Dijo ya vengo y nunca volvió. No tuvo siquiera la decencia de decir lo que dicen todos, que van a la esquina por cigarrillos o al café de la vuelta a tomar una copa. No, él no tuvo ese gesto decente y solo dijo ya vengo. Y nunca volvió. De él nada se sabe. Lo único que quiere Florencia es que lo parta un rayo, que se lo haya llevado la guerrilla en cualquier retén, o que lo tengan los paramilitares recogiendo plátano, cualquier banda de robabancos que pida por su puesta en libertad cinco millones de euros, o que ande ayudando a los camellos en Nueva Escocia en el acople con las hembras o en Camerún buscando hormigas culonas, todo, que esté muerto en cualquier esquina, cualquier cosa menos que lo haya atrapado una de esas fieras con todo falso, con tetas falsas y labios hinchados, caderas prominentes y tobillos de silicona. Ruega a Dios no pasar por esa vergüenza.
A Dios rogando
Lo no correspondido a veces se vive en la penumbra y oscuridad. Otro texto de nuestro escritor Manuel Mejía G.