No pasa un día sin que haya una editorial, una columna, un informe especial y un montón de titulares atacando con perfidia a Bogotá Humana y mostrando un odio inveterado contra Gustavo Petro. Nunca una administración y un alcalde habían sido sometidos a semejante batería de insultos y artificios. En materia de agresión informativa los cuatro grupos económicos que son propietarios de nuestra “libertad de prensa” han creado un antecedente difícil de superar.
Por éstos días previos a las urnas repiten con fruición el llamado a superar la “catástrofe de 12 años de gobiernos de izquierda” en Bogotá. Mienten. Lo primero que hizo Lucho Garzón al posesionarse fue dejar claro que no gobernaría a nombre del Polo, sino que lo haría a nombre de todos los bogotanos. Esa retórica se explica por si sola, si se observa que esa administración fue en esencia continuista en lo económico y lo urbano del ideario peñalosista. Garzón fue un mandatario socialdemócrata que gobernó con el establecimiento derrotado en las elecciones, pero tuvo la virtud de romper la tradición de triunfos electorales de la derecha invicta en los destinos de la capital; a más de rasguñar porciones del presupuesto para fines sociales fue muy poco en lo que se diferenció.
Lo de Samuel Moreno fue desastroso. Su presencia en el Polo solo puede entenderse como remanente ponzoñoso de la alternatividad liberal-conservadora. Recaló en la izquierda cuando la Anapo buscaba un camposanto para desaparecer. Toda su vida la familia Moreno Rojas hizo parte del poder bipartidista arrastrando y adobando sus lacras. Ya en la alcaldía de Bogotá, se dio a la tarea de gobernar con el partido de la U y los liberales en el día, y en la noche pernoctó con ellos en algún apartamento para repartirse el erario. Nunca fue de izquierda ni gobernó como tal.
En realidad, en esos 3 cuatrenios solo Petro ha tenido el coraje de proceder con coherencia, sin avergonzarse del mandato derivado del voto popular y de su programa de abierta orientación progresista. Por primera vez en la historia de la capital ha habido con Petro un programa y un gobierno de izquierdas. Es eso lo que ha movilizado al poder real para intentar sacarlo de la alcaldía de manera ejemplarizante buscando escarmentar a las clases pauperizadas, dejando claro que al poder solo se accede si se es obediente con los mandatos del modelo neoliberal y si se mantiene con la tradición de someter el interés popular al rendimiento del capital concentrado. El poder real tolera gobiernos como el de Garzón y la corrupción de Moreno (que les es familiar), pero reciente con ardentía a un independiente como Petro.
Se esperaba que en el último año, y ante la movilización ciudadana que logró recuperar a su mandatario del intento combinado de la reacción de derechas de sacarlo del poder y al entrar en el nuevo proceso electoral, la inquina contra el alcalde cesara, pero no ha sido así. La animadversión ha continuado consistente y sistematizada. Es claro que al establecimiento le aterroriza lo que pueda ocurrir en el escenario nacional con Petro en brega en las próximas lides y por eso de manera preventiva busca con afán liquidarlo.
Sin proponérselo la derecha y el poder, del cual la industria mediática hace parte, han terminado instalando el nombre de Petro como el outsider de la política colombiana. En realidad lo único distinto a la conservadora y troglodita política criolla, con todos sus matices, es, no ya lo que propone Petro sino lo que ejecuta en Bogotá. El temor de que sea bien entendido por el 70 por ciento de la población excluida es lo que desvela a los cancerberos de la heredad.
Ahora bien, antes de que entre en firme la competencia electoral que se resolverá el 25 de octubre próximo, ya hay certezas. Han quedado tendidas de manera prematura algunas candidaturas y otras definitivamente no alcanzarán a tomar forma. Vamos rumbo a una contienda con 3 grandes bloques. La derecha extrema que personaliza el uribismo con dos candidatos (Pacho Santos y Enrique Peñalosa); la derecha tradicional o centro derecha (Rafael Pardo), que representa los intereses de la coalición de gobierno y en ese sentido es el candidato oficial promovido por los partidos Liberal, la U y muy pronto Cambio Radical; y en el otro segmento, las izquierdas que se mueven en torno a Clara López.
