CARTA ABIERTA
Envío: Omar Yepes Alzate
Cuando murió su socio y mentor político, el senador caldense Víctor Renán Barco, le comenté a alguien que usted había padecido en ese momento muerte cerebral, para indicar la manera como el mencionado y reconocido “senador estrella” se había apoderado de sus decisiones políticas. En otras palabras, en mi humilde opinión, Barco era el jefe de los partidos liberal y conservador en Caldas, y el cerebro político de “la Coalición”, nombre pomposo con el que se conoció la temible trinca formada con Luis Guillermo Giraldo, que se apoderó de los órganos ejecutivo, legislativo, judicial, de control y electoral, desde 1979, casi hasta nuestros días. (Luis Guillermo se retiró en 1992).
A usted lo conocí en 1972, cuando era clase media, vivía en condiciones modestas en un apartamentico encima de la flota Autolegal y compartía oficina con un distinguido jurista caldense en el piso 7 del edifico de la Lotería de Manizales. Motivado por mi pariente Humberto Arango Escobar, su segundo, le ayudé a ser congresista en 1974, condición que conservó hasta 2008. Pero cuarenta años de amasar una cuantiosa fortuna clandestina, derivada de comisiones y participaciones que usted recibía como retribución de los alcances de su poder político, no han saciado su codicia de poder que ahora lo lleva a la presidencia del Partido Conservador.
¿A qué regresa usted, doctor Yepes? ¿Usted no ve acaso que el país ya empieza a ser otro? No nos vaya a rimar el verso del “partido” porque eso para usted solo fue un negocio descarado y un pretexto para llenarse de plata los bolsillos. No nos venga a hablar de la juventud que su presencia la descalifica. No nos venga a defender la democracia, que todos ustedes solo reconocen la democracia electoral, representativa, que fue superada por la Constitución Política de 1991 y al contrario, son enemigos a muerte de la democracia ciudadana, participativa.
No faltarán las plumas donosas y abigarradas de algún defensor de oficio que lo sitúa a usted en forma irresponsable al lado del Gran Mariscal y lo deja como ejemplo a las futuras generaciones. Hasta allá no nos aguantamos más. Ya es hora de develar el Robo a Caldas como el gran episodio logrado en su gestión en la vida pública caldense. No de otra manera se explica que un departamento que fue dirigido y gobernado por próceres y prohombres a quienes siempre inspiraba el bien común y la dignidad del ser caldense, pasara en el breve lapso de una generación, a ser dirigido por personajes de oscuros motivos y de puros bandidos, como suMario, su Mario Arias Gómez, a quien colmó usted de todos lo honores y dignidades hasta llevarlo sin vergüenza al Senado de la República.
No valen, pues, como alegato a su favor las prescripciones, las preclusiones, las absoluciones, las cesaciones de procedimiento y, en fin, todas las argucias, astucias y marrullerías de las cuales usted se valió en su vida pública ante el Consejo de Estado, la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría General de la Nación, (¿siete?) y que usted colecciona y menciona como trofeo ganado en su dura brega política. Nada alega en su favor, repito, esa colección de bendiciones judiciales que usted guarda con tanto celo, porque esa es una demostración certera de la crisis institucional que vive Colombia y que le ha costado una guerra de 50 años, porque hubo unos colombianos que se alzaron en armas y no se aguantaron esa cooptación de la justicia, de las instituciones y de la República, por parte de una clase dirigente, corrupta, corruptora, que hizo de la violencia y de la militarización, un motivo para apoderarse del poder político, enriquecerse ilícitamente y excluir a los demás colombianos de la participación en la democracia. Los que sean muy inteligentes, asesinados. Los que sean más güevones, a la cárcel. Y los que quieran comer callados, que vengan a “nuestra” democracia.
El presidente Santos está jugando restos para empezar la transformación de Colombia, hacia la modernidad, hacia el siglo XXI. Usted, y los pocos que usted representa, ya no cabrán en ese proyecto político. Ya se adivinan fuerzas incontenibles que van a liberar a Colombia de ustedes, la clase política tradicional. Una vez se consolide la desmovilización de las Farc, la tarea de los colombianos, unidos, será revocar a la clase política tradicional colombiana. Eso está marcado por el péndulo de la historia. Algo irreversible, porque la historia marcha siempre hacia adelante. Y ustedes, ya lo dijo el presidente Santos, representan el pasado.
Por eso resulta conveniente la jugada que usted hace para representar el partido conservador en este momento. Nadie pudo haber sido más leal con la Colombia que necesitamos reconstruir, que su designación como presidente del partido conservador. Usted, per se, es un descrédito que canta boleros. Usted es un sepulcro blanqueado, a la manera de Mateo 23, 27-28: “…relucientes por fuera, mas llenos de muerte y de inmundicia por dentro”. Usted representa la corrupción política, como pocos en este país. Usted es Colombia siglo XX, doctor Yepes. Y no está solo, desde luego. Lo acompañan en su tarea, muchos que le hacen el juego y otros que les importa muy poco. (El yepismo, con excepción de AugustoLión Restrepo, que lo salva la poesía, es una vergüenza intelectual, moral y política).
Pero sepa que hay una Colombia que clama justicia. No se le olvide que hay una ciudadanía esperando su hora en la democracia. Tan pronto las Farc acuerden su desmovilización con Santos, este país despertará de su letargo. Renacerá de las cenizas de 50 años de violencia, corrupción y de exclusión política. Los que dominaban ayer, serán revocados mañana. Los próceres y los prohombres de ayer, ya no tendrán su lugar ni en historia ni en estatuas. Los acusadores de ayer, estrenarán los nuevos códigos mañana. Porque el país del futuro será, no solo sin Farc, sino sin clase política tradicional dominante. Vendrán nuevos liderazgos, más honestos, más patrióticos, más ciudadanos, más democráticos, inspirados en el predominio del interés general y de los supremos intereses de una sociedad civilizada, pacífica y democrática, y no esa vergonzosa rapiña en medio de una impunidad humillante con que ustedes saquearon durante 40 años los recursos públicos nacionales, regionales y municipales.
Como bien dijera uno de sus homólogos: “Bienvenidos al pasado”.
Óscar Londoño Jaramillo
c.c. 10.214.369 Manizales
P.S. Este texto no es un desafío. No. Ni es una denuncia. No. “Yo he venido aquí para dar testimonio”, dice el evangelista, agrego yo, de vida, de historia, de heroísmo y de ciudadanía.
Este texto no es un testimonio: es una confesión. Y es una confusión de imágenes y sentimientos que viví en el año de 1990, siendo un hombre de confianza en un negocio sucio que tenían Barco y Yepes en Caldas, legal, desde luego, pero consistente en desviar la mayor parte de los recursos del presupuesto de inversión de Caldas, en este caso, hacia la Cooperativa de Municipalidades, siendo yo su Gerente, y con destino a la campaña política de ellos en 1990. Pasadas esas elecciones, en una operación financiera estúpida, de la cual soy único responsable, motivado con dosis calculadas de whisky, marihuana y risas, suministradas por el congresista Mario Arias Gómez, íntimo de Yepes, y de la cual reaccioné ocho días después, estando en la cárcel de Manizales.
Escribo, pues, como víctima de la corrupción política en Caldas. Porque si yo estuve dos años de cárcel física, en silencio hasta hoy, por un delito que no cometí, Yepes es poco cadena perpetua.
Yo creo que Orlando Sierra, víctima de ese furor político, merece recordarse como ciudadano ejemplar.
Este es un homenaje a la fuerza que decide: al poder ciudadano.