En la presentación del mapa político del Concejo de Bogotá, John Sudarsky evidencia que i. el actual Concejo fue elegido por la tercera parte de los bogotanos en edad de votar; ii. de éstos sólo el 6 % recuerda por quién votó para el Concejo; iii. apenas el 4 % sabe si su candidato salió elegido y iv. tan solo el 1 % considera que los concejales son los más cercanos o quienes mejor los representan. Esto quiere decir que solo 50.000 bogotanos se sienten representados por esta corporación.
Esta crisis de representación nos lleva a buscar caminos para que los ciudadanos seamos más activos y los concejales más responsables con sus electores. Nuestros representantes deberían asumir prácticas que estrechen la relación entre la ciudadanía y el elegido e impulsar cambios que permitan recuperar la cultura ciudadana, como política que contribuye a fortalecer la cultura democrática.
Partamos del hecho que nuestros gobernantes están en deuda con los bogotanos: se olvidaron que los ciudadanos estamos en formación y esta tarea no se puede descuidar y mucho menos engavetar en el olvido. A pesar de descuidos y decisiones equívocas, la mayor parte de los bogotanos seguimos cumpliendo las normas de convivencia, pagamos los impuestos y protegemos la vida. Son los ciudadanos quienes han salido a las calles a probar acciones creativas que buscan corregir comportamientos inadecuados de algunas personas que optan por la vía del atajo. Son ellos quien hoy clama que vuelva la cultura ciudadana. Por ello, necesitamos que la cultura ciudadana llegue al Concejo de Bogotá para defender y promover este enfoque que desarrollo Antanas Mockus.
Los concejales deberían ser los primeros y los mejores educadores de la ciudad, capaces de regularse y de regular a colegas y ciudadanos que toman las vías de la violencia, del atajo y de la ilegalidad. Bogotá necesita un Concejo que sea propositivo, que contribuya a buscar creativamente las soluciones que requiere la ciudad. Un Concejo crítico pero no criticón, que ejerza el control político respetando a las personas, atacando enérgicamente los problemas y buscando que las cosas funcionen cada día mejor.
Así sería un Concejo zanahorio, que reivindica el cuidado de los recursos públicos como recursos sagrados, que cuida la inversión eficiente del presupuesto, que maximiza el uso de los impuestos que pagan los contribuyentes y que se compromete a dejar en el pasado el lastre del cartel de la contratación. Un Concejo zanahorio cooperaría sin pedir nada a cambio y eliminaría la lógica de trabajar con el alcalde vía clientelismo, mermelada y chantaje. Un Concejo zanahorio escuchará a la ciudadanía, rendirá cuentas y actuará motivado por intereses generales y no particulares. Un Concejo zanahorio sin duda generará admiración y orgullo en todos los bogotanos.
Se ha iniciado el proceso electoral y los ciudadanos podemos (y deberíamos) escoger candidatos zanahorios que transformen la cultura interna del Concejo, que eleven la vara ética y sean capaces de corregir y dejarse corregir por las buenas. Es el momento de buscar candidatos que promuevan la cultura ciudadana: que la entiendan y que la valoren, para que sea incorporada en el próximo plan de desarrollo y materializada mediante proyectos y presupuestos que nos permitan revivir y avanzar hacia esta apuesta de ciudad. Necesitamos un control político que evidencie los problemas que afronta la ciudad y que deberían ser atendidos con el enfoque de cultura ciudadana.
Les propongo que dignifiquemos el Concejo, dignifiquemos la política. En todos los partidos con seguridad hay candidatos zanahorios. Busquémoslos, conozcamos a fondo sus propuestas y el 25 de octubre elijámoslos. La tarea de transformar las prácticas tradicionales de hacer y ejercer la política es responsabilidad de todos y para lograrlo necesitamos que usted ponga su granito de arena. El voto de los bogotanos en estas elecciones será vital.
Cultura ciudadana al Concejo, todos ponen, ¡empiezo yo!
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