A Brasil con vacunas
Opinión

A Brasil con vacunas

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mayo 23, 2014
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Cada día quedamos menos de quienes nos tocó vivir la última epidemia global de polio a mediados del siglo pasado. Éramos niños los que hoy la recordamos pero no podemos olvidar el miedo inexplicable de nuestros padres y la prohibición a ir a piscinas, fiestas infantiles o hasta jugar en grupo. Un primo mío sufrió poliomielitis así que viví todo eso. A mí, fantasioso y perezoso tengo que confesar, se me ocurrió además  inventar un dolor de piernas que me daba siempre alrededor de las cinco de la tarde. Me salió el tiro por la culata en más de un sentido pues me llevaron a muchos médicos, uno de los cuales me mandó un colon por enema (no se para qué) bastante doloroso. También mamá y tías me hicieron caminar varias procesiones hasta que el dolor desapareció.  Para nosotros pertenecientes a esa generación, los boomers nacidos entre 1940 y 1965, la epidemia de polio fue una realidad. No simplemente una amenaza de la Organización Mundial de la Salud o algunos gobiernos.

Pero la amenaza ha vuelto a surgir en estos días (La Polio resucita, editorial de El Espectador, 9 de mayo 2014). Esto se debe a nuevos casos de la enfermedad, que se creía casi controlada, en Afganistán, Irán, Siria y países del África Ecuatorial como Nigeria y Camerún. Ciudadanos de estos países viajarán probablemente al Mundial de Brasil y la situación podría empeorar. Eso justificó las palabras recientes del viceministro de Salud Pública en Cartagena recomendando la revacunación para poliomielitis en adultos que piensen ir al Mundial (El Tiempo, 8 de mayo 2014).  Ahora bien, las recomendaciones para iniciar campañas de vacunación o revacunación deben ser sopesadas con cuidado pues pueden utilizarse con fines políticos, sociales o económicos.  Y este mal uso de las vacunas ha ocurrido en el pasado lejano y reciente, no se puede negar.

Por ejemplo se ha reportado que la CIA organizó campañas falsas de vacunación para cercar a Osama bin Laden y recoger material genético de sus familiares en la frontera de Afganistán (The Guardian, 11 de julio 2011)  Estas denuncias llevaron a una sospecha generalizada entre talibanes y musulmanes fundamentalistas de las campañas de vacunación. Lo que causó el asesinato de trabajadores de la campaña de vacunación de polio en esa región.  No sorprende entonces que dos o tres años después estemos enfrentados a casos de la enfermedad originados en esos lugares. Esta semana hemos leído además como el Boko Haram, oscuro grupo de Nigeria que secuestró casi 300 niñas, se opone también a las campañas de vacunación (El Tiempo, 20 de mayo 2014)

El problema no es nuevo y tiene raíces históricas muy interesantes.  A finales del siglo XVIII varios investigadores habían reconocido la utilidad preventiva de ponerse en contacto, por diversos medios, con material proveniente de lesiones de  viruela para evitar ocurrencia de esa enfermedad con su tradicional mortalidad y graves secuelas.  Voltaire en sus Cartas sobre los ingleses (1778) acusa a los europeos de cobardía por no aceptar ese procedimiento, llamado variolización o variolación, ya observado por Lady Mary Wortley Montagu en el Imperio Otomano cincuenta años atrás. En 1775 Washington obliga al Ejército Continental que luchaba por la independencia de los Estados Unidos a implementar el procedimiento en los soldados.  En 1798 Jenner publica sus investigaciones que demuestran un efecto protector contra la viruela humana usando material de lesiones de viruela de vacas, de ahí el nombre vacuna, con menos complicaciones.  Menos de diez años después Napoleón vacuna a sus ejércitos y el rey Carlos IV de España ordena la expedición Balmis-Salvany que trae la inmunización a los dominios españoles de América del Sur.  Desde sus inicios entonces la vacunación es una medida preventiva donde se conjugan miedo y sospechas de la población, posibles efectos secundarios, imposiciones gubernamentales y ejércitos.

Si a esta mezcla explosiva añadimos un Mundial de Fútbol con multitud de aficionados de todos los continentes en sus últimas versiones y brotes recientes de una enfermedad viral tan contagiosa como la poliomielitis la situación puede ser peligrosa.

Mi recomendación personal sería:

A) Para los que asistiremos a los partidos de Brasilia y Cuiabá vacuna vigente (hasta diez años) para fiebre amarilla es imperativa.  Si no, vacunarse o revacunarse menores de 59 años (El Tiempo, 21 de mayo 2014). Tengo entendido que no se exige el certificado de vacunación contra fiebre amarilla a la entrada a Brasil pero es mejor tenerlo. Si usted va también a otras ciudades cercanas a la selva amazónica (Manaos por ejemplo) la anterior recomendación es válida.

B) Lo de la vacuna del polio es recomendable por la historia que contamos al inicio de esta columna. Los mayores de 60 años parecemos no necesitarla.

C) Además cuidarse de zancudos, promiscuidad sexual, comida sospechosa, etc.

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