Les puede parecer un sueño, pero no es así. Suecia cerró hace diez años cuatro de ellas por falta de delincuentes. Y se pudo hacer porque su gente no delinque; nadie muere de hambre, ni los desplazan, ni los despojan de sus predios; porque todos estudian —es obligatorio y gratuito—, tienen formación artística desde la infancia, recreación y esparcimiento. Así es bastante difícil que se forjen delincuentes de alta peligrosidad, por millares, como sucede en Colombia. En todas las esferas...
Tenemos 140 establecimientos carcelarios, antros de crimen organizado al interior de los mismos. En algunos conviven hasta 8000 detenidos (La Modelo en Bogotá), donde podrían albergar a 3000. Pésimamente acomodados.
Pero hay ciertas semejanzas con los escandinavos. Algunos de nuestros convictos tienen mesa de billar, acceso al celular, TV cable, pantallas planas, computadores, licores, armas y prostitución al gusto. Porque hemos alcanzado el máximo grado de bajeza moral. Todo se compra con dinero mal habido (no solo en las cárceles) y se lucra todo el estamento carcelario. Lo digo con conocimiento de causa por amigos médicos trabajando en penales desde hace más de 30 años y lo podrían aseverar sin reparos. No son calumnias, ni mentiras.
Los suecos tienen 50 cárceles, abiertas, con máximo 100 individuos en cada localidad, y nunca están llenas, porque repito, es gente culta, civilizada, educada. Las fugas allá no llegan al 2 % , menos que en las nuestras, con barrotes, alambre de púas por todas partes y muros de 15 metros de altura.
Los suecos convictos trabajan dentro y fuera de estas instituciones, más parecidas a colegios o universidades: tienen recreación, trato digno, espacios confortables, habitaciones individuales, calefacción, bibliotecas, visitas a cualquier hora, excepto los sábados. Sin requisas ni marcas al ingreso, ni exámenes genitales abusivos y degradantes como sucede a nuestras mujeres que quieren ver a sus familiares privados de la libertad; sin colas ni aglomeraciones y las visitas conyugales son de cuatro horas, no como en nuestro triste caso, que son de 15 minutos. Algunos pueden convivir con su esposa e hijos.
Estocolmo es una ciudad en donde se transita con seguridad, de día como de noche, no atracan ni violan, o es algo bien excepcional. Si a una persona se le cae la billetera y alguien lo nota, la recoge y la alcanza para entregársela. En Colombia primero le sacan la plata y después escudriñan entre documentos buscando algún número telefónico para llamar al dueño y exigirle recompensa. Si no logran la comisión, botan cartera y papeles a la basura.
Suecia tiene unos 10 millones de habitantes en un territorio de 450.ooo km2, con inviernos inclementes hasta de seis meses. Siempre está en los primeros diez puestos del índice de desarrollo humano de los informes de la ONU. Tasas de homicidio de las más bajas del mundo: 0,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, en comparación al promedio latinoamericano de 25. Entre 2011 y 2012, la tasa de crimen en Suecia se incrementó (principalmente en crímenes relacionados con drogas, fraude y asaltos), las cárceles se están cerrando. Hoy hay poco más de 4000 reclusos, después de diez años cuando se cerraron las de Åby, Håja, Båtshagen, Kristianstad y un centro de detención.
La explicación es que los suecos tienen centros de rehabilitación. No piensan en castigo. Los convictos son privados de su libertad. Y esa es una pena más que suficiente. Los cambios en el sistema de justicia criminal promocionan la corta estancia para delitos relacionados con drogas, políticamente inconcebible para algunos, pero con resultados evidentemente positivos.
Las cárceles suecas son lugares dignos de admiración con respecto a las de Estados Unidos y América Latina. No hay sobrepoblación o hacinamiento, las sentencias raramente exceden los diez años. La reincidencia es de las más bajas del mundo: del 25-40 % vuelven a prisión entre el primer y tercer año cumplida su condena. En Estados Unidos, más del 70 % de los reclusos reincidieron dentro de los tres primeros años. Y en Colombia delinquen desde el sitio de reclusión de manera vergonzante. Nunca paran.
El sistema penitenciario sueco está pensado para evitar encarcelación cada vez que sea posible. Se implementó el monitoreo electrónico, sentencias en servicios comunitarios y libertad condicional, entre otras medidas hace más de 20 años.
Sería injusto comparar la situación sueca de bienestar general, su nivel de vida, con la inseguridad, el atraso, el hambre y la violencia en Colombia, que son endémicas. Pero si pudiésemos mejorar las condiciones generales de vida, se debería replicar la experiencia nórdica:
Condenas cortas y reintegro de los reclusos a la sociedad.
Tratamiento para adictos a las drogas y al alcohol.
Estudio y trabajo durante la sentencia.
El brazalete electrónico hasta hoy en Colombia ha sido desalentador, por varios factores, entre otros la justicia selectiva e inoperante frente al poder del dinero y las influencias de todo género: políticas, intimidación, miedo, chantaje, soborno.
Podríamos preguntarnos si estas condiciones de lujo de las prisiones en Suecia son exclusivas.
La respuesta es no, porque en Noruega son mejores aún. Esperemos que algún día Colombia salga de este atraso y subdesarrollo infamante en que vivimos, como para poder aspirar a mejorar las condiciones infrahumanas de los 140.000 reclusos actuales. Pero antes tenemos que preocuparnos por el 43 % de la población colombiana viviendo en pobreza, con menos de un dólar diario.