No hay agua corriente, la escuela está llena de humedades, el agua no es apta para el consumo.
Los baños están dañados, hay emergencia sanitaria.
Hay cinco portátiles pero no hay energía ni tampoco internet.
No hay aulas, dicto las clases en el restaurante escolar.
Estos son apenas unos cuantos testimonios de docentes rurales entrevistados para un reciente estudio de Secretos Para Contar, una fundación privada que adelanta programas de lectura y educación con familias campesinas, sobre la planta física de las escuelas del campo en Antioquia. Quien conozca los resultados, así antes tuviera una idea de cómo son las cosas, algo que sin duda no se limita a dicho departamento sino que es un denominador común en el país, no puede menos que sentirse indignado ante tamaña injusticia, ante semejante abandono. Y eso que se trata apenas de un primer estudio sobre la planta física. Queda faltando información detallada sobre las condiciones de los maestros, sin capacitación para la metodología particular que se emplea en las escuelas rurales, sin herramientas didácticas, incomunicados, con pocos estímulos, así como sobre la calidad y cantidad de la alimentación escolar.
Entre los datos más preocupantes, aparece que el 43 % de las escuelas carecen de escritura y no están legalizadas. El 66 % por ciento no tiene agua potable, 12 % no tiene pozo, el 23 % no tiene alcantarillado, en el 78 % de las escuelas los niños beben la misma agua que se utiliza para los baños. El 34% tiene los baños en mal estado, y en el 2%,simplementeno hay baño. El 70 % no cuenta con recursos de aprendizaje. El 41 % no tiene mobiliario de Escuela Nueva y de ese 41, el 16 % está en mal estado. El 52 % no tiene una bibliotequita en una sala independiente (y habría qué ver las colecciones), el 10 % tiene los tableros en mal estado, el 13 % carece de luz eléctrica, el 19 % no tiene ni un solo computador, y en el 14 % de los casos se encuentran dañados. Y para rematar, el 60 % de las escuelas rurales en Antioquia no tiene internet por falta de presupuesto, a pesar de los esfuerzos del gobierno departamental por solucionar esta situación y permitirles a los niños campesinos el derecho a la interconectividad, a mirar el mundo desde sus parcelas y a los innumerables beneficios que en materia educativa permite el acceso a internet, desde mitigar la carencia de libros, hasta programas de inglés y otras materias, juegos didácticos y distintas ayudas, así como posibilidades de capacitación para los olvidados maestros. En estas condiciones, nuestras escuelas rurales no se diferencian mucho de las escuelas del siglo XIX.
Si bien es cierto que el gobernador Sergio Fajardo se ha preocupado por mejorar estas condiciones mediante la implementación de programas bandera de su gobierno, es apenas lógico que sin la ayuda, la intervención adecuada y permanente del gobierno central, ninguna administración departamental podrá sacar adelanteunas escuelas con más de cien años de atraso, ni tratar a los niños campesinos con la dignidad que se merecen.
Mientras no sea así, no habrá paz, incluso después de la firma de las promesas, que podría quedarse en eso, en simples firmas. Ningún argumento explica el hecho de que las cosas hayan llegado a este punto, como no sean la negligencia, la ignorancia y la cortedad de miras, imperdonables en cualquier gobierno. La educación de los ciudadanos tiene que ser la meta prioritaria de un país en busca de la equidad. Más aún, de uno que intenta solucionar unos problemas cuyas raíces más profundas se afincan en el campo.
Nuestros niños campesinos tienen derecho a una educación que les ofrezca las posibilidades de un proyecto de vida digno y viable. Ojalá en el campo, donde encontrarían tantas posibilidades,si se les tendiera una mano. Tienen que saberse valorados en lo que son, fuente de bienestar y tranquilidad para el país. Y para ello deben contar con unas condiciones adecuadas en la planta física de sus escuelas, con una balanceada alimentación escolar, con internet y bibliotecas, con material de trabajo idóneo, y con maestros bien preparados, el punto más álgido del problema. Suena mucho, pero en realidad no sería tanto, si el problema no hubiera avanzado de tal manera. Ningún niño campesino tiene por qué jugar en el mismo sitio donde desemboca el tubo con los desechos del baño. Ningún niño campesino tiene por qué hacer sus necesidades fisiológicas detrás de un matorral en la escuela. Ningún niño campesino tiene por qué vivir sin saber lo que es llevarse un libro a la casa, ni conocer el significado de esa palabra que debe de sonarle como venida de otra galaxia, internet. Ningún niño campesino tiene por qué tomar agua solo apta para animales, y ningún niño campesino tiene por qué terminar su primaria en situación de desventaja con otros niños—no todos—, de la ciudad.
Cuando el país pueda decir que el Ministerio de Educación cuenta con un presupuesto parecido al de Defensa, y que ese presupuesto se utiliza con honesta sensatez, entonces miraremos hacia adelante con confianza, seguros de no estarles fallando a los ciudadanosmás vulnerables, quienes más y mejor atención merecen. Ellos tienen derecho a esperar lo que se les debe, antes de que se les pueda exigir.No hacerlo, significa, ni más ni menos,que negarle el futuro al país.