¿A dónde se fueron los valores?
Opinión

¿A dónde se fueron los valores?

Por:
julio 21, 2013
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“En una reacción química, la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma.”
Antoine Lavoisier

No vamos a hablar de los valores en Interbolsa, ni de las fluctuaciones de los mercados. Si eso es lo importante para usted, cambie de artículo.

Si usted es mujer y le ha sido infiel a su esposo, ¿la lapidación es correcta? Usted es un mortal y seres mitológicos lo condenan a castigos insoportables, ¿es su destino? Si usted es profesor de filosofía y lo obligan a envenenarse por enseñar el pensamiento crítico, ¿muere con gusto? Si aborígenes que no creen en el dios cristiano, ¿los convierte a la fe católica a las patadas? Si usted es judío, ¿reniega de su fe para sobrevivir? Si usted no es virgen, ¿es el deshonor de su familia? Si usted es homosexual, ¿es menos digno? Si usted es mujer, ¿su fin es procrear? ¿El fin justifica los medios y el deber del gobernante es no dejarse tumbar?

Preguntas que se han hecho a través de los tiempos, cuyas respuestas han sido respondidas bajo un conjunto de valores, costumbres, normas, leyes, creencias, ideologías, fanatismos. En nuestros días muchas de estos dilemas no se plantean, al menos en público. En nuestra civilización el adulterio se resuelve con divorcio, el honor de la familia ya no está situado en el himen de las hijas —aplazar el “gustico” es una opción personal—, las mujeres estudian y trabajan, hay —en teoría—, libertad de cultos y de expresión. Los gobernantes son cuestionados si no cumplen las leyes y los pueblos rechazan las dictaduras, las tiranías.

¿Qué son los valores? Son aquellas cosas que son realmente importantes. Que son convenientes, preferibles. Valiosas, vitales. Tienen que ver con lo que está bien hacer y con lo que no se debe hacer a ningún precio. En lo personal y en lo colectivo. Orientan hacia lo que todo el mundo quiere: que la vida sea sagrada —en Colombia, el derecho a la vida es evitar que nos maten—, que las instituciones cumplan su función. Que haya paz. Eso no son derechos: son la finalidad del Estado. Vivir dignamente, que no nos roben, que tengamos acceso al trabajo, a la salud, a la educación. Garantía de nuestro deseo de buscar la felicidad. Que las iglesias no impongan los valores, sino que estos provengan del fondo de la conciencia. Con hay muchas cosas en común: no matarás, no robarás, no mentirás, no jurarás en falso…

Se cree que al hablar de valores, de ética, de moral, se habla de sexo. El cristianismo medieval predicaba la negación del cuerpo. Nuestra cultura judeo-cristiana niega el placer, olvida que el ser humano está hecho para el goce. El Procurador debería saberlo.

Para los individuos, nuestros valores dependen de la educación, personalidad, tradiciones, creencias, miedos, carencias, esperanzas, gustos. También del lugar, la época, la familia, las condiciones y la cultura en que han transcurrido nuestras vidas. Hacemos juicios de valor cada vez que calificamos acciones o cosas como buenas o malas, correctas o incorrectas, obligatorias o permitidas. Describimos intereses y puntos de vista, de acuerdo con nuestra íntima percepción de lo correcto. Juicios de valor que descalifican al otro.

En lo colectivo, la cosa es peliaguda. Porque se necesita “poner de acuerdo a veinte micos para una foto”. Romper esquemas personales arraigados por valores inculcados en el pasado no es fácil. Somos reacios a los cambios por comodidad. Los cambios nos obligan a adaptarnos, a pensar. No queremos eso. Los consensos nos incomodan. El individualismo heredado de la Modernidad nos dice que todo es relativo, que todo vale. Que el desarrollo de la libre personalidad prima sobre lo comunitario.

Para una vida armoniosa, encontrar un horizonte de vida en común que lleve a acuerdos en lo fundamental, en lo valioso, conciliando la vida privada con la pública es prioritario. Porque siguen siendo valores importantes para la gran mayoría la justicia, la honestidad, la pertenencia, el reconocimiento, el respeto, la lealtad, la responsabilidad, la sinceridad, la tolerancia, la solidaridad, la compasión, el rechazo a la corrupción, a la codicia, al poder ilimitado.

Los valores cambian en un proceso evolutivo, como nosotros mismos. ¿En verdad queremos volver al pasado? ¿A tener quince años y la cara llena de granos? ¿A obedecer ciegamente a nuestros padres? ¿A callarnos cuando los gobernantes no cumplen las expectativas? ¿A bailar al ritmo de los demás? Hemos constatado, que con el correr de los años, nuestros gustos han cambiado.

El día a día nos lleva a repensar nuestras nostalgias. A vivir el presente. Crear futuro. Re-crear los valores comunes y saber que todo cambia. Obligarnos a pensar que los valores no se destruyen, se transforman.

“Cambia lo superficial, cambia también lo profundo. Todo cambia”, Julio Numhauser

Para los nostálgicos:

 

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