Me siento con el computador en mis muslos, más caliente que cualquier mujer que se haya sentado alguna vez allí y escucho de repente una de estas imitaciones baratas de vuvuzela que compra la gente para básicamente hacer una guerra de ruido, anunciando por todos lados con esto que empieza aquél suceso que le dio sentido a sus vidas, las cuales terminaron en diferentes ámbitos laborales luego de que en cierto momento por una capacidad para soñar medianamente desarrollada quisieron ser futbolistas, y fracasaron.
Hay partido recordé, hay partidos todo el tiempo, pero éste es de Colombia, tiene un sentido diferente, ha sido un suceso que ha recogido las dudas que deambulan por el país sobre el sentido de gentilicio y a las mentes más conformistas se las ha solucionado. No sabemos tampoco, aquellos que no le invertimos a la “camisetica” si lo hacemos de puros mamertos, habrán quienes sí y quienes no, hay quienes han encontrado en estos sucesos una excusa más para crear discursos adjudicando al fútbol la distracción de la masa sobre la “realidad nacional” y aplastar cada vez que se da la oportunidad a los hinchas, que inocentes, tan sólo siguen el ciclo natural de la vida y apoyan a la selección que les tocó apoyar.
También podría ser momento para que a quienes nos encanta sentir una superioridad moral innata en nuestro ser, reflexionemos sobre eso de “realidad nacional”, ésa vaina no existe, es intangible, el colombiano promedio por más periódicos que siga en twitter y noticieros tradicionales o alternativos que vea, nunca está al tanto de esa tal “realidad”. Bendito sea Jaime Garzón que sin untarse de nada entraba a lo más oscuro y sacaba un par de secretos.
¡Hombre, pero si falta una hora para que jueguen! Dejen de pitar con esa cosa que al final sólo hace ruido, con lo hermosos que son los instrumentos de viento y lo que nos venden es una corneta de tractomula. Yo no los juzgo, sólo los reflexiono y me reflexiono, nunca llego a ninguna conclusión, al final pueden ellos ser los inteligentes, ellos están borrachos de la felicidad y de la sumatoria de ése 4% de alcohol en forma de pola, yo por otro lado estoy aquí escribiendo sobre ellos, sólo, y no estoy ni borracho, ni feliz.
Varias veces en la vida me dan ganas de gritar enorgullecido “A mí nunca me ha gustado el fútbol” hasta que recuerdo aquellos guayos, guantes y camiseta que compré década atrás. Yo también pequé ahora que lo pienso. Ése deporte en medio mundo tiene un poder muy fuerte ¡es poder! ése poder que quisiera yo en algún momento tuviera mi obra, pero no, al final los artistas no vamos a tener a un país haciéndonos barra al terminar una acción plástica, un audiovisual, una canción, un escrito, algo… Ya quisiéramos nosotros tener ese poder, en mayor o menor medida, que la gente consumiera esa versión nuestra de la “realidad nacional”, diríamos que ojalá se embrutecieran con algo más real, hasta que vemos lo que hacemos.
Ay, es una lucha eterna. Cuando no es el fútbol es Diomedes, o cualquier cosa que Caracol o RCN le ofrezcan a la gente para salir de la rutina. “Es que la televisión es para distraerse” adjudicaría mi papá, tal vez tenga razón, él lo acepta, habremos quienes no, quienes simplemente no queremos vivir “distraídos”, buscamos otra cosa para embrutecernos, todo lo repensamos y luego nos damos cuenta que al hacerlo le damos poder a todo, todo nos domina, nada nos deja vivir en paz, así mismo las críticas al trabajo propio nos carcomen. Desde hace un tiempo digo que Hermana Duda de Jorge Drexler lo expone perfectamente, ya quisiéramos nosotros vivir tranquilos, en paz, pero no, preferimos la guerra con nuestra propia mente, le damos poder a eso.
Prendo el televisor, con un deseo puro de “vivir distraído”. ¡Vaya sorpresa! Colombia el único gol que ha metido ha sido a mí y al resto de mortales que nos estamos “distrayendo”.