La mujer acercó a mí y en voz baja preguntó: ¿Ud. para quién toma esas fotos?, ¿O para qué? ¿Son para usted o las publica en alguna parte?
Le dije que eran para mí; pero que algunos medios de comunicación de vez en cuando publicaban mis textos que yo acompañaba con esas fotografías…
Ah; que bien…entonces quiero mostrarle una cosa, dijo la dama.
-Yo grito- le dije para poner una nota de humor a la conversación.
De verdad, quiero que vamos dos cuadras arriba, me dijo señalando la calle yo le muestro la triste condición en la que está la casa de Tejadita… ¿usted sabe quien era él?
Sí, señora, le respondí –vamos y me muestra.
Así comenzó esta historia que les voy a compartir.
Hernando Tejada Sáenz, quien fuera escultor y pintor pereirano, pero amado y amante de Cali, dejó como legado muchas obras, pero la de más recordación es “El Gato del Río”, convertida en ícono de la ciudad.
“Tejadita” como todos le nombraban, desarrolló gran parte de su actividad artística en Cali, no solo como pintor sino que también, en la capital del Valle, dio vida a las mujeres talladas en madera que además de objetos de arte, podrían ser utilitarias.
De su magín que amaba la picardía y sus manos constructoras surgieron “Abigail, la mujer atril”; “Teresa la mujer mesa”; “Sacramento la mujer asiento”; “Isadora la lechuza mecedora” y “Estefanía la mujer telefonía”.
También fueron famosos los manglares que Tejadita realizó buscando crear conciencia sobre la importancia de la naturaleza.
Tejadita regaló a la ciudad su famoso gato que fue colocado en la Avenida del Río e inaugurado el 3 de julio de 1966; luego, un dios moderno, pensó que no era bueno que el gato de Tejadita estuviera solo en esa soledad de la orilla del río y diez años después fueron apareciendo colialzadas e insinuantes las gatas del río, o como se llamaron entonces: “las novias del gato”.
Artistas de renombre intervinieron las gatas recién llegadas y fue así como Diego Pombo; María Teresa Negreiros; Lucy Tejada, hermana de Tejadita; José Horacio Martínez; Omar Rayo; y otros artistas más, vistieron de colores a las gatas del rio y desde ese momento “El gato de tejadita” como también se le llama al monumento no volvió a estar solo.
Esbeltas, coloridas, coquetas, con nombres poéticos: Anabella, la gata superestrella; Yara, la diosa de las aguas; Gachuza, son entre otras las amantes del Gato del Rio, obra del pintor y escultor Hernando Tejada. El lugar es hoy sitio de referencia para propios y visitantes.
El Gato del Río mide 3,5 metros de altura, pesa tres toneladas y fue fundido en Bogotá en el taller de Rafael Franco. Dicen los que a todo le ponen precio que costó 30 millones de pesos.
También aseguran que el maestro quiso ubicar la escultura de su gato en un punto intermedio entre su casa en el barrio El Peñón y su taller que estaba en Normandía.
Pero lo que hoy duele, lo que uno como ciudadano del común no entiende, es que la que fuera su casa por años, hoy se muere de olvido y el deterioro comienza a notarse en su estructura.
Las paredes cuentan de abandono y soledad y el número 4-146 O, en el barrio El Peñón señala el punto exacto donde Hernando Tejada vivió intensamente su oficio de artista y de creador y hoy, no se sabe porqué, el tiempo la está destruyendo, ya que desde aquel 1 de junio de 1998 cuando su corazón se negó a viajar más por el mundo de la creatividad, en una ciudad que decía amarle y a la que él le dio gran parte de su talento, a su casa, la tumba el olvido….