Quienes pronosticaban un voto-finish en el referendo de Grecia se han quedado sin palabras. El NO rotundo y contundente del 61,5 % de los votantes que no deja duda alguna sobre el rechazo a las propuestas de austeridad de la troika, ha superado las más optimistas previsiones de Syriza y ha sido un fuerte espaldarazo al gobierno de Alexis Tsipras, en su pulso con las instituciones europeas.
Mientras los griegos celebraban con euforia en la plaza de Syntagma, en el resto de Europa empezaban a tensarse los hilos del poder. Con los primeros resultados en la mano, la cancillera de Alemania, Ángela Merkel se comunicó telefónicamente con el primer ministro de Francia, François Hollande. La decisión inmediata fue concertar una cita para mañana por la tarde en El Elíseo y solicitar una cumbre extraordinaria de los países de la zona euro para el próximo martes. Hollande ya había hablado con Tsipras.
Desde Atenas, se dejó oir la voz optimista de Alexis Tsipras, reforzada por el respaldo popular. Su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis manifestó :“Con este valiente no que ha pronunciado el pueblo griego, mañana extenderemos nuestra mano a los acreedores. Llamaremos a cada uno de ellos para buscar un compromiso”. Y sin tiempo para celebrar, se reunió con el gobernador del Banco de Grecia, Yanis Sturnaras —enemigo acérrimo del Gobierno de Syriza—, y con Tsipras para acelerar el auxilio a los bancos, poco antes de la anunciada reunión del Banco Central Europeo. La situación bancaria es de asfixia, y el corralito con retiros de 60 euros por día ha sido en extremo doloroso para los griegos. No obstante, se estima que el 67 % de los jóvenes votaron por el no y el 37% de los mayores por el sí, pese a que las pensiones han estado siempre en primera línea de las negociaciones. Por el no votó la izquierda, los independentistas griegos, y los neonazis contrarios a Bruselas. Conservadores y socialistas no lograron unirse en el si.
Con el respaldo en casa, el gobierno griego ha salido como una tromba a solicitar el reinicio de las negociaciones, después de una semana en la que desde Europa se apuntaba que votar no equivalía a votar no al euro. Por ahora las cosas están así. Antes de la ruptura de la semana pasada, al filo de la medianoche del 30 de junio, cuando Grecia entró en moratoria por no poder pagar los 1.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional (FMI), Tsipras mandó una “última propuesta” aceptando gran parte de los ajustes pedidos por los acreedores el 25 de junio. Además pidió un préstamo por dos años con el Mecanismo Europeo de Estabilidad, una reestructuración de su deuda con el Fondo de Estabilidad Financiera y una breve prórroga del rescate que expiraba ese día y que no fue concedida por el FMI. Ese tercer rescate sería clave para hacer frente a los vencimientos de la deuda entre 2015-2017, que ascienden a 29.100 millones de euros.
Los socios no están tan eufóricos como Tsipras. O no todos los socios. Cierto es que la posibilidad de que Grecia salga de la zona euro no es atractiva para nadie, pero hay posiciones muy duras. Como la de los países bálticos, Finlandia, Alemania, entre otros. Para empezar, dos patronales alemanas, la de cajas de ahorros y la de empresas exportadoras, ya han pedido la expulsión de Grecia del euro. Y el presidente del Parlamento Europeo, el socialista alemán Martin Schulz, le pidió a Tsipras, que presente nuevas propuestas para "convencer" al resto de países del euro que "es necesario, posible y efectivo" retomar las negociaciones para un programa de asistencia para Grecia.
Lo que viene no es fácil. Primero y urgentemente el Banco de Grecia tendrá que pedirle al Banco Central Europeo (BCE) que aumente los préstamos de emergencia (ELA) a las entidades financieras griegas. La decisión deberá tomarse este lunes. La semana pasada no quiso aumentar las partidas de la ELA, y de allí salió el corralito. Si no eleva los créditos, el corralito se podría agudizar, si los aumenta provocará resquemor en los socios europeos más duros y si cancela la ELA, prácticamente expulsa a Grecia del euro.
Nadie tiene una bola de cristal para asegurar lo que pasará en las próximas horas. Seguro Tsipras sacará el as bajo la manga que es el informe del FMI de la semana pasada en el que admite que la deuda griega es insostenible, junto con el que acaba de conseguir: la voluntad del pueblo griego.
Que pueda ganar la partida con esos dos ases, está por verse. Pero aún le queda otra carta política. Esa la ha puesto en evidencia Barack Obama a su colega Ángela Merkel, y es la poca disposición a que Grecia, al tener que salir de la zona euro, se deslice hacia la otra orilla, la de Rusia. Un primer encuentro Tsipras-Putin encendió las alarmas.
Las próximas 48 horas serán decisivas. Mientras los nerviosos mercados de Europa —y del mundo— se enfrentarán seguramente a jornadas bajistas, la reunión entre Merkel —que ha ganado protagonismo en la crisis griega— y Hollande dará la clave de la reunión del Eurogrupo el martes. Después de todo allí están las llaves de las arcas.
