No lo había presenciado nunca. No sabía como era la triste experiencia de ver a seres humanos correr atemorizados de perder los cachivaches que les posibilita el sustento diario propio y el de sus familias.
Pero en la calle, dura y competida, fui testigo de ese lamentable espectáculo que produce dolorosos sentimientos por allá dentro donde dicen que cuenta los minutos que se vive, ese reloj humano llamado corazón.
Me detuve a ver el triste espectáculo. Hombres y mujeres empacando presurosos sus pocas pertenencias y saliendo en estampida a buscar dónde esconder los productos que venden en los andenes de un país que niega posibilidades de sustento en cualquiera de los pueblos que señala la rosa de los vientos. Seres cada vez más marginados en una sociedad que margina, que orilla, que excluye que niega posibilidades, pero que reprime brutalmente y sin corazón.
Cómo enfrentar el hambre en un país donde los datos sobre la situación de pobreza producen escalofrío, pues nos dicen que uno de cada dos colombianos puede considerarse pobre. Que cada uno de seis compatriotas es indigente con ingresos inferiores a 3 mil pesos día. Que el campo otrora productor de comida tiene hoy más varios millones de colombianos con hambre y la gran mayoría de habitantes del país no comen carne todos los días en una dieta obligada y triste. Que para muchos hoy en esta Colombia dedicada al Zarco de Galilea, pero que parece nos olvidó en sus milagros, ser rico es poder comer arroz, panela y un poco de frijoles.
¿Saben qué me gustó de ése desagradable espectáculo?: La voz de alerta que usan los informales para anunciar que viene la redada. ¡Viene el lobo!, gritan y el grito viaja de negocio en negocio.
El ingenio para definir junto al dolor, en una asociación que al producir una sonrisa salva de la condena del odio. ¡Viene el lobo!, es en el fondo el grito que prevalece en toda la nación.
Hoy es en una calle de Cali, mañana, lentamente, ese grito irá creciendo hasta que toda la patria lance ese grito tanto tiempo atorado en la garganta del pueblo: ¡Llegó el lobo!, entonces quizá ya sea tarde…