Eso es lo que sentimos los maestros cuando salimos a enseñar y también cuando salimos a protestar: amor de patria.
“Ilustrísimo” periodista, Carlos Antonio Vélez, ¿usted ha sentido alguna vez amor de patria? Espero su respuesta a esta pregunta, pero no se vaya a engañar a sí mismo.
En una manifestación descomunal de su ignorancia, usted hirió el amor propio de las pocas personas que aún tenemos conciencia y dignidad en este país. Conciencia de la que usted carece, tal vez por haber dedicado la mayor parte de su vida a ese opio moderno y alienante del pueblo: el fútbol. Dignidad que usted vendió por unos cuantos pesos.
Estoy por creer que el mundo para usted es un balón, girando a las patadas en la órbita de un rectángulo plano. Nada raro en usted, ni en quienes dedican toda una vida a dar vueltas alrededor de un balón, a espaldas de la realidad de un país como Colombia.
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Los maestros sentimos amor de Patria, porque sabemos de primera mano cuáles son las penas que aquejan a nuestro país. Todos los días salimos a su encuentro, y todos los días miramos a los ojos la angustia, la rabia, la desesperanza, la miseria, el abandono estatal, el hambre, la orfandad, la descomposición familiar y social; pero también la resistencia a la ignorancia e indiferencia de personas como usted.
Nuestros estudiantes son hijos de agricultores, mecánicos, tenderos, recicladores, albañiles, conductores, pescadores, mujeres honorables cabezas de familia. En una palabra, nuestros estudiantes son los hijos del país que usted desprecia y no conoce, y donde el Estado brilla por su ausencia. Por eso sabemos tanto de sus necesidades y de lo bien que viviéramos si los gobernantes que usted magnifica sintieran amor de patria como nosotros los maestros.
Si no son los maestros, ¿quién tiene más autoridad moral para salir a las calles a cumplir con el supremo deber social y democrático de reclamar lo que se nos ha negado en más de doscientos años de vida republicana?
Usted, a través de un micrófono y en una cabina de radio o de televisión, no sabe a quién le habla ni en qué país vive. De muros para adentro, su país es un país de fábula, un esperpento de su imaginación. El nuestro, en cambio, el de los maestros, es el país verdadero. El que camina por montes, pantanos y cañadas; o por comunas y barreras invisibles, hacia las precarias escuelas y colegios del Estado, con un solo y unánime propósito: construir un país mejor.
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A esas escuelas y colegios no creo que hayan ido a estudiar sus hijos. ¿Cuándo ha visto usted a los hijos de los ricos en escuelas o colegios públicos?, ¿y mucho menos en las universidades?, ¿usted no se ha puesto a pensar, si es que piensa, por qué no salen a protestar los estudiantes de las universidades privadas de Colombia? Muy sencillo, porque ellos viven en otro país. Es decir, en el suyo y en el de los sinvergüenzas a quienes usted les dobla la cerviz. Por eso los maestros salimos a protestar, porque nos duele la indiferencia de personas como usted.
No se dé más coces contra el mismo aguijón de su ignorancia y no culpe a los maestros del desastre de país en que vivimos. Deje de ser irresponsable y no hable de lo que no conoce. Ninguno de la clase política que usted defiende, ni siquiera usted mismo, saca dinero de su bolsillo para pagar copias, libros, alimentación y hasta uniformes, de muchos de nuestros estudiantes. ¿Es ésa una obligación de los maestros? Y, sin embargo, hay maestros que no somos capaces de dejar entrar a clase a un niño con hambre, ni mucho menos dejarlo ir así para su casa. Pero el Estado y personas como usted, sí. Eso es lo que hacemos los maestros con el dinero que nos ganamos honradamente, luchando por hacer de Colombia un país mejor.
Y para que se entere un poco más de la realidad que usted desconoce, en mi colegio aún no está en funcionamiento el restaurante escolar. Y así muchos colegios en el país. Motivo suficiente para salir a protestar. ¿Conoce usted las aulas de un colegio oficial? Pues está cordialmente invitado para que visite alguno de tantos, en esas comunas del Distrito Capital. Allí se dará cuenta de la escasez de recursos que padecen nuestros colegios oficiales, en las narices del propio presidente de la República. Por eso le pido que no se haga el de la vista gorda, porque usted ciego no es. Y no crea que nosotros nos ganamos lo que se gana usted por embrutecer al país a punta de fútbol.
¿Usted no se ha dado cuenta de que muchos futbolistas colombianos son casi analfabetas porque prefieren el atajo del fútbol al del largo pero dignificante camino de la educación? ¿Tampoco se ha dado cuenta de que los "dirigentes" que usted venera, prefieren poner un fusil en manos de nuestros jóvenes, en lugar de un libro? Ese es el tamaño de su ignorancia y por eso habla contra los maestros con la irresponsabilidad del que carece de conciencia social y humana.
Ya ve por qué los maestros tenemos amor de patria y no dolor. A la patria le duelen personas como usted, porque jamás han pisado el pantano de la miseria de quienes desprecia y por quienes salimos a protestar. Si este país tiene algo de grandeza, se la debe a la incasable lucha de los maestros y de quienes se esfuerzan día a día por no dejar que se hunda en la indiferencia y en la falta de amor de patria de personas como usted.
Salen los maestros a protestar, y todo el mundo se levanta en contra de su lucha legítima por la reivindicación del pueblo. Sale la selección Colombia a jugar un partido de fútbol, y todo el mundo se viste de amarillo agitando una bandera, pavoneando un patriotismo de ficción, que solo existe en la imaginación de quienes tienen el poder mediático de embrutecerlo cada vez más. O usted ha vivido engañado y quienes lo escuchan, o los maestros no hemos entendido el mensaje aciago de quienes nos han robado los sueños durante más de dos siglos. Pero Colombia no es un equipo de fútbol, señor Carlos Antonio Vélez. Como colombianos, tenemos el deber de apoyar a Colombia cuando sale a las calles a protestar por un país más digno y justo.
Ah, y olvidaba decirle que en Colombia hay muchos periodistas esperando una oportunidad de trabajo. Y por ellos también salimos a protestar.
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