Dijo Goethe, en su memorable drama Fausto, refiriéndose a todos los hombres, que “estos idiotas nunca entenderán cómo van encadenados méritos y suerte”. También dijo que “si tuvieran la piedra filosofal, a la piedra le faltaría el filósofo”. Sabias palabras, no se equivoca el genio alemán, porque no basta con desear las cosas, si no hay detrás del deseo la sensatez para conseguirlas.
Eso mismo creo de los que quieren ver a Petro gobernar, puesto que no saben que piensan elegir a un médico que realmente no sabe remediar, en el sentido más metafórico, los males de una patria desvencijada. Considero que el que sigue a este tristemente célebre personaje no es otra cosa que aquel que ha tocado la piedra filosofal, pero sin tener la capacidad para utilizarla cuando realmente se quede sin nada.
El petrista, según su forma de ver la vida, se opone a la riqueza. No contempla que se emprenda, partiendo desde los principios capitalistas; que se desarrolle en su plenitud el esfuerzo personal, bajo la consigna que nada es gratis en la vida; ni mucho menos visualiza una sociedad que deje de lado los resentimientos de clase, so pena de perder el discurso que mejor le favorece: la inicua polarización con que engatusa a sus seguidores.
Si el petrista dice que “quiere vivir sabroso”, pues debe saber que el socialismo no permite que la gente viva bien. Solamente basta con mirar cómo se vive en Cuba, en donde la población se encuentra sometida a los vejámenes de un partido comunista criminal.
Y si no es suficiente este ejemplo, qué decir del hermano país venezolano, el cual es muy rico en recursos naturales, pero está empobrecido por un grupo de delincuentes que creen que están haciendo historia al arruinar a sus conciudadanos. Entiéndase esto, amigo petrista: fuera del libre mercado lo que hay es pobreza.
De qué forma piensa usted que su amado Petro va a gobernar, si este se opone ignorantemente a la riqueza. No podría hacer mucho si no cuenta con la empresa privada, que al ver sus fracasadas reformas se marchará del país con todo su derecho. Tenga en cuenta que el trabajo ha hecho grande a las naciones más importantes del mundo, siendo bien materializado en emprendimientos que fortalecen una economía y que proyectan, por ende, nuevos emprendimientos.
Debe también reconocer, si es que logra quitarse la venda que nubla sus ojos, que sin los valores del capital no puede haber ningún tipo de desarrollo.
Bajo el pensamiento de su mecías no es posible que se establezca el sensato amor por el trabajo más honesto, siguiendo los pasos de una caterva de holgazanes, que sin haber madrugado nunca en su vida, ahora exigen unos derechos que solamente se ganan con el esfuerzo personal.
El político que tanto apoya, como si fuera usted una excitada bacante, reconoce esta holgazanería, hasta el punto de patrocinar toda la violencia que se vio en el paro nacional.
Entienda, de una vez por todas, que usted ha sido orientado hacia lo que históricamente se denomina la eterna lucha de clases. Como está cansado de la corrupción rampante que no nos deja progresar, le han vendido un discurso que promueve todo tipo de reivindicaciones sociales, en las que el verdugo de turno maquilla toda iniciativa socialista en un país que siempre ha sabido trabajar, pero que ahora lo conducen a la pereza y al fracaso por el capricho de un criminal: Petro y la gente del M-19 son tan bandidos como cualquier guerrillero de las Farc.
Por eso está a tiempo de arrepentirse, porque una vez que vote por el que le va a quitar la libertad, le será difícil salir del fondo del volcán, quemándose y lamentándose al decir que pudo evitar caer en él.
Analice, siendo muy consciente de lo que ha vivido Colombia, que se ha utilizado lo peor del terrorismo urbano para desestabilizar todas las instituciones, que están desquebrajadas desde hace rato, dicho sea de paso, pero que van a estar peor cuando las maneje el que le va imponer la comida y le va a anular el sueño de progresar.
No se deje enredar: el petrismo es lo mismo, pero con otra ideología. Todos buscan desangrar lo que usted produce, para así contar con los privilegios de la burguesía que tanto cuestionan. No es otra cosa que la hormiga reina engordando acosta del sometimiento de la hormiga obrera, que en este caso es el pobre colombiano que va a mantener con su inercia la inoperancia de un socialismo mal buscado.