Se llamaba José Valero Valero, tenía 62 años y había llegado desde Boyacá al sur de Casanare desde hacía unos tres meses. En el pueblo ya se conocía por sus malos tragos. Tomaba hasta buscar pelea. Era un jornalero que recibía una paga diaria en una finca y, casi todo, se lo gastaba en cerveza.
En la madrugada del domingo las viejitas son las primeras que llegan antes del canto del gallo a la primera misa del día. Una de ellas encontró trendido frente a la iglesia a José Valero Valero. Al principio nadie sabía quien era pues no tenía cabeza. Después que llegó la policía y su cuerpo técnico descubrieron de quien se trataba.
Hasta el momento no se sabe quien lo mató. Desde la época de Martín Llanos, excomandante paramilitar, no se vivía un episodio de esa magnitud de violencia. En ese departamento no se reportan grupos armados disputándose la zona como sucede en Nariño y Cauca. Solo el misterio ronda este asesinato que las autoridades esperan sólo sea un hecho aislado y no el detonante de una ola de masacres como la que están sucediendo en todo el país.