A 120 km de Villavo, en San Juan de Arama, yace acostado el indio: la maravilla natural hecha de montañas

A 120 km de Villavo, en San Juan de Arama, yace acostado el indio: la maravilla natural hecha de montañas

El 'indio acostado' es una mezcla de montañas que da la impresión de un gigante en medio de la sabana; de cerca es una atracción natural con una belleza sin igual

Por: Laudys Selena Rodríguez Díaz
noviembre 07, 2023
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A 120 km de Villavo, en San Juan de Arama, yace acostado el indio: la maravilla natural hecha de montañas

Caminaron hacia lo más profundo de los llanos orientales, mientras se sumergían en un territorio desconocido que, además de prometer baños de oro y un millón de riquezas, les costaría a muchos la vida misma. O al menos así lo describe don Helí, un escritor santandereano a quien tuve el gusto de estrechar mi mano y conseguir un grato saludo llevándome a la escucha de una enriquecedora historia de vuelta.

Resulta que, para la época de la conquista, donde América se había vuelto el blanco a gobernar de la Corona española y nuestros indígenas no comprendían la importancia del oro ante el avaro ojo de la humanidad, entre españoles y alemanes se limitaron a emprender una expedición en busca de aquel ser quien podría guiarlos a los más recónditos tesoros jamás vistos por el ser humano, un indio que, según la leyenda, sería ficha clave para el alcance de su opulencia.

“Surgió la leyenda del dorado, había que buscar el dorado”, contaba don Helí, adentrándose a la perfección en su papel de historiador. Estaba sentada frente a él, escuché atentamente aquel relato, mientras la escena se asimilaba a la de un abuelo que cuenta con emoción y entusiasmo viejas historias, despejando un mar de recuerdos.

“Los indígenas de la zona del Caribe comenzaron diciéndoles a los españoles que había una tierra que era mucho más grande y, como estos andaban desaforados buscando oro y riquezas, les contaron que en esta tierra había mucho de lo que buscaban. El que quisiera encontrar los grandes tesoros, tendría que buscar un río y unas grandes llanuras, y al encontrar ese río, subir hasta donde nacía. Era el río Uyapar que es el mismo río Orinoco. Una viez en el río, iban a encontrar a un indio y ese indio les diría dónde estaban los grandes tesoros”.

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Esta leyenda llegó a oídos de Diego Ordás, uno de los conquistadores de México que, al escuchar de tal tesoro escondido entre la llanura, renunció a toda la gloria que le correspondía por la conquista del país y, en compañía de su tropa, no dudó en ir tras la búsqueda de aquella fuente hídrica. Sin embargo, no imaginaron que el camino sería tan extenso y que, a diferencia de las otras tribus indígenas que encontraban en sus andaduras, las de los llanos no yacían establecidas, por ende, no tenían a quienes asaltar para robar comida, razón por la cuál Diego abortó misión y retrocedió con sus soldados al pie.

Siendo sábado, a eso de las once de la mañana y conforme se iban desmoronando las cenizas del cigarrillo que mi narrador se encontraba fumando, yo sostenía casi que una reliquia en mis manos: se trataba del libro Elegías de Varones Ilustres De Indias, una obra escrita a finales del siglo XVI, en donde se recopilaron Elegías que detallan la relación de la colonización del Caribe y los territorios hoy ocupados por Colombia y Venezuela; un libro que, además, cuenta otras leyendas sobre El Indio Acostado y describe, en medio de rimas y versos, los vastos y frondosos bosques que cubrían a esta maravilla natural, descubierta siglos después y quien muchos aseguran, cuida y protege a los campesinos de los alrededores.

Por cada bocanada de humo, don Helí aportaba a su relato algún otro dato para la continuidad de su historia. Los hermanos alemanes Welser, involucrados también con la Corona española, escucharon sobre aquella leyenda, motivo por el cual prestaron dinero a España con el fin de mantener en pie la expedición para encontrar las dichosas riquezas “El primer alemán que se metió de expedicionario a buscar donde estaban las llanuras fue Ambrosio Alfinger.

Comenzó a buscar pasar las cordilleras, porque sabía que allá estaban las llanuras y se metió entre la cordillera oriental y central, y vino a salir en Girón, Santander, en donde encontró un río con oro. En ese encuentro, él trató de entrar hacia la zona de los guanes, pero los indios se lo impidieron y lo desviaron, saliendo cerca de pamplona a un pueblito que se llama Chinácota en donde lo mataron los indios de allá”.

Su forma de hablar, el tono de su voz, sus expresiones, gestos y la cantidad de sabiduría que podría dejar atónito a más de uno, hacían a don Helí un hombre cada vez más interesante, dándole razón al comentario que le escuché decir a alguien sobre él: “Es todo un personaje”. Don Helí Ardila Serrano, es un historiador de vocación que se puede decir que ha dedicado toda su vida a la investigación de los secretos que guarda la tierra americana.

A sus setenta y cuatro años, luce sereno y ambicioso de conocimiento; tiene estatura de más o menos 1.70, es un hombre robusto, de tez blanca, le apasiona escribir, fuma cigarrillo y el color de su cabello refleja el tardío, pero nunca infaltable pasar de los años. A este relato también se suman Nicolas Federmann y Jorge Spira, conquistador alemán, quien además fue el fundador del municipio, en el que se encuentra la maravilla natural protagonista de este escrito, en 1537.

Ambos hombres, al igual que muchos otros conquistadores, quisieron encontrar al tan famoso indio que era codiciado según por su conocimiento de tales riquezas; sin embargo, ninguno dio con la lotería “Al indio no lo encontró nadie” apuntó don Helí “porque todas estas sabanas que hoy son San Juan De Arama y todas las tierras que están desde el río Ariari hasta el occidente, no eran sabanas, eran montañas, bosques muy densos. Esos grandes bosques no permitían lo que nosotros vemos todos los días que es ese indio acostado que está atravesado de norte a sur”.

Entonces aquí nos damos cuenta de que ese indio, al que todos buscaban y deseaban que compartiera la ubicación de un inmenso tesoro, no era nada más que gigantescas montañas por las que ellos mismos caminaron, llevándose a la tumba la idea de que algún indio sabio con forma humana se les escapó de las manos.

“Entonces uno no sabe si está indicando con las patas que el tesoro está hacia el sur o, con la cabeza, que está indicando que el tesoro está al norte” dice don Helí entre risas, acomodándose en su silla de escritorio, victorioso de haber culminado su relato.

A 120 kilómetros de Villavicencio, este gran monumento llanero se encuentra en el municipio de San Juan De Arama, ubicado en el pleno corazón del Meta y, a su vez, indicando el inicio de la Sierra de La Macarena. El Indio Acostado es una mezcla de montañas y naturaleza que a lo lejos da la impresión de un gigante acostado en medio de la sabana; aún así, de cerca sigue siendo una atracción natural con una belleza sin igual, de la que no solo quienes habitamos cerca podemos disfrutar, sino que al año cientos de turistas, nacionales e internacionales, viajan para ver lo que muchos llaman “una octava maravilla”.

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