Colombia necesita un nuevo contrato social

Colombia necesita un nuevo contrato social

Los problemas de Colombia parecen ser los mismos de siempre: desigualdad, pobreza, corrupción. ¿Qué tanto ayudaría un nuevo pacto social y cómo debería ser?

Por: Omar Lasso Echavarría
agosto 10, 2021
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Colombia necesita un nuevo contrato social
Foto: Pixabay

Para ciudadanos, políticos y politólogos: ¿Cómo mejorar nuetra democracia, saliendo del círculo vicioso de la política como desgaste social y hueco roto de la economía?

Partimos del hecho fáctico de que la democracia actual, representativa (formalmente participativa), parlamentaria, de cuerpos colegiados, partidos políticos ideologizados y clientelistas no resuelven los grandes problemas de la sociedad en todo su territorio ni contribuyen a su pacificación, debido a su fundamento confrontador y a la imposición de una pretendida fuerza legal o legítima.

Lo peor, salvo contadísimas excepciones, es que la clase política tradicional corrompe a la sociedad entera (la administración, la economía, el trabajo, las oportunidades, la familia, la juventud, etétera, manteniendo una estratificación inamovible. En este contexto, donde la política funciona como empresa electoral, su principal función es repartir utilidades entre sus numerosos actores, quedando poco para la inversión pública, expuesta a la pésima calidad o al abandono ("elefantes blancos").

Aparte de adormilar a la sociedad, sumiéndola en una condición de impotencia y desesperanza, la politiza en el peor de los sentidos, como único camino para pelechar, desde migajas hasta grandes fortunas. Tal adormilamiento social perjudica el emprendimiento, al sumergir a la gente en el círculo vicioso de la política, olvidando ejercitar su talento en mejores ocupaciones.

Existe muy poco espacio para progresos de mayor vuelo; el grueso de la población, con el auge de la globalización, ahora se ocupa de vender cuanto producto extranjero ofrecen empresas extranjeras, mediante técnicas piramidales de multinivel. Otros se entregan a emprendimientos artesanales y alternativos, que demandan poca formación.

Para ponerle un poco de filosofía a este tema, concluimos con Heidegger afirmando que nuestro campo intramundano colombiano es pobre en oportunidades, respecto al grueso de la población, cuyo "ser en el mundo" está rodeado de árido desierto, donde su angustia ante la muerte es superior a su esperanza.

De tal modo que su "ser en el mundo", envolatado en estados de necesidad, se resuelve en el mayor número de casos de la peor manera, para sí mismos y para los otros, mediante el hampa. Y en lo político, actualmente, según el modo foucaultiano y decolonial, con resistencia al poder, marchas, paros, bloqueos que desbordan en ataques a la fuerza pública y en bandalismo incontrolable, expresiones de ira que pretenden poner límites a la explotación, abusos y arbitrariedades de los gobiernos y las clases dominantes.

Este tipo de democracia propicia desequilibrios, favoreciendo el statu quo de la clase política, burocrática y económica. Ejemplo de ello son los desmesurados salarios y prebendas que perciben los funcionarios de rango superior, quienes coronan con pensiones exorbitantes, que duplican, triplican y cuadriplican por la vía del nepotismo, encubierto bajo el pretexto del derecho a la igualdad.

Mientras tanto, el grueso de la población que no conoce el empleo público carece de protección en la tercera edad. Por ese motivo es tan apetecido el empleo público, gancho del gremio político que canjea por votos, porque además del salario este conlleva otras ventajas y negociados corruptos.

El actual paro nacional ha puesto sobre la mesa estos desequilibrios, siendo la juventud la más perjudicada, porque el Estado no legisla en función de ella; mientras la burocracia está llena de ancianos, los jóvenes carecen de empleo y apoyo social, económico, cultural y educativo.

Paralelamente, la educación privada se fortalece, y la educación pública se debilita en todos los órdenes; los pocos centros públicos de educación superior que existen desbordan la demanda, cortando las alas de la población de estratos bajos.

La Ilustración francesa fundó la democracia sobre la base del contrato social, obra del Ginebrino Juan Jacobo Rousseau, cuyo eje es la "voluntad general", algo que resultó una utopía, porque, a pesar de la igualdad pregonada, ella se abre paso a través de la pugna de intereses, con la subsecuente manipulación de esa voluntad general. Tal pugna constituye el fundamento histórico de la desigualdad, acumulada en el tiempo.

Así devinieron las nuevas clases sociales de la modernidad capitalista (quizá peores, desde el punto de vista de los efectos, que las del régimen feudal), reflejada en la pirámide capitalista, con el factor dinero en la cúspide y los asalariados en la base, a lo cual debemos agregar, en la etapa contemporánea del capitalismo, la "infinita" miseria de los cinturones periféricos de casi todas las urbes, colmenas que subviven con migajas de la sociedad.

Los índices estadísticos señalan las abismales diferencias respecto a la distribución de la riqueza mundial, gracias a la acumulación histórica. Más o menos el 90 % de esa riqueza la ponen en manos del 10 % de los megarricos del mundo.

Lo anterior demuestra que el defecto principál de las democracias es la generación de desigualdad económica, política, social y cultural. Consecuencia de ello son las violencias que cunden por doquier, especialmente donde se practica el capitalismo salvaje, tanto en la meca del capitalismo como como en sus satélites tercermundistas.

Algo se atenúa en la llamada socialdemocracia europea, por factores específicos, como su poder económico (gracias a la expoliación colonial), el bajo crecimiento demográfico, la educacion, el desarrollo cultural, el fortalecimiento de los derechos humanos, y el asistencialismo social, subsidiado con altos impuestos. Aunque tampoco ella ha logrado resistir los embates de la globalización, con precios a la baja (estrategia de la economía china, que prefirió sacrificar su mano de obra, mediante una explotación extrema).

