Espantable
Opinión

Espantable

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junio 14, 2015
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Se hizo la oscuridad y del lánguido rayo de luz nació el rostro pintado de azul que en muecas de dolor hablaba del carácter espantable de estar vivo. Al invocar a Silvia Plath en el escenario del Teatro Matacandelas dos momentos de la obra me hicieron estremecer, los dos en donde se decía la palabra espantable. ¿Qué leía mi alma ahí?

Luego de diez años de haber visto el montaje La chica que quería ser dios por primera vez, ante mí, develado, estaba uno de los enigmas de la obra, el tránsito entre el aquí y el allá, el pasar de ser testigo a espectro. Los fantasmas en el escenario, los de Silvia Plath y Ann Sexton se revelaban ante nosotros, encarnados en el rito del arte, haciéndonos saber que éramos completamente susceptibles al horror del tránsito en lo que muere y allí se queda, o en lo que vive luego de sucumbir. El piso del escenario, casi extinto también, era el motivo de la reunión. Habría que morir para renacer se repetía una y otra vez. El viejo escenario del Mata que recibió más de quinientos grupos y fue plataforma de 3500 funciones, esa noche era honrosamente pues la sala a finales del año será esa y también será otra, nueva, brand new.

A partir de ese momento, he meditado en lo espantable y en su carácter como si hubiera cruzado una línea, una de carácter poético. Primero, en las historias de la infancia nos decían que tarde o temprano nos encontraríamos con aquellos que deshacían los pasos en los corredores de las vetustas fincas, sabríamos de los aparecidos y de los fantasmas que hacían las veces de guardianes de los entierros con sus luces juguetonas en el potrero, ya todo eso está atrás, guardado en el cajón del escepticismo; ahora en cambio lo más espantoso se me evidencia en nuestras propias muertes y sus resurrecciones en ese ciclo sucesivo que está en lo grande y en lo pequeño. Hay un momento en el que pasamos de ser espantados a determinar lo que puede ser espantable, podemos ser espectros también.

Luego de la noche de teatro, a la manera de la últimas doce campanas de Ebenezer Scrooge en el Cuento de Navidad de Charles Dickens, bellos espectros se me han aparecido trayendo en la vigilia y en el sueño imágenes dobles en donde yo veo la duplicidad de la misma mueca que es horror y conciencia.

En una noche en la selva del Putumayo, fantasmas muy vivos de viejas tradiciones indígenas, esta vez bajo un cielo de cinc y un piso de concreto, nos mecían al vaivén del escándalo de grillos y de animales de la noche, nos despertaron antiguas palabras y bailes, invocaron a la selva para remedio de los presentes. Renació el espíritu antiguo de la cultura, los misterios del rito y seguro todos pudimos ser fantasmas en el escenario. Dónde está el qué ha muerto, quién espanta a quién. La serpiente nos abraza, como dice Ciro Guerra.

En la noche de la ciudad, la pantalla de la televisión convoca a otro espectro, esta vez de un tipo suave, femenino. Viendo un documental sobre el blog Advanced Style viene a mí Ethel Gilmour. Ella, otra de esas a las que le rendiría homenaje el fotógrafo que busca icónicas de mujeres que luego de un tiempo largo de su vida encuentran su propio estilo y salen a la calle bellas en la madurez, seguras de sí mismas. Una de ellas, Ilona, a sus 93 años decía que hacia sus ochenta años había conquistado la plenitud de sentirse bien consigo misma, en su piel, a partir de ese momento ya no quiere una aventura más, el presente se le hace suficiente. Y veo a la pintora nuestra, bajo su guayacán que es un árbol sabio pues florece y pierde sus flore al hacerse viejo y  al llenarse de flores se hace joven otra vez.

Alain Finkielkraut escribió en La Derrota del pensamiento un capítulo sobre la juventud y con sarcasmo decía que la canción que dice We are theworld, we are thechildrenses el himno actual sobre lo que él afirma es la enfermedad de la eterna juventud y que produce como síntoma la altísima valoración de prolongar lo juvenil como si fuera un estiramiento facial. Para él: “la cultura, en el sentido clásico, basada en palabras, tiene el doble inconveniente de envejecer a los individuos, dotándoles de una memoria que supera la de su propia biografía.”

Yo diría que en ese amplio nosotros de espectros del pasado y visiones del futuro que componen nuestro yo, late el corazón siemprejoven que no envejece y al mismo tiempo se renueva como el guayacán, nos instalamos en la multiplicidad del carácter de ser espantosos espectros, espantados que otorgamosla sabiduría de saber qué es espantable luego de cierto tiempo. Vamos tomando edades para devolvernos en el tiempo.

Saberestar y Saberhacer, Purgar y soltar. Eso nos dijo el Taita en la selva y también lo dijo el árbol en la esquina.

 

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