Un proyecto de construcción de memoria histórica de esencia regional ha venido germinando lentamente desde hace unos cuatro años en la Universidad Tecnológica de Bolívar, en Cartagena de Indias.
Habiendo reflexionado profundamente con nuestro equipo sobre el olvido de la ciudad frente a los terribles hechos que han marcado el conflicto armado interno en Bolívar y el Caribe —y particularmente los asesinatos selectivos, las masacres, los desplazamientos y los despojos que se fraguaron en casi todos los municipios que la circundan, y que se hallan a una hora o poco más de camino— decidimos priorizar la construcción y la difusión de la memoria histórica regional dentro de nuestra agenda de investigación aplicada.
Lo que comenzó como un seminario avanzado en el que nos propusimos con nuestros estudiantes aprender la teoría y la metodología práctica de la construcción de memoria histórica, luego se plantó como un semillero de jóvenes investigadores que —en gran medida gracias al acompañamiento del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y de la profesora María Emma Wills, que buscaba impulsar tal tipo de investigación en las universidades regionales— se convirtió en el Grupo Regional de Memoria Histórica de la UTB, el cual ya cuenta con su primer informe publicado por el CNMH.
Es desde los aprendizajes que hemos obtenido a lo largo de este proceso que hoy quisiera presentar algunas reflexiones en torno a cuatro retos, y en especial en torno a cuatro oportunidades concomitantes, de la construcción de memoria en las regiones.
En primer lugar es importante hablar del reto de la seguridad. Y no solo del reto que en términos de seguridad enfrentan los equipos de investigación que entramos al territorio para desarrollar proyectos de construcción de memoria histórica con las víctimas y sus comunidades. Respecto a este aspecto, debemos ser siempre muy juiciosos al implementar —y perfeccionar constantemente— nuestros protocolos de seguridad y autocuidado.
Pero principalmente, es imperativo hablar del reto de la seguridad para las víctimas y sus comunidades. No podemos caer como en paracaídas en un territorio, para realizar ejercicios de construcción de memoria, y simplemente despedirnos tras haber realizado los ejercicios que habrán de materializarse en un producto “entregable” en el marco de nuestros presupuestos y las exigencias de nuestros financiadores. Una de las grandes oportunidades de construir memoria histórica desde las regiones es que desde aquí podemos hacer un gran énfasis en los procesos mismos, y no solo en los productos.
Dichos procesos deben incorporar una dimensión de relacionamiento profundo con las víctimas y las comunidades que, por cuenta de su participación en ejercicios de memoria histórica, se hacen más visibles y vulnerables ante los actores armados y políticos que han ocupado —y ocupan hoy— no solo la geografía, sino además buena parte de la institucionalidad política y económica de los territorios donde ha ocurrido el conflicto. Es nuestro deber, como investigadores regionales de memoria histórica, construir una relación más sólida con nuestras comunidades, sus víctimas y sus líderes; acompañarlos en sus procesos de resistencia y denunciar activamente las estructuras de cooptación e imposición de los órdenes locales y regionales autoritarios que han emergido de las dinámicas de los conflictos sufridos en los territorios.
El segundo reto es el de la limitada, e incluso a veces apenas naciente, capacidad académica y metodológica con la que contamos en muchas de las regiones donde debemos desarrollar procesos de investigación aplicada en memoria histórica. Respecto a este reto, solo quiero decir que hay que aprender a reconocer nuestras limitaciones, atreviéndonos a aprender haciendo y contando con la oportunidad de ir sobrepasándolas constituyendo alianzas estratégicas entre las iniciativas de memoria y la academia regionales. Con este fin será clave tener siempre en cuenta, al diseñar procesos y proyectos de construcción de memoria histórica desde las regiones, la incorporación de estrategias de formación de jóvenes investigadores, tanto en las universidades como en las mismas comunidades.
El tercer reto consiste en que, al hacer memoria desde y para el territorio, surgirán preguntas insospechadas y nuevos problemas de investigación. Ante ello, será necesario adaptar metodologías existentes —como las de la Caja de Herramientas y como las de la cartilla Memoria histórica en el ámbito territorial, cuyo lanzamiento hoy celebramos— y no temerle a teorizar la memoria desde diferentes realidades contextuales. Este reto se perfila así también como una gran oportunidad para realizar comparaciones entre diversas regiones, y para comenzar a evaluar y afinar los efectos y los impactos de la construcción de memoria histórica.
Por último, es necesario reconocer el reto que plantea la lógica centralista bajo la que opera el Estado colombiano. Incluso entidades que han demostrado un compromiso profundo e insoslayable con las regiones, como el CNMH, corren el riesgo de no escapar en ocasiones a los fuertes incentivos políticos y organizacionales, así como a los lenguajes, de un diseño institucional históricamente tendiente al control centralizado de lo público. Con los retos que surgen de un mandato legal que propiciará una etapa de proliferación de proyectos regionales de memoria, debemos asumir también la imperante oportunidad de repensar el nivel nacional de gobierno; los invito a que lo hagamos.
Ante este panorama de retos y oportunidades, la adopción de un modelo policéntrico —y no centralizado— de construcción de memoria histórica desde y para las regiones, permitirá darle cada vez mayor nitidez a la visión de una verdadera diversidad polifónica de memorias, orientadas hacia la formación de explicaciones e interpretaciones cada vez más profundas y complejas del conflicto, y hacia la creación de una empatía cívica y política con las víctimas que fomente una idea de paz basada en una justicia más humana y universal.
P.D. Este texto recoge mi intervención en el foro Retos de la memoria histórica en los territorios, realizado por CNMH e 18 de junio de 2015 en el Centro Cultural Gabriel García Márquez. Quiero extender un agradecimiento muy especial al CNMH y a la coordinadora de su estrategia nación-territorio, Nathalie Méndez, por su amable invitación.