La semana pasada Jennicet Gutiérrez irrumpió el discurso de amor a los gays del presidente Obama en la Casa Blanca para denunciar los actos de violencia en los centros de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos. La activista mexicana fue chiflada por el público, mayoritariamente masculino, y fue expulsada de la casa del presidente. La reacción de la gente fue: “Que saquen a la trans escandalosa y malagradecida que está “boicoteando el evento”. Dos días después, la Corte Suprema de EE.UU. legalizó en todos los estados las uniones entre parejas del mismo sexo. Indudablemente fue una gran semana para los derechos de las personas LGBTI; más de 26.000.000 de personas cambiaron su foto de perfil en Facebook para celebrar el pride en todo el mundo y las marchas del orgullo en diferentes países salieron a festejar masivamente la decisión histórica de los norteamericanos.
Sin embargo, las denuncias de Jennicet Gutiérrez acerca de las violencias que experimentan las personas trans inmigrantes en los centros de reclusión pasaron desapercibidas, como suelen pasar desapercibidas las luchas de la T dentro de la sigla LGBTI. Efectivamente, como pudo contar Jennicet después de que la echaron del recinto, el 28 de mayo, una mujer transgénero guatemalteca indocumentada fue golpeada, le tocaron los pechos y abusaron de ella sexualmente”. La necesidad de Jennicet de interrumpir al presidente en un discurso amigable hacia las personas LGBTI responde a un silencio cómplice de la agenda gay y sus intereses en donde las luchas por el matrimonio igualitario han invisibilizado la movilización de las personas trans por el reconocimiento de sus derechos, y han puesto en un segundo plano las necesidades y denuncias de las personas trans contra la violencia sistemática.
Y es que son muy pocos los espacios de participación en donde las voces de las personas trans pueden escuchadas y, por el contrario, son muchos los lugares de donde son excluidas. En un bar, un hospital, una calle, un parque, hasta la Casa Blanca. Hoy en día, el mundo entero conoce la historia de la trans expulsada, una trans más entre miles de mujeres trans que son marginadas de la participación ciudadana con el ojo cómplice de los gays blancos, ricos y poderosos, gays que después de ser sacados de la Casa Blanca le dijeron a Obama “I love you”, y lo aplaudieron por su sarcástico acto de discriminación.
“No, no, no, no, esta es mi casa, este es mi bar, aquí no entra, voy a pedir que la saquen por escandalosa, bullosa, por trans”. Ahora que se fue sí celebremos con este acto simbólico y generemos la percepción de que estamos en un mundo igualitario que no discrimina pero aplaudamos, literalmente en el caso de la Casa Blanca, los actos de discriminación y violencia contra la T”. No con esto estoy aguando la fiesta de quienes quieren casarse, ni tampoco quiero desconocer las luchas de quienes reivindicamos este derecho que tenemos todos los seres humanos, pero como dijo Jennicet Gutiérrez: “Para las personas LGTBQ de color el matrimonio no es una prioridad. Nuestro objetivo consiste en encontrar oportunidades, educar a la sociedad y pedir que se paralicen las deportaciones".
La expulsión de Jennicet, una mujer trans-latina, de la Casa Blanca en un evento gay es un reflejo de la discriminación que viven a diario las mujeres trans en sus espacios cotidianos. Los problemas de in-documentación, las retenciones y deportaciones que quería denunciar la activista son unas de las grandes barreras que enfrentan las personas trans en su diario vivir. En Colombia, dimos un paso gigante el mes pasado: después de una largo trabajo de la coalición de organizaciones Aquelarre Trans, se promulgó el decreto 1227 de 2015 que le permite a las personas trans el cambio del componente F/M en la cédula. Este simple trámite ante notaría, permitirá eliminar gran parte de las barreras que enfrentan las personas para acceder a la ciudadanía plena. No todo está ganado pero lo que sí debe quedar claro es que este no es un decreto para evadir la justicia; no es, como han dicho los medios, una oportunidad para hacer fraudes y engañar al Estado. No es un salvavidas para la adopción igualitaria. No es una trampa para que las parejas del mismo sexo nos casemos. Esa no es nuestra única lucha. Por eso, celebro el matrimonio pero me enfiesto con el Decreto Trans.
PD: Las luchas por la igualdad no solo pueden cobijar a los sectores de hombres gays y de mujeres lesbianas que se quieran casar. No con esto quiero decir que el matrimonio no sea un paso gigante. Personalmente no quiero casarme, pero me encanta ir a las bodas: fiesta, comida, trago gratis y música en vivo en lugares exclusivos. Acepto invitaciones a bodas. Tengo un vestido que nunca uso.
Alejandro Lanz Sánchez
Director Ejecutivo
PARCES ONG
