Los Comités de Ética, las denuncias, ni el despliegue de los medios de comunicación han logrado frenar el otorgamiento de avales a polémicos candidatos, con señalamientos o vínculos con temas y actores al margen de la ley. Ha sido uno de esos hechos que se repite en tiempos de negociaciones basadas en intereses que se apartan del objetivo del ejercicio electoral establecido como el mecanismo para designar a los responsables de administrar y legislar en favor de los ciudadanos.
Frente a esto, los partidos políticos han omitido en diferentes niveles su responsabilidad en la rigurosidad que se requiere para la revisión y otorgamiento de avales, dando paso a una mayor injerencia de los intereses de los denominados líderes de los partidos.
El liderazgo al interior de los partidos - el poder - está representado entre otros, por su caudal electoral, el poder económico y por tanto la capacidad de captar y mover aquellas masas que continúan siendo determinantes en los ejercicios electorales, pero que no eligen sino que participan de intercambios de recursos: transar bienes por el poder que otorga la representatividad. Es decir, que claramente en estos procesos los votos tienen un lugar privilegiado, por tanto, los medios para materializarlos están en la agenda. ¿Votos para alcanzar los escenarios de decisión y actuar de acuerdo con la finalidad de estas designaciones, o votos para conseguir el poder? En los candidatos, su trayectoria y sus proyectos propuestos se pueden buscar respuestas.
Por eso, cuando los temas en discusión son los avales y las calidades de los candidatos, no se trata de escudarse en la presunción de inocencia ni en argumentos tales como, "no ha sido condenado". Se trata de hablar de ética, de las obligaciones y responsabilidades de los partidos y sus integrantes, para que quienes representarán los intereses de los ciudadanos en los órganos del Estado, sean los ciudadanos con la vocación, conocimientos y valores que necesita la sociedad. De esta forma el título de “honorable”, corresponderá sólo a personas dignas de ser honradas por su formación, experiencia y compromiso con las funciones para las cuales fueron electos, y no como sucede y es ampliamente conocido: exclusivamente, a una expresión que precede su nombre cuando le otorgan el uso de la palabra.
Dice la RAE que aval es un “escrito en que alguien responde de la conducta de otra persona, especialmente en materia política”. Entonces, surgen las constantes preguntas acerca de la responsabilidad política de los partidos, de los alcances de las disposiciones y acciones de sus órganos designados para asuntos éticos, y por supuesto, las preguntas sobre la actuación de la organización electoral, los organismos de control y de la justicia del país. En esta realidad, se trasladan ahora los interrogantes a los ciudadanos: ¿Cómo se manifiestan y actúan los ciudadanos frente a los partidos y sus candidatos en este contexto? ¿Quiénes participan en intercambios de recursos por poder? y ¿quienes no participan, se mantienen al margen en un cómodo escepticismo sobre la democracia?
@Aguilera_Ariza
