Mario Vargas Llosa opina sobre Fernando de Szyszlo: “Quizá no haya mejor definición de la vida que llamarla movimiento y elogio más grande que decir que él está constantemente vivo como creador, que su obra es un continuo cambio. El movimiento y el cambio, son actitudes que han gobernado siempre el quehacer artístico de Szyszlo. Una pintura, que como un árbol o un hombre madura, crece, se mueve y es con el tiempo otra, sin dejar de ser siempre la misma”.
Con motivo de su exposición en Medellín en la galería Duque Arango, el alcalde Aníbal Gaviria le concedió las llaves de la ciudad y a Szyszlo le dedicaron toda esta semana en la ciudad que celebra con entusiasmo la presencia de un pensador universal, del artista peruano que encontró su identidad latinoamericana cuando llegó a París en 1949. En esa época estaban vivos los grandes desde Picasso hasta Matisse que mostraban los caminos. También encontró el existencialismo de Jean Paul Satre y reanudó su eterna cercanía con la poesía junto con Octavio Paz donde Rilke ha sido siempre su preferido, porque le alumbra y le da sombra a su alma profunda.
Por otro lado, se encuentra su fuente predilecta que ha sido Marcel Poust en sus descripciones sobre la condición humana. Muchos han sido los autores que, en su voracidad como lector, lo ha llevado a muchos rincones.
Las 24 obras que se presentan en la galería han sido pintadas entre el 2014 y el 2015. Sus 90 años no le impiden seguir buscando el significado de un sentido interno y profundo para que salgan obras que se mueven entre planos arquitectónicos, referencias de paisajes peruanos, figuras que provienen de sus propias abstracciones de la fuerza de la geometría inca y de formas que provienen de sus presentimientos cuando se encuentra en la oscuridad.
Aunque maneja un color y relieve que construye en silencio con yeso, conserva a Rembrandt como su guía donde el claro oscuro es su exacta referencia. La luz es siempre un destello que desde atrás, crea una perspectiva desconocida y profunda. En los otros planos maneja el color de una forma magistral.
Desde siempre ha buscado un otro sentido de lo sagrado. Algo despojado de cualquier ritual religioso porque además Szyszlo se ha declarado siempre agnóstico. Algo quizás más cercano al sentido de la vida que justifica la existencia y a su inminente derrota con el destino inevitable de la muerte. Lo sagrado humano con su estricta razón fundamental y con el impulso natural de lo emocional.
Además es el poeta de los significados pictóricos, el que ha buscado en el poema sobre la muerte de Atahualpa —traducido por Arguedas— la raíz de un comienzo y un final o, en esa forma aguda y contundente donde Vallejo, el poeta peruano, encuentra en su poesía a la muerte en París mientras llueve.