Por tanto, no existe otra alternativa que reconstruir la democracia con base en un nuevo contrato social que corrija los defectos del actual modelo polarizador, manipulador, ineficaz, costoso, intrigante, parcializado y corrupto. Es necesario sanear la política, neutralizando sus efectos perversos que perjudican a la sociedad, con conductas torcidas que favorecen a grupos determinados en detrimento de las mayorías, y promueven burocracias parásitas mediante el pago de servicios electorales.

Es urgente dar confianza a la sociedad para que se ocupe de economía, cultura, deporte, ciencia y tecnología, evitando que termine enredada en intrigas sociales y políticas por competencias malsanas que originan odios políticos. Igualmente debemos buscar una integridad en el manejo de la cosa pública, con inversión social necesaria y pertinente; también hay que comprometer la participación política de toda la sociedad, de modo más directo para atender sus prioridades urgentes, con soluciones efectivas de mayor cobertura y alcance.

El propósito, entonces, va en dirección a construir un modelo de Estado plural, con alternancia periódica en el poder de los diversos grupos políticos alineados en tres vertientes político-ideológicas que componen la sociedad: derecha, centro e izquierda, con sujeción a un estatuto constitucional que limite sus alcances, evitando poner en riesgo la democracia.

Se trata, esencialmente, de que cada tendencia ponga en práctica su capacidad de gestión social, económica, educativa y cultural; y, por esa misma vía, tendrían idénticas oportunidades en el manejo de la cosa pública. La aspiración fundamental de esta estrategia es poner en práctica una competencia política distinta a la tradicional, que tiene visos perversos.

En el modelo propuesto, la política asume una clara gunción de gestión social. Se busca que las diferentes facciones pongan en práctica sus propios modelos par ahacer avanzar a la sociedad y poder alcanzar una estabilidad duradera que evite aventurismos políticos tanto de izquierda como de derecha. Un modelo de Estado de esta naturaleza debe colocar en el centro la aplicación de los derechos humanos como criterio de dignificación de la socidad; en ello reposaría su auténtica legitimidad. Mientras primen auténticos valores políticos, la sociedad logrará pacificarse sin dificultad, a la vez que hallaría motivaciones para prosperar.

Tales objetivos no se pueden alcanzar en la actual estructura del Estado, porque no depende de que surjan "buenos" políticos ni instituciones modelo o ciudadanos ejemplares. En el Estado actual estos son meros accidentes. Es necesario crear un modelo político-administrativo en el euqe esos principios sean realmente alcanzables.

¿Qué otros aspectos deben tenerse en cuenta para conseguir una democracia participativa, acercándola al grueso de la población, de modo más directo que en la elusiva democracia representativa, engañosa, diletante y desigual? Sin la pretensión de buscar una "paz perpetua", fría y desmotivante, como en los países de alto bienestar de la socialdemocracia europea, con promedios altos de suicidios.

El criterio no es resolver todas las necesidades mediante asistencialistmo social, sino los estrictamente fundamentales, pero ofreciendo amplias oportunidades de superación para canalizar el esfuerzo propio. Tampoco se trata de proponer o imponer principios ideales, propios de la racionalidad ilustrada a toda la población diversa; de lo cual se colige que habrá que buscar consensos, apropiándose de todas las bondades que los grupos étnico-culturales tengan en sus cosmovisiones propias, como por ejemplo, en nuestro caso, las mingas, el servicio vomunitartio, el "palabraje", el respeto a la madre Tierra, etcétera.

Los sectores deprimidos necesitan más ayuda y oportunidades para favorecer la movilidad social. Del mismo modo, esos sectores deben organizarse, cooperativizando sus profesiones y oficios, para poder participar, de modo incluyente, en las contrataciones del Gobierno.

Nos parece necesario generar una competencia sana por la eficiencia politico-administrativa, mediante diversos modelos correspondientes a los grupos sociales que se sitúan a la derecha, al centro y a la izquierda de la sociedad, no para que hagan borrón y cuenta nueva del sistema político, sino con sujeción a fundamentos de la propia Constitución, reformada mediante constituyente o plebiscito, que contenga criterios de superación, igualdad de oportunidades y el propósito de disminuir las desigualdades.

Pero no por la vía de decretos, sino como resultado de las interacciones sociales generadas por proyectos que cada facción ponga en marcha. El propósito es anteponer los fines pragmátivos a los ideológicos, que son los que realmente priman en la convivencia, con criterios éticos, formalizados en los derechos humanos.

Esa es la idea. En cuanto a su modus operandi no resulta tan complejo; alguna experiencia de ello existe en la historia de nuestro país, durante el Frente Nacional, aunque solo se trató de compartir el poder entre liberales y conservadores.

Esta propuesta va mucho más allá. En primer lugar se adelantaría una reforma constitucional para regular la forma, los contenidos y los fines del nuevo pacto social, con alineación de los diversos movimientos y partidos políticos en una de las tres vertientes politico-ideológicas en que se divide nuestra sociedad: derecha, centro e izquierda; tendencias que alternarán en el ejercicio del gobierno nacional.

Los grupos políticos de cada sector competirán por el respaldo nacional, lo cual tiene importancia para moderar sus pretensiones. Dicho modus operandi implica también reformar el número y las funciones del Congreso, asambleas departamentales, consejos municipales y ministerios de gobierno. El Congreso sería más técnico que político; allí se debatirán los grandes problemas nacionales. Asambleas y consejos serán el puente constante entre las comunidades y el Congreso. Los ministerios tendrían a su cargo la ejecución, operatividad y vigilancia en la ejecución de los proyectos, con ayuda de asambleas y consejos. Así de simple, sin tanto enredo y desperdicio de recursos.

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