego es la cocaína y nada se hace para tomar la iniciativa, que en épocas no muy antiguas de Álvaro Uribe Vélez, era nuestra

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Cuando hace un año los indígenas bloquearon durante un mes la carretera Panamericana, orientados, azuzados, dirigidos por las mafias del Cauca, no tenían maldita gana de que les dieran esto o aquello para volver a sus casas vacías, a sus plantíos abandonados. Estaban allá, el la mitad de la carretera, cumpliendo una consigna bajo pena de muerte. Y los que dirigieron ese desastre se morían de la risa cuando el gobierno del buenazo Iván Duque hablaba o se dejaba hablar de la “cuestión indígena”.

El nombre del juego es la cocaína y nada se hace para tomar la iniciativa, que en épocas no muy antiguas de Álvaro Uribe Vélez, era nuestra.

Y la cocaína se derrota con fumigación aérea, con bombardeos cuando son menester, quitándole las ganancias a los del negocio y por qué no, sin vacilaciones, despachando a los Estados Unidos en extradición a los que le han metido droga al gigante. No haga usted eso y verá multiplicados los grupos, acrecentada su arrogancia,  incontenibles los torrentes de sangre inocente.

El que libra la guerra que no es, irremisiblemente la pierde.

Al ELN le importa una higa que la gente se levante a trabajar o se quede encerrada en su casa. Lo que le importa son sus cocales, sus rutas, sus exportaciones de droga, sus ventas de acá. Lo que le importa es su tajada en el segundo negocio más grande del mundo después del petróleo.

Mientras eso no se entienda, seguirán abiertas las mesas de diálogo con los comunistas que aprovechan nuestra idiotez, nuestra confusión, nuestra orfandad. Ellos nos quieren convertidos en otra Venezuela, que los carteles de la droga han contribuido tan eficazmente a robar, a humillar, a volver añicos. Y para eso, también andan a la ofensiva.

 

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