Pardo comenzó temprano y por eso encontró pronto su techo. Peñalosa arrancó desde los Verdes y luego recogió firmas exhibiéndose como independiente, tiene en su base votos de estrato 5 y 6 que sueñan con la Bogotá expandida hasta Boyacá, pero su discurso y buena parte de sus apoyos representan al que le cargó el megáfono y lo trató de ensamblar en la coreografía del Aserejé en el 2011. Pacho Santos comparte base electoral con Peñalosa y su levedad no alcanza ni para agrupar a las legiones de la inteligencia superior. Clara López hace todo lo posible por entroncar a las izquierdas y todo indica que lo consigue.
Los tres bloques pueden llegar equilibrados a momentos de definiciones, incluso, si los dueños de la ciudad logran que Peñalosa defeccione en favor de Pardo. De esa decisión saldría más favorecido Pacho Santos, pues el uribismo que acompaña al exalcalde preferiría votar por el bufón de la casa que por el candidato de la Corte. Clara López tiene una base sólida, pero también tiene su techo y el centro que ha terminado por acoger es un samperismo debilitado, que en la foto es más lo que quita que lo que pone.
Con todo, hay un elemento adicional que nadie reconoce de manera expresa, pero que todos saben va a resultar definitivo en este octubre. Es el factor Petro.
Petro es el cuarto candidato en lisa. Tiene votos propios y suficientes para inclinar la balanza. Por culpa de la agresión visceral de los medios y de abusos como el del Procurador Tridentino Petro lleva haciendo campaña sin proponérselo 3 años y medio. La campaña negativa en su contra no ha logrado bajarlo del 40% de apoyo y en algunos estratos y segmentos supera el 50 % de aceptación. La burda propaganda en su contra se topa en los barrios con programas que saben los beneficiarios no los volverán a ver. Registra simpatías superiores a la de los candidatos en competencia y aunque todo eso no puede traducirse en votos si tiene seguidores de carne y hueso que han entendido su mensaje y su política y son suficientes para desempatar la contienda. Las encuestas inventadas de Datexco son para la galería y para calmar la pulsión de los figuritas en el micrófono, la realidad es bien distinta.
Por eso Pardo, neoliberal como Pacho Santos y Peñalosa, es prudente cuando le habla al sur. En la medida en que pasa el tiempo se ha ido subiendo al bus petrista; y no solo por lo del Metro sino en temas tan paradigmáticos como el taurino. En lo de la crueldad de los toros pasó de la burla de la “plaza de todos” a buscar votos con la consulta animalista. Veremos a Pardo balbuceando políticas petristas en la medida en que se aproxime el momento de la verdad; él sabe que ahí están los votos que van a definir la contienda.
Qué decisión tomará Petro, solo él lo sabe. Algunos entendidos sostienen que lo más probable es que no haya guiños. Mi especulación me dicta que buena parte de la base electoral que eligió a Petro ya tomó partido por una opción similar (no hay muchas), pero el Petro 2015, no es el mismo del 2011, el actual tiene un peso político mayor, no solo en el plano local, sino nacional y sabe que tiene que ser cuidadoso en el momento de tomar decisiones, porque quedan batallas por dar y esos eventos requieren de mucho combustible.
Por lo pronto, a futuro, sin saberse que ocurra con Sergio Fajardo, el exprocurador y el proceso de paz ya hay dos versiones de país para el 2018, el que representa Germán Vargas Lleras, que está en su primer mandato y va seguro por la reelección y Gustavo Petro que ha emplazado en el presente programas en ejecución de largo aliento.
El gran aporte de Petro es que instaló en el panorama nacional los temas de referencia política y dotó a la izquierda de un contenido del que carecía.
Vargas Lleras vivirá del presupuesto y la clientela y el resto tendrá que vérselas con la legalización de las drogas, el trato a los drogodependientes, el respeto a la diversidad, el cierre de plazas de toros, el cambio climático, el freno a las tarifas de los servicios, el derecho al agua, la recuperación del espacio para el peatón (la bicicleta, el transporte masivo y el desestímulo al carro), el desarme colectivo, presupuestos robustos para educación, salud, primera infancia, garantías de supervivencia a la indigencia y tercera edad y el fortalecimiento de lo público, entre otros; todos ellos, temas petristas.
No se extrañen, todas las acciones sociales de gobierno aplicadas en Bogotá, las van a presentar como primicias en un futuro los que hoy las invisibilizan, y los que las atacan, las asumirán como propias.