Cuando desprevenidamente veíamos el noticiero de RCN el viernes 26 de agosto por la noche, y cuando vimos a Claudia Gurisatti entrevistar en directo al Comandante Nacional del Ejército Mayor, General Alberto José Mejía Ferrero, a pesar del reconocido sentimiento Uribista de la periodista de marras, creíamos que era una entrevista normal, de esas que se hacen cuando un tema nacional está en su punto más álgido. Pero, con sorpresa, poco a poco fuimos viendo que la totalidad del noticiero era la entrevista sobre el acuerdo de paz, algo en extremo inusual que se acrecentó cuando se hizo evidente que la entrevistadora, documento en mano, trataba por todos los medios de corchar al ilustre militar, muy posiblemente con el fin de hacerlo quedar mal a nivel nacional y con él a todo el ejército. Sin embargo, el hombre de armas, como un verdadero profesional, refutó uno a uno los argumentos de su cuestionadora, quien más bien que una periodista en busca de la verdad, parecía un juez dispuesto a asentar la espada de su justicia en el momento preciso.
Con su nadadito de perro y su cara de abuelo fraternal, el general poco a poco se hizo dueño de la situación, demostrando con sus respuestas que estaba al tanto de lo que se había firmado en La Habana, que conocía a fondo cada uno de los temas allí consignados y que la periodista, quien en las primeras de cambio comenzó a dudar en sus preguntas y en sus juicios, no había estudiado a fondo el libreto y eso lo aprovechó al máximo el militar para arrinconarla poco a poco, hasta lograr dejar en el auditorio la sensación de que lo pactado había sido una contundente victoria del Ejército nacional.
La periodista, a la cual confieso que admiraba por su imparcialidad demostrada en muchos casos de la vida nacional, se derrumbó como un castillo de naipes en mi conciencia, porque en todo momento demostró su férrea oposición al acuerdo de paz y en vez de tratar de demostrar con preguntas las falencias que trataba de hallar, poco a poco dejó de ser entrevistadora para dedicarse a pontificar sobre las falencias del proceso, buscando que su entrevistado tomara como ciertas sus apreciaciones, pero el General, con una sonrisa en los labios, sin ceder un ápice en sus apreciaciones, poco a poco la hizo quedar como una niña tonta dando palos de ciego sin saber a qué orilla nadar.
No tenemos ninguna trayectoria a nivel nacional ni muchos menos el bien ganado prestigio que hasta ahora tenía La Gurisatti, pero en ese noticiero- entrevista recordé una vez más los sabios consejos de otro ilustre periodista empírico que goza de buen retiro y merecida fama, Juan Gossaín, quien siempre decía que antes de tratar de demostrar nuestros sentimientos personales, como periodistas debíamos buscar la verdad ante todo, así no concordara con nuestras ideas.
La sencillez pero a su vez el profesionalismo y la calidad humana del General Mejía Ferrero, me recordó que antes que todo, los oficiales del ejército nacional son profesionales y no llegan a los altos cargos por componendas o algo por el estilo. Ellos llegan por sus capacidades demostradas, y también recordé que, como periodistas, debemos dejar a un lado nuestras propias convicciones respetando las de los contradictores y buscando en nuestro trabajo la verdad antes que todo. No podemos exponernos al ridículo tratando de desprestigiar a nuestros entrevistados, solo para tratar de demostrar que estamos en lo cierto en nuestras convicciones. Sopa y seco es lo que recibimos cuando abusamos de nuestra profesión para convencer a los demás de nuestras propias ideas.