La ausencia de la cantante y compositora Patricia Teherán desde hace 25 años de aquella trágica tarde del 19 de enero de 1995 en que perdió la vida en un accidente de tránsito, marcó lo que podría llamarse hasta el momento un divorcio entre el vallenato como género y la interpretación femenina como voz líder de una agrupación. El duelo no superado de las mujeres para atreverse a conquistar un público como el vallenato de la misma forma en que lo hicieran Las diosas del vallenato con grandes éxitos como Tarde lo conocí, Todo daría por ti, Volví a fallar; entre otras canciones interpretadas en la década de los noventa cuando el machismo era una situación muy arraigada en varias situaciones para una mujer que quisiera emprender su propio camino laboral, social y deportivo. Las diosas del vallenato le dieron voz a ese millar de mujeres que no se atrevían a expresar sus sentimientos de una forma tan abierta y natural como lo era en una canción. Patricia Teherán se convirtió en esa referencia, en romper el estigma, valorarse como mujer y abanderar empíricamente la bandera del feminismo en la música vallenata. Ella ya lo venía haciendo desde 1988 cuando la acordeonera Chela Ceballos y otras muchachas irrumpen con Las musas del vallenato.
Pero desde aquella época a estos nuevos tiempos en que la mujer se ha abierto campo con esfuerzo, dedicación, coraje y talento; ¿qué ha pasado? ¿Por qué no surge una voz que identifique ese sentimiento femenino y se posesione con identidad en el género?
En algún momento apareció como una efímera figura Adriana Lucía, que interpretó ese sentimiento y comenzó a llenar un poco ese vacío, pero se esfumó de la noche a la mañana y hoy reaparece pero con otro género muy distante del vallenato.
¿Por qué si la razón de ser del vallenato en su gran medida de composiciones está dirigida a la mujer, ésta no pueda interpretar ese sentimiento como algún día lo hiciera Teherán? ¿Vergüenza femenina? ¿Machismo de empresarios y de todo ese engranaje del mundo discográfico? Tal vez; pero lo cierto es que el vallenato necesita ese contrapeso, que las mujeres tengan su voz no como seguidoras sino como intérpretes y compositoras porque hasta se puede discutir, pero jamás desconocer que las composiciones tocadas por Las diosas del vallenato tienen mejor cadencia y estructura que las hoy grabadas por tantos cantantes del género que solo saben gritar.
Se podría pensar que el machismo del vallenato radica en el acordeón, por ser un instrumento de apariencia difícil y ruda, pero no: tiene grandes exponentes en el género femenino como Maribel Cortina donde el Festival Vallenato ha estado en deuda con ella, por no decir que le han negado la corona como la reina vallenata que le quitaría ese estereotipo al certamen o como las nuevas figuras en la escuela del 'Turco Gil'.
Eso de que el vallenato es de machos es mentira. Ningún estilo de música que inspire sentimiento puede tener clasificación de género. Lo que hace falta es que las mujeres salgan del closet a interpretar sus propios sentimientos, a componerle a sus propias penas. Porque es una música que vive y se alimenta del amor de las mujeres, ¡ahora que no le quede más fácil a una de ellas interpretarlas!
Pueda ser que el legado de Patricia Teherán no se pierda en esta marea en que naufraga el vallenato porque tal vez la falta de mujeres intérpretes es la muestra de la ausencia del género femenino en muchos campos, donde a veces no es por falta de talento ni de convicción, sino de apoyo donde todavía se vive del estigma como hace 25 años lo dejó consignado Patricia Teherán en una última entrevista al periodista Ernesto McCausland: “Al principio me afectaban los comentarios de la gente por ser madre soltera, pero luego no. Ser madre soltera es lo más bonito, mi soledad y mis canciones la comparto con mi hijo”.
