Se cumplió el primer año de gobierno de Iván Duque y para la mayoría de colombianos este ha dejado cierta insatisfacción que no parece que vaya a cambiar en el futuro cercano.
Para empezar, un gabinete que deja pensando a muchos en la idoneidad de quienes desempeñan los diferentes cargos, las "leguleyadas" que se han tramitado en el Congreso, las cifras de desempleo y el desgaste del tema de Venezuela.
Eso sin contar los constantes viajes al exterior con grandes comitivas, que han creado una imagen de un gobierno sin norte entre los que cuestionan su gestión. Cabe mencionar también sus promesas incumplidas como el no fracking, la lucha contra la corrupción y la de no subir impuestos.
A pesar de eso hay quienes defienden su gestión, pero a veces sus argumentos no convencen del todo pues hablan de cifras y datos que se pueden controvertir. Por ejemplo, los números de los informes de hectáreas de coca que entrega la ONU no se parecen a los del gobierno, las cifras de crecimiento económico difieren de las del Banco de la República y los datos imprecisos del censo del Dane.
Es aquí donde empieza el "espejo retrovisor" y es que, según dicen, al presidente Duque le fue entregado el país en una "total" ruina y la culpa de no poder avanzar en los requerimientos que necesita el país es de Juan Manuel Santos. Culpar al otro es lo más fácil, pero asumir las responsabilidades no desacredita el trabajo realizado.
Además, otra forma de defenderlo es justificar lo malo con lo peor y decir que al menos nos salvamos de la figura castrochavista de Petro en la presidencia. Esa es una postura muy vacía para desdibujar la mediocre gestión del gobierno Duque en su primer año de balance.
No sigamos propiciando la falta gobernabilidad. Si los políticos asumen un papel es deber de nosotros exigir que cumplan con su trabajo aunque no hayamos votado por ellos y aún más quienes dieron su confianza en las urnas. Ellos deben exigir porque esa posición tan débil y tibia da pie a que nos sigan faltando al respeto y se pierda la confianza en las instituciones, como ya es normal desde hace ya varias décadas. Los elegidos deben ratificar su autoridad con su palabra y la palabra de Iván Duque hasta ahora carece de verbos; ejecutar, organizar y dirigir hacen falta en su día a día, no basta con ser el sustantivo de Uribe.
No espero que a este gobierno le vaya mal, porque significa que nos iría mal a todos, pero quiero que aquellos que respaldaron su programa de gobierno sepan que digerir y asimilar las críticas, no todas son con odio, hace parte de eso que llaman democracia, el arte de tomar todas las ideas aunque sean de las minorías y forjarlas en beneficio de todo ciudadano. Entonces así el político tendrá derecho a ser reconocido por su buena gestión.