A 23 años del terremoto del Eje Cafetero quiero hablar con Dios

A 23 años del terremoto del Eje Cafetero quiero hablar con Dios

Porque se sigue conmemorando la fecha del terremoto... Por eso yo quiero hablar con Dios. Porque sigo sin entender a tantos que oran, rezan y vuelven a lo mismo

Por: Manuel GÓMEZ SABOGAL
enero 24, 2022
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A 23 años del terremoto del Eje Cafetero quiero hablar con Dios
Foto: Pixabay

Conozco algunas canciones con ese título. Artistas muy importantes las han grabado con preguntas para Dios, como si esas fueran oraciones o expresan sentimientos encontrados en relación con sus conversaciones directas con Dios y sin intermediarios.

Manolo Galván, Luisito Rey, Nelson Ned, Lucía Uozumi, Alux Nahual, son algunos de esos artistas que han querido hablar, conversar, platicar, charlar con Dios.

Sus letras son interesantes y un sentir inmenso ante las situaciones de la vida. Manolo Galván dice: “...Y si me encuentro una hormiga, no pisaré sobre el suelo. Me elevaré entre las nubes por no lastimar su cuerpo. Ahí hablaré con los pájaros y les contaré mis cosas. Y si me cruzo una estrella yo me iré detrás de ella”.

Luisito Rey es más directo: "Si yo pudiera hablar con Dios para poderle decir, si a la Tierra vienes tú como un día en el ayer, ¡el mundo civilizado no! no te pondría en una cruz, pero tal vez un señor desde una triste ventana con un certero fusil te segaría la vida porque a los hombres como Tú, ¡tanto hoy como ayer no se les permite vivir!"

O en el peor de los casos, alguien enviaría un sicario en moto.

Nelson Ned busca solucionar problemas: “Porque me siento triste, hoy necesito a solas conversar con Dios, contarle un gran problema y francamente hablar, secretos que hay en míFoto: Pixabay”.

Lucía Uozumi pide auxilio: “Dios mío, no me dejes sola. En este momento, más que nunca, necesito de tu mano protectora. Envíame la ayuda que preciso, no dejes que me derrumbe, no lo permitas”.

Alux Nahual busca respuestas que nunca ha encontrado: “Quiero hablar con Dios, sin intermediarios, un diálogo directo sin trámites sectarios, y es que me han dicho tantos de diferente iglesia que el suyo es el camino hacia la vida eterna, qué sólo ellos tienen la verdad absoluta. Los demás son pecadores, gente vana y disoluta”.

Yo no canto, pero en mis oraciones hablo con Dios, le hago preguntas, porque sigo sin entender el mundo de los cristianos y católicos donde los unos van a un culto y los otros a una misa o celebración eucarística, pero al final, cuando salen del culto o de la misa, no hay cambio alguno.

En un país como el nuestro, que se dice de católicos y cristianos y donde priman la envidia, la intolerancia, el odio, el rencor, los crímenes, asesinatos, robos, atracos, donde hay iglesias y sitios de reunión por todas partes, sigo sin entender qué sucede.

Tantas personas que asisten a cultos o a misas todos los días o los sábados o domingos, piden, oran, dan limosna o diezmos, se concentran y al final, no encuentro que haya algo positivo.

Los políticos disfrutan hablando mal de los otros, señalando, acusando, algunos o muchos, robando. Y van a cultos o a misas. Les toman fotos y salen a lo mismo.

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque este no es un país mejor, ni la mía, una región con seres humanos más buenos.

Desde cuando empezó la pandemia, desde cuando entendimos que día a día ha habido muertos por el virus, muchos han acudido a Dios, han buscado más fe, esperanza y han visto que vale la pena el camino de Dios, pero otros, siguen sin entender que la vida puede ser distinta.

Este país está hecho un relajo en todo sentido. Y lo sabemos todos. Desde el presidente hasta el más humilde de los seres que habita esta Colombia llevada.

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque no sé qué ocurre en un país donde día a día se roba, hay más corrupción y más bandidos salen a hacer de las suyas.

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque hay guerrillas, paramilitares, gente envenenada que asesina, mata sin razón alguna, desplaza a campesinos y a personas inocentes, viola a mujeres y niñas. Padres asesinan a hijos, hijos a hermanos y padres.

Cuando el terremoto del 25 de enero de 1999, tanta gente se abrazaba aun sin conocerse, se saludaba, se hablaba de paz y amor. Había muerte y desolación por todas partes, pero muchos prometían cambiar, ser diferentes, mejorar.

Otros seguían haciendo lo mismo. Como la noche del 25, frente a la universidad del Quindío, algunos vendiendo ataúdes. Otros, llorado sus pérdidas humanas o materiales. A final, nada aprendimos.

Hoy, 23 años después, sigo creyendo que la reconstrucción no ha llegado todavía como debe ser. Hay sectores donde se manifiesta la falta de labor durante estos 23 años. El sector del parque Uribe permanece casi igual.

Hoy, 23 años después, no hay empleo, no hay empresas, no hay industria. Hay muchos niños y jóvenes sin futuro. Sin estudio. Hay muchas personas buscando trabajo, pero no encuentran. Hay promesas....

Hoy, 23 años después, Armenia está plagada de avisos, afiches, vallas de personajes sonrientes que siguen prometiendo cambios, empleo, nueva vida. Los he visto muchas veces. Siguen con el mismo discurso y nada pasará.

Porque hoy, 23 años después, me pregunto: ¿qué pasó con el Forec? ¿Cuánto dinero llegó de países amigos? ¿Cuáles fueron los países que más aportaron? ¿Qué países hicieron donaciones en especie? ¿Quiénes obsequiaron elementos y dónde están?

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque se sigue conmemorando la fecha del terremoto, pero…

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque sigo sin entender a tantos que oran, rezan y vuelven a lo mismo.

Por eso, yo quiero hablar con Dios. Porque Armenia, el Quindío y este país merecen una vida mejor.

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