A casi tres décadas sin Mario Moreno 'Cantinflas'

A casi tres décadas sin Mario Moreno 'Cantinflas'

Nos hizo llorar en esas escenas inolvidables y legendarias donde el niño o la pequeña mujer invocaban en su miseria el prodigio de su generosidad

Por: Pablo Emilio Obando A.
abril 21, 2022
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A casi tres décadas sin Mario Moreno 'Cantinflas'
Foto: Cortesía (telesurtv.net)

El 20 de abril de 1993 moría uno de los personajes más ilustres de la historia víctima de un cáncer de pulmón, el mismo que así mismo se proclamó, simple y sencillamente como Cantinflas. Así de sencillo: sin títulos de honor o inmerecidos pergaminos. Cantinflas, a secas, evocando a ese personaje que en blanco y negro nos hacía reír mientras conteníamos las lágrimas entre el rabillo de los ojos; pues siempre es más fácil dejar entrever una sonrisa que una lagrima, una alegría que una tristeza, o una carcajada sonora y larga que una congoja en medio de tanta cantinflada.

A su entierro acudieron miles de personas que, vestidos con pantalones caídos, chaqueta raída y un simple bigote esbozado en el rostro pretendían dar así el último homenaje de despedida a quien en vida se hizo conocer por su forma peculiar de hablar, bailar o discutir. Por esa forma simple y compleja de entremezclar en cada uno de los espectadores esa rara sensación de euforia y abatimiento.

El mismo que arrastraba una inmensa pobreza entre sus zapatos rotos, sus pantalones zurcidos hasta en los mismos remiendos o esa milenaria hambre que se volvía heroica cuando la compartía con los pobres y desheredados del mundo.

El mismo Cantinflas que para unos es simple risa y para otros el símbolo de su vida misma que se regocijaba en la miseria y en la necesidad del que nada tiene pero que siempre está dispuesto a darlo todo a los demás.

Ese Cantinflas que nos hacía llorar a hurtadillas en esas escenas inolvidables y legendarias donde el niño o la pequeña mujer invocaban en su miseria el prodigio de su generosidad.

Que extraña sensación nos dejó Cantinflas en sus discursos cuando escuchamos por toda América Latina ese discurrir de palabras que se repiten una y otra vez en aquellos personajes que ataviados de frac y corbata nada dicen para simplemente expresar que nada pueden, pero que es bueno y necesario decirlo para que sin decirlo se escuche nuevamente en las mentes y los oídos de quienes nada oyen, dicen o escuchan: “Es como si… pero mejor no… o mejor dicho para que no lo digo si lo dije… Y para que lo callo si es como si en estos instantes en que nada digo todo lo dijera… O como quien dice… El problema no es si lo digo o si lo callo porque lo mismo da si lo digo o no…. Pero es mejor decirlo que callarlo…. Aunque si lo digo es como si no lo dijera porque simplemente me lo callo para no decirlo y que ustedes luego digan que no lo dije… pero si lo dije… o es que…”.

Ese Cantinflas que en medio de parodias nos pintaba países y gobernantes que parecían sacados de una fábula para estúpidos pero que en realidad eran los mismos que habitamos y padecemos.

Ese mismo que tenía el valor de decir las cosas cuando tenía que decirlas, no porque quería decirlas sino simple y sencillamente porque esa era su manera de ser y no otra. El mismo que nos arrebataba un gesto de cólera ante las injusticias y nos hacía probar el pan dulce de la generosidad desmedida. Ese Cantinflas que con un simple mover de sus bigotes o de sus pies nos hacía desternillar de la risa.

Qué podríamos decir hoy de Cantinflas ante su ausencia. Que nos hace falta, que jamás volvimos a reír de esa manera tan peculiar y que nunca jamás nos ocurrió el milagro de otra presencia como la suya; que no debió morirse y menos de esa manera tan trágica y dolorosa. Que debió morir riendo mientras sus pulmones se consumían de tanto sonreír. Que nos dejó ese sabor agridulce de saber que en la miseria también hay poesía, que la opulencia puede ser tragedia cuando está cimentada en el dolor de las personas.

Bien lo expresabas tú de esa manera tan tuya: “por un lado es mucho, pero por otro es poco”; o ese clásico decir de “¡Ahí está el detalle! Que no es ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”. Y ante la tragedia de la vida y sus circunstancias, en medio de ese dramatismo que pintaba en sus sonrisas, como no reír ante su célebre “Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos”.

Pero también dijo, elevándose entre los hombres de su tiempo y proyectándose hasta nuestros días, que «Estamos en una era, en la que el hombre, científica y tecnológicamente... es un gigante. Pero moralmente... es un pigmeo».

Nunca supimos si era de reír o de llorar cuando en una de tus memorables escenas te respingaste el bigotico para expresar en medio de nuestras risas e iras a los Colorados “: ¿existen esas libertades en sus propios países?

Dicen defender los Derechos del proletariado, pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas, pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de gobierno que más les convenga...”.

Y cuando los verdes parecían triunfar, alzaste tu voz entre tímida y temblorosa para también decirles que “¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos?

Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos.

Pero esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social”.

Ya ves Cantinflas que contigo no se sabe si reír o llorar, si ser baladí o trascendental; si hablar de ti en términos de risa o llanto, o quizá “ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”.

Esa fue tu paradoja y tu herencia. Esa fue tu condición de hombrecito honrado en medio de tanto malhechor. Lo único que puedo decirte es que no seríamos los mismos sin ti, que nuestras vidas jamás hubiesen sido tan serias sin tantas risas tuyas, que el mundo no hubiese sido el mismo sin ti. Y ya para terminar, Cantinflas, déjame decirte que en muchas generaciones han estado presentes tus palabras, que retumban una y otra vez en nuestras mentes ante la imposibilidad de hacerlas realidad: “qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en que todos los hombres, blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos.

Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: 'Amaos... amaos los unos a los otros', pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: 'Armaos los unos contra los otros…”.

(A Cantinflas en los 29 años de su partida) Y el mundo sigue igual. O quizá, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

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