Edwin Besaile, gobernador de Córdoba, se erige sonriente en una fotografía tomada justo después de sobrevolar una Lorica inundada. Junto a Besaile está la alcaldesa de Lorica, Chofy Jattin, también sonriente; el director de la CVS, José Tirado, y un exultante Roberto Tirado (hermano del anterior y Secretario General de la Gobernación). Acababan, todos, de presenciar una tragedia, pero tal parece que no desde un helicóptero, sino desde las algodonosas alturas de quienes jamás han padecido una: el agua al cuello para miles, las nubes primorosas para un puñado, así acontece la inequidad en Córdoba y Colombia. O a lo mejor fue que Besaile y su séquito nada vieron de particular o, sencillamente, lo que vieron los satisfizo lo suficiente como para mantenerlos alegres. No es raro: ocurre siempre que la sal es dulce cuando es otro quien la sufre.
Lo cierto es que en Lorica hay viviendas arrasadas en barrios y corregimientos, familias dispersas, decenas de enfermos, y sin embargo en la foto de Besaile ninguna referencia a las víctimas, algún gesto consolador o el esbozo de una alternativa para mitigar el drama. Por lo visto para los Besaile, los Jattin o los Tirado su compromiso con los damnificados no pasa de la contemplación, de la pose frente a una cámara y de la difusión de esa foto a través de Facebook, Twitter o WhatsApp. De modo que la fotografía no pretende probar la búsqueda de alivios para los vencidos, sino cosechar aplausos para el vencedor. Es una foto de campaña, no una manifestación de gentileza. El director de la CVS (ente encargado de velar por los problemas ambientales de la región), antes que ser hábil en aguas crecidas y ecosistemas en crisis es experto en armar contratos y todavía más en repartirlos; del invierno se entera por los noticieros, protegido como está por el paraguas de Musa y Johnny Besaile. En cuanto a la Chofy Jattin, ella si sabe, sabe de la primavera: la que vive su prima Zulema, gracias al poder creciente que acumula a pesar de haber sido condenada por parapolítica. Un cinismo y una insensibilidad a los que estamos condenados los cordobeses, porque así como cada año los aguaceros inundan nuestra negligencia, cada cuatro elegimos a alguien que agranda nuestros males. Que el apellido sea López, Jattin, Lyons o Besaile es lo de menos: en el triste calabazo que es Córdoba, las cucarachas se hartan con el mismo banquete. De ahí que siempre luzcan sonrientes.
