El próximo octubre del presente año se escogerán las autoridades, regionales y locales en el territorio nacional; lo único novedoso que trae consigo estos comicios es que se van a dar bajo el denominado gobierno del cambio. Resulta que la desesperanza se ha vuelto abrumadora entre los ciudadanos de la patria, nadie cree en los grandes cambios y además de no creer el presidente Gustavo Petro se ha enfrascado en una disputa con los directores de los partidos, y, estos a su vez, se han alejado de la posibilidad de que sus colectividades apoyen decididamente las reformas.
Reformas, que en su totalidad son treinta y cuatro, entre las que se destacan, la reforma laboral, la pensional, la de la salud, y otras de suma importancia para la transformación del país. La reforma a la salud es la que ha generado el cataclismo político porque su texto prevé la eliminación de las llamadas empresas prestadoras de salud E.P.S., esto, genera pánico entre los legisladores, debido que la salud quedaría en manos de los entes departamentales y municipales.
Lo cierto es que la falta de una verdadera socialización entre los gremios de la salud de parte de la exministra Corcho, produjo esta suerte de satanización de la reforma; pero también es cierto que la reforma a la salud es una aventura que, de llegar a salir mal, volveríamos a las épocas que había que pedirles el favor a los políticos para agendar una cita de atención o hospitalización en cualquier centro hospitalario del país.
El gobierno del presidente Petro está caminando por el desfiladero de una montaña, y, cada día, el ciudadano de a pie siente que las grandes transformaciones se quedaron en veremos, se concibe que el cambio es puro gatopardismo: todo cambia para que nada cambie. Los últimos pronunciamientos del presidente han sido un llamado urgente a que los campesinos y las grandes masas de ciudadanos salgan a las calles a respaldar sus iniciativas de gobierno, decisiones que vaticino como un rotundo fracaso porque la gente sobre todo la que se la jugó con el cambio está percibiendo que todo permanece en statu quo.
Ahora, bien, los grandes cacicazgos siguen apoderados de las gobernaciones y alcaldías de las regiones, lo que, traducido en el lenguaje político, reafirma que la anatomía o estructura de la vieja maquinaria política no la alcanzó el flamante cambio, aunado a esto los militantes de la Colombia Humana o del llamado pacto histórico tiraron la toalla en los municipios y departamentos porque sus esfuerzos no han sido compensados con creces por el gobierno del cambio.
Todo está dado para que la anotomía o estructura política siga aceitándose y sean los partidos políticos tradicionales los grandes ganadores de la contienda electoral del próximo octubre. Mis apuestan van encaminadas a que el partido de gobierno va a recibir el más concluyente golpe político de la historia reciente del país. Y que la vieja clase política se va a consolidar en las regiones con miras a recuperar el puesto supremo.