“Esto estuvo muy tranquilo durante la tregua de las Farc. Ahora puede ver que casi no salió nadie al mercado, es que a la gente le da miedo que pase algo”, me dijo un comerciante la semana pasada que estuve en Ituango para acompañar la Asamblea Civil y Campesina que estaban realizando los líderes del municipio, con el acompañamiento del PNUD, la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía Municipal.
"La esperanza es que vuelva a tranquilizarse con la nueva tregua que hará las Farc", concluyó el comerciante que prefiere hablar en voz baja para no ser escuchado por los milicianos que tienen oídos en todas partes.
En la carretera, una vez se pasa de San José de la Montaña, se siente la presencia del Frente 18 de las Farc. No solo por los grafitis a lado y lado de la vía, o por los vestigios de la quema de vehículos en la carretera, sino por la fuerte presencia militar que se evidencia a medida que uno se acerca a los cascos urbanos de los municipios o caseríos por los que se va pasando. Al llegar a Ituango se vuelve evidente el horror de la guerra. La plaza principal está cercada por trincheras y los soldados y policías están siempre en vestido y actitud de guerra. Hay cámaras de vigilancia por todas partes y la mirada de las personas no son de curiosidad, sino de desconfianza. Y es que ese es un estado normal en un municipio que ha vivido todas las batallas desde la conquista, la independencia y la Guerra de los Mil Días, hasta hoy. Dada su importantísima posición geográfica, es un corredor estratégico fundamental para cualquier actor armado: legal o ilegal.
Además, sobre el Cañón del río Cauca se construye el mayor proyecto hidroenérgetico en la historia del país, con unos altísimos costos sociales y medio ambientales, que transformará por completo, no sin resistencia de la gente, la geografía de la región y las costumbres de la población.
Me pareció muy interesante la propuesta de la Asamblea Civil y Campesina para que Ituango sea el primer municipio de Colombia donde se declare un cese bilateral de fuegos, para lo cual han nombrado una comisión de siete personas para tramitarlo, lo que haría que ese territorio se convierta en laboratorio de paz para Colombia.
De hecho ya empezó el desminado en varias veredas del municipio, fruto de los acuerdos de la mesa de La Habana. “Hace un año era imposible hacer una asamblea como estas en Ituango”, me informó Carlos Iván Lopera, coordinador del PNUD para Antioquia y quien viene recorriendo la región en una apuesta por “construir paz con las comunidades y en sus territorios”.
Y es que la paz desde los territorios es muy diferente a la paz de la mesa de La Habana, porque es en los territorios y sus comunidades los que han padecido la ausencia del Estado y la barbarie de los armados. La paz sin desarrollo e inclusión social en los pequeños pueblos y sus veredas. La paz fruto de la justicia y la equidad. La paz como fuente de felicidad, individual y colectiva. La paz con oportunidades. Una paz que visibilice y compense las víctimas. Una paz con verdad que permita la reconciliación.
Esa paz no se logra en una mesa de negociación, a esa paz hay que meterle pueblo y por eso tenemos que prepararnos, y aportar, todos y todas para construirla.
