El encierro nos está generando muchas sensaciones incómodas, quizá una recurrente es el sentimiento de frustración o fracaso. Posiblemente hacer oficio sea una de las causas.
Quizá la primera frustración se da por no poder cumplir las enormes metas que nos solemos poner, dado que “tendremos tiempo” de sobra en casa por el aislamiento. Pero otra gran frustración le ha surgido a las personas que antes no hacían oficio en la casa y ahora les ha tocado hacerlo, pues antes era una labor exclusiva de las/os amos de casa o empleadas domésticas. ¿Por qué genera frustración o fastidio hacer oficio?
No es un mero tema de “pereza” como se suele pensar. Las labores domésticas han sido históricamente despreciadas, relegadas a las personas que no tienen estudio, que son pobres o a las mujeres. En muchas familias es inconcebible que un niño lave la losa o el baño, pues se considera una labor menos importante que otras como estudiar o simplemente porque es una labor despreciable. Incluso, el oficio es usado como castigo cuando el niño hace algo reprochable, por lo que desde niños crecemos pensando que el oficio no solo es despreciable, sino que es un castigo.
Además, el capitalismo nos ha metido en una competencia por tener dinero y estatus, entre más tengamos se supone que mejor debemos sentirnos, así el oficio es visto como algo que resta todos los puntos en esa voraz competencia.
Vivimos en una sociedad aporofóbica, es decir, con miedo o repulsión a la pobreza, miedo fundado en esa competencia por el éxito económico, de modo que si algo nos hace sentir que somos pobres o que estamos haciendo cosas que hacen los pobres, como hacer oficio, sentimos que estamos fracasando y consciente o inconscientemente la aporofobia se apodera de nosotros y nos puede llevar a estados de ánimo bastante alterados. Quizá ese sea uno de los orígenes del llamado arribismo.
El aislamiento nos ha puesto de frente con todos esos miedos y sentimientos negativos alrededor de hacer oficio, lo cual trae a su vez conflictividad en las familias, pues nadie quiere las labores domésticas, unos sienten que se recarga el oficio y otros no hacen nada. Por todo esto, es una buena oportunidad para reivindicar esta labor e incluso, ¡llegar a disfrutarla!
Evidentemente no podemos cambiar nuestra psiquis para eliminar la aporofobia, los sentimientos negativos que tenemos desde niños por el oficio o el machismo de pensar que son las mujeres las encargadas del oficio, pero si llegamos a ser conscientes del origen de la frustración, podemos ir cambiando poco a poco esas visiones erradas de las labores domésticas. Al menos podemos ir identificando cuáles oficios nos disgustan menos y ese puede ser un inicio.
Hagamos que los niños encuentren juego y diversión haciendo el oficio que puedan según su edad. Nosotros, como adultos, encontremos el placer de la autosuficiencia doméstica (que tanto extrañaremos cuando seamos viejos y no podamos valernos por nosotros mismos) y disfrutemos de una casa limpia y ordenada. Aprovechemos una lavada de losa, por ejemplo, para pensar profundamente en nuestros problemas o alegrías. Pongamos nuestra música favorita mientras trapeamos los pisos (no hay mejor ejercicio que trapear bailando), ¡disfrutemos hacer oficio!