Alguien tiene que decirle a usted, señor procurador Alejandro Ordoñez, que muchos colombianos estamos cansados de sus interminables peleas, de sus abusos del uso del Twitter, de su excesivo protagonismo. Y la pregunta que muchos nos hacemos es a qué horas realiza las labores que le exige su altísimo y delicado cargo. Además, porque todos los que hemos estado a cargo de instituciones probablemente no tan importantes como la suya, sabemos que la cabeza impone el ritmo, el contenido, el tono y todo lo demás en una institución de esa naturaleza.
Cómo será el agotamiento en que muchos de nosotros estamos sumergidos por sus actitudes, que ya hasta se nos olvidaron sus posiciones retrogradas, el ser más papista que el papa, el haber quemado libros de nuestro nobel García Márquez, el haber llenado al Estado con sus fichas políticas para preparar su candidatura presidencial. A propósito de esto último, me viene a la memoria unas sabias palabras del no suficientemente valorado expresidente Virgilio Barco. Ante quejas de funcionarios que no respondían ofrecimientos internacionales como financiar un estudio para demostrar que Colombia era el único país de América del Sur que no había perdido la década de los ochenta, respondió con su particular franqueza y sabiduría: "Es que estos funcionarios públicos que llegan a una posición en el Estado esperando simplemente llegar a otra, son un verdadero desastre". Y palabras más palabras menos continuó afirmando que esos ministros que quieren ser alcaldes o esos que lo que desean realmente es llegar a la Presidencia, son un gran problema. Como siempre, el expresidente Barco tenía razón.
Por el poder que tiene en Colombia el Procurador General de la Nación, por la capacidad de nombrar y sobre todo de des nombrar a mucha gente, lo más grave es lo que puede estar pasando por dentro en la institución. Solo hay dos posibilidades: o el procurador Ordoñez está dedicado a salir día y noche en los medios, a responder de inmediato en Twitter lo que implica estar literalmente clavado revisándolo a todo momento, o lo está haciendo su equipo. No se sabe qué es peor, si una institución a la deriva porque la cabeza está dedicada a labores distintas a las que debería o un equipo pagado por nosotros los colombianos, consagrado a guardarle las espaldas a su jefe.
Sea cual sea la situación real, es supremamente grave. Por ello es fundamental traer a colación las funciones de la Procuraduría General de la Nación. Su principal objetivo es nada menos que representar a los ciudadanos ante el Estado. Primera pregunta, ¿cuántos colombianos realmente nos sentimos representados por un procurador que vive cada vez más ocupado en satisfacer su ego? La nómina de está entidad es cercana a los 4000 funcionarios la cual, dada la autonomía que le otorga la Constitución, puede ser manejada por el procurador con bastante autonomía. Dada la situación del mercado laboral en Colombia con niveles altísimos de trabajo precario, ser un empleado público con todas las de la ley es hoy en Colombia una verdadera lotería. Segunda pregunta: ¿alguien se atrevería a cuestionar a este jefe tan dictatorial y perder semejante privilegio? Definitivamente no.
Sin que se nos pueda catalogar de santistas, porque muchos no lo somos, estamos de acuerdo con las últimas palabras del presidente Santos que le pide a usted, señor Procurador General de la Nación, que por favor se dedique a su trabajo. Sería la forma de quitarnos el cansancio que sentimos con sus actuaciones y sus tuits.
E-mail [email protected]
Publicada el: 21 jul de 2015