La caída del PIB de China fue de 6,8% en el primer trimestre del año. Según varios analistas, es un resultado bastante conservador, pues pudo haber sido más negativo. Lo anterior es consecuencia del impacto del coronavirus, responsabilidad del Partido Comunista de China, del que podría decirse que cometió un crimen en contra de toda la humanidad.
Ahora bien, así como el país asiático se contrae económicamente de manera significativa, probablemente lo mismo ocurrirá con la mayoría de los países, por lo que el proyecto hegemonista de Pekín con la nueva ruta de la seda tiene todo para ser un fiasco.
Antes de entrar en el tema, hay que decir que la alcahuetería de los directivos de la Organización Mundial de la Salud con la camarilla comunista china en lo que respecta a la COVID-19 quedó plenamente demostrada, especialmente con la alerta que desde Taiwán se le hizo a ese organismo internacional desde el 31 de diciembre sobre los contagios en la ciudad Wuhan, situación que no fue tenida en cuenta por el señor Tedros Adhanom (director de la OMS), con el argumento peregrino de que Taiwán no era miembro de esa entidad. Esto comprueba de manera patética la conjura que hubo desde China en contra de la salud de toda la humanidad.
Además, el Partido Comunista de China, en lugar de haber perseguido y encarcelado a los médicos y periodistas que alertaron tempranamente sobre el virus, debió haber prevenido al mundo. De este modo, queda demostrada claramente la mala fe del gobierno chino. De hecho, de ahí sale la hipótesis de que el virus fue fabricado en un laboratorio de ese país para que se esparciera por el planeta (buscando así convertirse en la primera potencia económica mundial).
Así pues, de ser cierta esa premisa, les salió el tiro por la culata (como se dice coloquialmente), porque ya estamos en una recesión mundial, en donde una de las naciones más perjudicadas es la de ellos, a lo que hay que agregar que varios países estarían dispuestos a boicotear los productos provenientes de allá. Esta es una razón más para determinar que la nueva ruta de la seda china podría ser una simple quimera ante la catástrofe sanitaria universal.
La nueva ruta de la seda china, con la que Pekín buscaba dominar la economía mundial, pretendía impulsar una gigantesca red de infraestructura repartida en los cinco continentes para facilitar el tránsito de las mercancías chinas, por lo que esa estrategia quedaría sepultada, ya que las naciones no pueden ser tan masoquistas para permitir que el régimen continúe con ese programa de dominación. Por eso hay que defenestrar en gran parte a la globalización y fortalecer las iniciativas económicas de cada país.
En Colombia, la bufonería de lo que llaman izquierda, especialmente la marxista, no se ha hecho esperar con el coronavirus, prácticamente dando a entender que es un problema exclusivo del país, más específicamente en temas de salud, economía y sociales, eso sí tratando de señalar al gobierno nacional como responsable por las inmensas contingencias que ha traído la peste. De igual forma, de manera ladina, no hacen ninguna mención al origen chino de la pandemia, como si la cosa fuera un problema exclusivo de Colombia y no de toda la humanidad.
Llegados a este punto es necesario recalcar que el país es otra víctima del Partido Comunista de China, por eso el gobierno y los medios de comunicación de orientación democrática deberían repetirle constantemente a la ciudadanía quién es el responsable de la génesis de la plaga del coronavirus, para que los oportunistas no sigan pescando en río revuelto, haciendo cálculos políticos de manera perversa.
Con este panorama, las exportaciones chinas, con las que ha crecido su economía durante 42 años (en base a la globalización), se irían al piso y el déficit comercial anual que tienen países como EE. UU. con la nación asiática serían cosa del pasado. Esto con el agregado de que muchas naciones quedarían prácticamente en la ruina y no le podrían comprar las mercancías a Pekín, siendo ese el resultado económico inmediato de la pandemia, por lo que la nueva ruta de la seda china no se materializaría ante semejante calamidad sanitaria. Así las cosas, debemos prepararnos para nuevas formas de desarrollo económico.
Y los mamertos latinoamericanos que se sentían alborozados viendo en el inmediato futuro a China como la primera potencia económica del mundo tendrán que aplazar su fervor por muchas décadas, pues en los cambios que tendrá la humanidad no habrá lugar para supremacías, ya que la preocupación será por cuestiones prácticas y elementales del diario vivir, sin buscar sometimientos absolutos como siempre lo han pretendido los seguidores de los dogmas de la estafa comunista del marxismo-leninismo.