De padre sol a aportante de semen
Opinión

De padre sol a aportante de semen

Por:
junio 23, 2015
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Para la mayoría de culturas en el mundo, estamos celebrando por estos días la fiesta del padre sol, el solsticio de verano, el Inti Raymi, todas fiestas que honran el principio masculino del universo, la fuente de energía, madurador y cosechador, que junto con el principio femenino fuente de vida, hacen posible todo.

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Con fiestas, rituales, pagamentos, homenajes, el mundo reconoce y se alinea con esa fuerza poderosa, nutridora, proveedora de bienestar y abundancia y también de guía sobre las horas, los meses y los ciclos.

En mi camino personal, me dispongo siempre a celebrar los solsticios y también en junio a celebrar el día del padre, reconociendo que la paternidad es un rol central en el cuidado y la nutrición de la vida en el planeta. Mi propio papá, lleno de dolores por no haber tenido padre conocido, en una época en que ser “hijo natural” o “bastardo” era como una peste, vivió lleno de contradicciones. Su paternidad tenía un movimiento pendular entre la figura amorosa, juguetona y cuidadora, que nos preparaba para nuestro propio vuelo, y la figura posesiva, agresiva, descalificadora y ausente, que genera carencias y cicatrices en las vidas de su progenie.

He tenido posibilidades muy grandes de comprender, ponerme en su lugar y sanar la relación con mi padre, proceso que empecé cuando aún vivía y aún no termina. Tal vez por eso quedé impactada hace unos días, en una conversación con estudiantes universitarios, por  la cantidad de dolor y rencor que varios de los hombres de esta generación (entre 20 y 25 años), han acumulado hacia sus padres. De hecho, al nombrarlos, hubo chicos que nunca utilizaron términos como padre, papá o alguno similar. En su lugar los nombraban como “el aportante de la mitad de mi material genético”, “el accidente de mi mamá”, “el donante de semen”, etc.

Me quedaron mil interrogantes acerca de cómo ha sido posible que  una figura poderosa y vital como el padre, pueda llegar a tal nivel de degradación simbólica entre las nuevas generaciones. Por supuesto, la paternidad problemática no es una situación nueva. Las generaciones anteriores también se han debatido entre idealizar a sus padres autoritarios, justificar sus excesos de distancia emocional, inflexibilidad y violencia, y llorar pro sus desdichas:

Escuchando los argumentos de mis estudiantes y otros jóvenes en conflicto con sus padres, pude identificar al menos tres tipos de argumentos:

  • Distancia del tipo o modelo de “conquistador”: se nombra a los hombres y sus hábitos de coquetería como “perro”, “la rana que salta de loto en loto”, “el marrano”, etc. Con este tipo de expresiones toman distancia de la objetivación de las mujeres que ha acompañado a nuestra cultura. Estos hombres han generado gran empatía con sus madres, hermanas y mujeres en general.
  • Cuestionan a sus pares cuando ven signos de repetir viejas y dolorosas historias conocidas y sufridas, a riesgo de quedar como “traidores” de su género, como sapos, zalameros (insultos que reciben con estoicismo). No soportan que la masculinidad consista en repetir viejos modelos, derrochando la posibilidad de crear nuevos caminos.
  • Menosprecio por la falta de compromiso y capacidad de cuidar la vida que engendran: la mayor distancia con sus propios padres, la manifiestan al no reconocer la paternidad como hecho biológico, sino como rol social de cuidado y responsabilidad. A los padres ausentes no los perdonan, algunos manifestaron “no conozco a mi padre ni quiero conocerlo”. “Mi proyecto de vida: no ser como mi padre”.

Es un panorama triste y a la vez esperanzador. Es un reto a quienes han construido modelos que a su vez son repetición de otros aprendidos de sus antepasados. Es un reto también a quienes participamos en la formación de las nuevas generaciones, nos pone el imperativo de instalar interrogantes, mostrar múltiples caminos, no permitir que las pasiones tristes y las repeticiones se apoderen de la capacidad de construir otras maneras de ser y de relacionarse.

Tenemos derecho a celebrar los cambios. Necesitamos más padres soles y menos aportantes de semen.

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