Los Trinos, los Truenos, las Encuestas
Opinión

Los Trinos, los Truenos, las Encuestas

Nuevos factores de poder

Por:
julio 09, 2015
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La búsqueda de la paz no puede ser un mero capricho de un gobierno que la inicia y la acaba después de cuatro años de dificultades, aproximaciones, aplausos y derrotas. Antes de la reforma Constitucional denominada de ‘equilibrio de poderes’, se propendía por constituir esos cuatro años de ensayos, de dificultades, aproximaciones, aplausos y, por qué no, de derrotas, en un paso hacia el volver al solio de Bolívar. La paz y su búsqueda es, debe ser, una política de Estado, como lo ordena el artículo 22 de la Constitución Política: la paz es un derecho y un deber.

Miren ustedes: desde época inmemorial, esto es, antes de la Constitución del 91, casi todos los gobiernos se hacían elegir y después reelegir, al vaivén de la postura de la subversión y, casi que los temas de partido, de planteamiento, de propuestas de gobierno pasaron a segundo plano; la alternativa era entonces: mano dura contra la subversión o, mano extendida para entrar en el diálogo o negociación y, en veces, qué divertido, por decir lo menos, de ‘zanahoria y garrote’; nada de eso es hoy positivo pues el país merece mejores condiciones en la dialéctica del poder y, por supuesto, en el quehacer público. Como que cada gobierno se hace elegir con un mismo eslogan y, cumpla o no, elige al siguiente con la pócima adversa pero con el mismo caldo de cultivo de la violencia y el poder… No existe entonces una postura completamente antagónica, diversa, de contraste;  una que ofrezca de verdad aquello que es disidente, el contraste a lo opinado, a lo ejercido, en el planteamiento y en la solución. No es posible.

Y es que la paz no solo se debe buscar en el contexto del conflicto armado que padecemos. No. Ella es parte de todo un concepto filosófico que se ha venido a menos y que no encontramos ni en el diario trascurrir. Vemos por ejemplo a los partidos políticos empeñados en ganar las elecciones, no en realizar los idearios; en mejorar su postura frente a la nómina, no en invitar a robustecer la cosa pública; en interferir en los asuntos de orden público, así sea invitando a la deliberación de los que por Constitución no lo son —el estamento militar—, sin que se invite a refrendar la civilidad y el poder civil.

No existe oposición al poder, desde el punto de vista real, solo desafueros y cantos de persecución.

Todo ahora se ribetea por el oficio de la ofensa, del apostrofar –dicterio— y, desde luego, del descrédito ajeno. ¿En dónde la ideología y lo programático?

Mientras, las anomías, la subversión y, desde luego, señoras y señores, la corrupción en fiesta; no les llega el mensaje; solo hay trinos que nada indican, que en nada ayudan, que solo divierten a los más lejanos, ofenden a los más cercanos y, qué pesar, reemplazan el quehacer del Estado.

Los trinos son hoy, la gestión pública, la explicación del Estado, el soporte, el planteamiento de la oposición.

Frente a los trinos, hay truenos: la violencia enseñoreada de la visión pública y, por qué no decirlo, a veces, los trinos son la excusa de los truenos, su alimento y el embrión de la violencia siguiente, de la siguiente víctima. Trinos y truenos, se turnan, retroalimentan, se hacen en especial camuflaje, son cómplices.

Y, entre trinos y truenos vienen las encuestas: no se pregunta cómo va la gestión, la cosa pública, la visión de Estado, sino cómo va la polémica que, como es lógico, ha sido influenciada por los trinos y los truenos. De allí, se cambian los funcionarios, se varían posturas, se refuerzan —o reformulan— en el caso judicial, las decisiones —según indique el avatar—, se modifica el pensamiento y, hasta se rompe con el orden de los generales en funciones. Por eso se piensa en acabar con los desarrollos de La Habana. ¡Valga pues señor, lo que viene en función estatal!

Los trinos, por ello, los truenos y, entonces, las encuestas, los nuevos factores de poder.

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