La gobernanza territorial y el desarrollo regional han quedado como una asignatura pendiente desde 1991, cuando se introdujo en la Constitución el concepto de la autonomía territorial, y un nuevo concepto de nación aún en desarrollo.
El país no puede seguir con un modelo basado en la alternancia política de dos “califatos”, que se consolidaron en Bogotá y Medellín, y que cada cuatro años se disputan el poder administrativo político y fiscal para luego gobernar con los clanes y élites regionales mediocres y corruptas.
Por ello se requiere una mayor autonomía territorial. Ha llegado el momento de dejar que los territorios sean los vasallos del poder central para apropiarse de su propio destino. La reforma al régimen político departamental es una prioridad inaplazable; es necesario darles mayores atribuciones y competencias a los organismos departamentales.
Temas relacionados con el narcotráfico, contrabando y el accionar de los grupos irregulares armados encuentran un terreno abonado en la falta de gobernanza territorial. En palabras del abogado Guillermo Pérez Flórez: “Históricamente, a Colombia le ha quedado grande administrar su territorio, por ello se ha dicho que tenemos más territorio que nación o, en otras palabras, que poseemos más geografía que historia”.
El desarrollo no puede seguir siendo una construcción de arriba para abajo ni de afuera hacia adentro. Hay que invertir estas dinámicas si se quiere superar la pobreza y el atraso. El modelo centralista ha fracasado, es tiempo de repensar la organización territorial. Mientras esto no se haga, las aspiraciones regionales seguirán postergadas y los gobernantes regionales tendrán que seguir haciendo lobby en la capital para obtener las migajas el presupuesto nacional.
Tras el triunfo del centralismo en Colombia se ha vivido una narrativa del fracaso de la gestión territorial. No obstante, aún subsisten voces que insisten en perpetuar el esquema centralista, a pesar de que nuestra Constitución cumplió ya más de 30 años de vida con el propósito de consolidar a Colombia como una república unitaria, pero descentralizada y con autonomía de sus entidades territoriales
Entonces, se hace necesario una reflexión profunda sobre el fortalecimiento de la de la democracia local y el ordenamiento y desarrollo territoriales en igualdad de condiciones.