La precarización de la calidad de los medios en Colombia, tal como sucede en el resto del mundo, se ha acentuado con las adquisiciones que de ellos realizaron los emporios económicos.
Ahora no sólo adolecen de periodistas de calidad, sino que tienen empeñados sus contenidos a los intereses que fijan su política editorial.
Es lamentable haber visto pasar a Juan Lozano por RCN, abanderando la defensa del uribismo como presentador y no sólo como director.
Tampoco se salva Caracol, que siempre ha tenido contenidos que pasan de agache solo porque no incurren en el descaro de la antedicha cadena; además, las payasadas de Juan Diego Alvira demuestran que confunden informativo con reality, entretenimiento y opinómetro.
El Tiempo dejó de existir, aunque aún ostenta el valioso activo de ser el portal que más consultas convoca en el país.
Canal 1 perdió a Noticias Uno, la Red Independiente, aunque sobrevive Yamid Amat, quien en Pregunta Yamid parecía estar arrodillado defendiendo a Andrés Mayorquín y Karen Liseth Váquiro, a quienes además insistía en etiquetarlos como “doctores”.
A todas estas, la conquista del denominado cuarto poder terminó por contagiar a Semana. Allí Vicky Dávila conformó un equipo de lacayos; recurro a esa etiqueta porque degeneran la orientación y la composición de las noticias.
Bien merecido tendrán esos periodistas y comunicadores sociales, que emerjan autómatas capaces de redactar mejor su trabajo, como Wordsmith o Narrative Science.
El problema, no obstante, es que esas herramientas se alimentan de datos que son susceptibles de ser corrompidos.
Así que es momento de proteger, incluso reivindicar, a aquellos periodistas de formación o de oficio que aún se destacan porque exponen habilidades tan escasas, como el arte de saber preguntar, actitudes como la curiosidad y el atrevimiento de hacer las preguntas incómodas, a las personas que corresponde, además de valores como la ética y la independencia.
Aquí emerge la figura de Daniel Coronell. Ahora motivado por la tendencia #LeCreoACoronell, escribo desde este espacio pues no tengo cuenta de Twitter. Sin embargo, me decepciona que una dama como Vicky Dávila exponga la oscuridad que atribula a su mente, su corazón y su entorno, profiriendo tantas malas palabras en el poco espacio que le permite esa red social.
Recurrir a la falacia “ad hóminem”, revela simplemente que carece de argumentos. Literalmente escribió: “Mentira!!!! Es falso que fiscalía haya compulsado copias para que investiguen a María Andrea Nieto por sus denuncias sobre el SENA. Mentiroso, odiador, inescrupuloso, manipulador, envidioso, malvado, mala sangre, receptor profesional de filtraciones, mala persona…”.
Lo sorprendente, en cualquier caso, es que ella tenga más seguidores; 3,2M, frente a los 1,5M de Coronell. Igual, muchos de los seguidores de ella pueden ser bots; son seres humanos sin el suficiente criterio para buscar pruebas, o son personas que sólo la siguen para criticarla.
Todo esto debería hacer reflexionar a quienes hacen parte de esas redes. De momento, siento que es lo correcto decirle a Coronell que él sí tiene quién le escriba palabras amables, incluso cuando sea para solicitar una rectificación, o, en este caso, para expresarle gratitud y admiración por los constantes aciertos que ha divulgado en su periodismo de investigación: no de opinión.