Nada me ha hecho más feliz profesionalmente que trabajar en noticias de radio y televisión, y escribir mi columna de opinión, pero el desequilibrio de la información que seguimos viendo en los medios continua preocupándome.
Me perdonan que hable de mí misma, pero para expresar sobre lo que quiero insistir hoy y lo que he manifestado con anterioridad, debo contarles que mi experiencia ha trascendido los medios y está también ubicada en la otra orilla, la de las comunicaciones de las empresas, de las entidades públicas, de las personalidades, de las comunidades, de los productos y hasta de las concesiones viales, entre otras, todo esto objeto de la información de los medios. No estoy hablando del trillado “free-press”, sino de planes de comunicación, de estrategias con sus tácticas y con todos sus juguetes (Q&A, mensajes clave, etc., etc., etc.,).
Con el cuidado que la información requiere y conlleva, no entiendo cómo hay todavía periodistas que se atreven a publicar un artículo donde por ninguna parte está la contraparte, o el señalado, o el acusado, o el investigado, o lo que corresponda. He visto con asombro artículos, notas, informes en los cuales se despotrica de lo divino y lo humano sin siquiera una nota que diga “fulanito no respondió a nuestro llamado”, o “no quiso hacer público su concepto”, o nada que se le parezca que es lo mínimo que uno espera; no hay el más mínimo asomo de ética periodística. Con el perdón de la mayoría de mis colegas, que sé que asumen su trabajo con dignidad (y no lo digo por los sueldos), pero esos pocos que actúan con ligereza le dejan a uno pensar que se están dejando usar o están recibiendo beneficios de algún tipo, porque de todo hay en la viña del Señor, como dice el viejo adagio.
Que tienen todos los documentos que respaldan su publicación, que investigaron todas las fuentes, que le preguntaron hasta al gato… Pero por alguna razón no van a la contraparte, lo que resulta al final en serias consecuencias de todo tipo para quien resultó afectado por un indebido ejercicio del periodismo. Así como en las guerras la primera víctima es la verdad, en el periodismo “unifuentista” la que primero cae es la objetividad.
He criticado los contenidos de los noticieros de hoy con el protagonismo de los videos de asaltos a tiendas de barrio y feminicidios que envía la Policía Nacional en mi columna del 2 de mayo pasado “Ya casi no sale gente viva en las noticias”. He criticado la desagradable publicidad que se emite a la hora de las comidas en “TV entre gases, flemas y uñas con hongos”, pero quiero insistir en “El peligroso periodismo unifuentista” , sobre el que publiqué el pasado 4 de febrero y que, para mi tristeza, sigue siendo perfectamente vigente.
Como se puede deducir, no es la primera vez que señalo esta situación y aunque me siento como gritando en el desierto, algún día algo se escuchará.Cuando uno se pasa la ética por la faja ¿Quién les va a poner cuidado a esos pocos que desprestigian nuestra profesión? Pues sus directores.
Como decía el polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los maestros del periodismo: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
¡Hasta el próximo miércoles!