Y eso que lo he intentado y en algún momento me entusiasmó el juego limpio que caracteriza sus partidos y los goles de Alex Morgan y las piruetas de Marta, pero nada que hacer, el fútbol femenino para mí es otro tipo de deporte, mucho más lento, torpe y parco, que el masculino. Ahora, cuando esta generación brillante de jugadores ha perdido la brújula en Chile —es miércoles en la mañana y no sé cómo quedó el partido con Brasil— me he tratado de subir al bus de la victoria con la campaña de las chicas superpoderosas. Vi el segundo partido contra Francia, le metí ganas, me concentré, fui indulgente, pero al final, cuando Catalina Usme le puso con su gol el puntillazo que clasificó a Colombia a octavos del mundial, en vez de celebrar a rabiar, de gritar, simple y llanamente caí en el sopor propio del domingo y pensé, con tristeza, en que la selección masculina estaba a punto de tener su primer fracaso en cinco años.
No me importa si la japonesa Aya Miyawa tiene un disparo potente en la media distancia o si la brasilera Cristiane hace unas chilenas espectaculares, nada que hacer, me aburre la manera como corren, los excesivos errores defensivos, los goles que se comen, la torpeza de las porteras. El fútbol femenino se viene jugando desde finales del siglo XIX. Desde 1991, con la creación del Mundial de Fútbol, tomó un cierto impulso en regiones como la nuestra, abocadas irremediablemente al machismo. Lamentablemente para las muchachas que lo practican, está lejos el día en que en Colombia se logre crear una liga profesional. Las jugadoras, si quieren mejorar sus condiciones laborales, deben ira a países como Suecia o Estados Unidos en donde, lejos de ser una pasión, el fútbol femenino se ha transformado en la mejor forma de convencer a las niñas que hagan deporte. La falta de garra y entrega se traducen en el juego limpio que tanto cacarean sus defensores. A veces, cuando juegan las gringas, entiendo a las chicas que se emboban viendo un partido de Portugal sólo por verle las piernas a Ronaldo o las que ven los partidos del PSG con la esperanza de que Lavezzi haga un gol, se quite la camiseta, y muestre su torso. Hope Solo, la guardavallas de los Estados Unidos, posee una belleza avasallante. Lamentablemente para mí, pocas veces atacan a las norteamericanas así que casi nunca aparece en los partidos. Es más práctico verla en los videos que están subidos en Youtube.
Es consuelo de tontos pensar que una buena actuación de las chicas borraría la amargura que significaría una temprana eliminación en la Copa América. Eso es tan estúpido como las alegrías de mentiras que teníamos cuando el único deporte que le daba glorias al país era el patinaje, una práctica que ni siquiera es Olímpica y que a nadie, aparte de nosotros y de un puñado de coreanos desparchados, les importa.
Igual ojalá las chicas avancen lo más que puedan y consigan la gloria, no por los colombianos que ni siquiera sabemos cómo es la alineación titular del equipo, sino por ellas, las aguerridas, sufridas y maravillosas chicas superpoderosas.
