A 5 años del Acuerdo me confieso: me cae bien la gente de Comunes y qué

A 5 años del Acuerdo me confieso: me cae bien la gente de Comunes y qué

En nuestras montañas, los combatientes gestaron un modo de vida comunitario, de armonía con la naturaleza y distribución equitativa de las tareas

Por: Gabriela Beltrán
noviembre 18, 2021
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A 5 años del Acuerdo me confieso: me cae bien la gente de Comunes y qué
Foto: Pixabay

En este artículo se hará algo que no se acostumbra mucho en los medios de comunicación más consultados por la llamada opinión pública, hablar bien del partido Comunes antes FARC-EP, las culpables, según dichos medios, de todos los males y los actos más horribles ocurridos en el país.

Y quiero hacerlo porque es verdadera poesía política que en el tiempo “de la unidad sin vetos”, se les vea trabajando en las regiones, sin mojar mucha prensa, como abnegadas hormiguitas por el Pacto histórico, mientras son mirados de soslayo en Bogotá, y excluidos permanente de las reuniones, por algunos dirigentes y dirigentas de izquierda que por varias razones que no se parecen a la grandeza, se niegan a reconocer el papel protagónico de esta histórica fuerza en todo este cuento de disputarle desde las urnas el poder, a esta tan patética y perversa clase dirigente.

También es una deuda con los millares de muertos y muertas que militaron en esa organización, campesinos, estudiantes, obreros, amas de casa etc., gentecita del común.

Me cae bien la gente de Comunes porque tiene una metodología probada para abordar los debates y tomar decisiones colectivamente; a diferencia de lo que piensa la gente, su dirección absoluta no es el Consejo Político Nacional, antes Secretariado; su máxima instancia de dirección es la Asamblea, que recoge una amplia representación de sus militantes; eso se llama en la política occidental, democracia. Oh sorpresa ¡son demócratas!

Me cae bien la gente de Comunes porque si bien son un partido nuevo, arrastran un acumulado de cinco décadas y en cada proceso de paz que han emprendido se han desatado procesos amplísimos de participación como la Unión Patriótica o el Caguán donde desfilaron miles de paisanos de todos los rincones de Colombia a dejar su propuesta de país. James Petras diría entonces que era una de las experiencias de la humanidad más importantes en lo que a Democracia auténtica se refiere.

No se olvidan las masacres que se sucedieron a estos procesos, no, jamás, pero, necesario es en memoria de quienes no están, reivindicar y recoger las propuestas concretas que se generaron todos esos años de procesos de paz no sólo con las FARC, como insumo programático para un gobierno del Pacto Histórico.

Muchos y muchas pusieron el pecho para reescribir la historia del país; interesante tarea para la intelectualidad y para los y las responsables del tema del programa dentro del Pacto.

Me cae bien la gente de Comunes porque contrario a lo que algunos quieren hacer creer, convocaron amplios sectores de la sociedad colombiana y del mundo para construir el Acuerdo de la Habana, revisaron numerosas experiencias de Acuerdos de paz y allí, a pesar de su poderosa influencia campesina es decir machista hasta el tuétano, se declararon como una fuerza feminista y anti patriarcal. Ahí van poco a poco, pero, van.

Me cae bien la gente de Comunes porque tienen estructura nacional, una orgánica que llaman y contrario a lo que dispara el fuego amigo, están infinitamente menos divididos que otras fuerzas políticas.

Esa unidad de mando mal que bien tuvo muchos años de envidiable cohesión y hoy se reconstruye luego del rearme de los poetas, y la escisión de la poetisa; que, dicho sea de paso, han servido tanto al uribismo, y que en una mala jugada del ego, no cambiaran en nada al mundo, ni las condiciones de las pobrerías, ni el rumbo del capitalismo, ni la teoría marxista, ni feminista; su destino es trágico en el sentido griego, y no es otro, que el de prolongar un poco más la guerra, y causar daño físico y político a los que alguna vez fueron sus camaradas.

Justamente por eso también me gusta esta gente de Comunes, porque comprendió que el lema de “patria o muerte” era posible en la Sierra de una pequeña isla, en un breve lapso de tiempo, en un momento muy concreto; pero, que en Colombia luego de una larga, sanguinaria y envilecida guerra, la patria sólo es posible protegiendo la vida y develando la verdad.

Me gusta esa gente de Comunes, porque renunció al altar heroico de esa izquierda impoluta, sin masas ni propuestas comprensibles, ni perspectiva de acceder al poder, para aterrizar a la vida cotidiana de un país urbanizado, asumiendo la responsabilidad de sus errores y recogiendo sin aspaviento, los frutos de sus aciertos, aunque muchos los nieguen, los distorsionen, se los atribuyan o desplieguen sus campañas políticas sobre ellos.

Me gusta la gente de Comunes porque gracias a un pulso de más de 30 años, en el que participaron no solo ellos y ellas sino múltiples fuerzas, sectores y dirigencias, plantearon en esos 5 puntos del Acuerdo de Paz una propuesta para emprender un proceso de transición a la democracia, la solución a los problemas que causaron el conflicto y lo prolongaron: esto es la usurpación violenta de la tierra y la subsecuente acumulación; la exclusión política de las mayorías y el narcotráfico, con énfasis en el producto de la guerra y la razón principal por la que debe detenerse, las víctimas.

El Acuerdo de Paz con todo y sus modificaciones, los asaltos y el asedio no sólo del uribismo, constituye sino un borrador un verdadero preámbulo de lo que Petro ha llamado un contrato social; y hoy a 7 meses de las elecciones es el plan más claro y concreto que tiene el Pacto Histórico para presentar a la sociedad colombiana, no sólo para los temas internos de Colombia, sino para la política internacional, cuya comunidad hoy suma 22 países que respaldan y exigen la implementación del mismo. El Acuerdo de Paz es nuestro insumo principal y en él confluye no sólo la izquierda, es definitivamente la ruta de la reconciliación nacional.

Y, para terminar, me gusta de Comunes algo que perdieron con el Acuerdo de paz, pero porque no, podríamos intentarlo, quienes buscamos transformar el modo de reproducir la vida y cubrir las necesidades que ha impuesto el capitalismo; en la clandestinidad de nuestras montañas, los y las combatientes gestaron un modo de vida comunitario, de armonía absoluta con la naturaleza y cuidado de la misma, de distribución equitativa de las tareas y trabajo colectivo.  Esa experiencia, el balance de la misma, de las dificultades y fortalezas, podría constituir una interesante posibilidad para explorar formas alternativas de asumir la vida, el poder popular y el trabajo colectivo desde el territorio.

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