El debate es inevitable, saludable y necesario. Los diálogos de La Habana tienen que estar en la escena pública para el consenso y el disenso; al final, seremos nosotras y nosotros quienes refrendemos los acuerdos entre el gobierno y las Farc. Bien, muy bien. Sin embargo, hemos caído en una polarización absolutamente estéril que ha llevado a personalizar el tema entre supuestos amigos y enemigos de la paz. Parecemos idiotas útiles en un partido de tenis observando cómo pasa la pelota de un lado a otro, sin observar lo esencial.
El Gobierno y las Farc acuerdan un desescalamiento del conflicto armado, pero es necesario desescalar también nuestras posturas entre uribistas y antiuribistas. Sí. Funcionarios públicos, medios de comunicación, amigos en bares, taxistas, familia y hasta parejas, estamos clasificando el análisis con abordajes dicotómicos de un tema que exige innumerables matices.
Memes que exacerban posturas y bromas violentas, ridículas y poco argumentadas, y comentarios que no superan la clasificación de 'paracos' o 'guerrillos' a quienes defienden una postura u otra, son básicamente las actuales formas de debate. ¿Quién desea que las Farc violen los DD.HH? ¿Quién desea que las FF.MM violen los DD.HH? En los dos casos, nadie.
Si no confiamos en las Farc, en cuatro meses o antes, podremos saber si teníamos la razón. Si confiamos en las Farc, igual; tendremos esa grandísima oportunidad. Si logramos superar la fragilidad de nuestros egos al solo querer tener la razón, podremos entonces vislumbrar caminos más asertivos y propositivos para alimentar este debate.
Existen mil maneras de debatir sin personalizar, sin odiar. En La Habana podrán alcanzar o no los acuerdos, pero si no logramos desescalar la polarización, estaremos frente a una nueva época de violencia que, pensándolo bien, de nueva no tendrá nada. Basta recordar al mítico coronel Buendía: “La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho”.
La invitación no se orienta a un fácil simplismo que lleve a aceptar todo lo que se decida en La Habana, sino a elevar el debate con formas y herramientas más argumentadas y constructivas. Tampoco a rechazarlo todo, pues al final, y como es sabido, con la guerra solo pierden los civiles y la gran mayoría de combatientes que antes del uniforme y el arma, tenían ruana y azadón.
@josebolivard
