Por estos días donde vivimos en una ciudad que muta de clima sin ni siquiera pedir permiso provocando un caos tal que genera inmovilidad completa a lo largo de todo el valle, me tocó guardar mi acostumbrado medio de transporte, porque el agua y el frío eran tal que decidí viajar con uno de estos psicólogos callejeros que deambulan en pequeños consultorios ambulantes pintados de amarillo y así enfrentarme a la bestia de trancón que me esperaba en mi ruta de camino.
Logré subirme y al entrar y sentir la calefacción del interior del vehículo, el caballero que conducía me hizo una pregunta que creo debería por decreto presidencial ser una pregunta obligada para todos los taxistas, casi un delito penal no formularla: “¿qué música querés escuchar?” me increpó este joven de unos veinte tantos años con un marcado acento paisa.
Por un momento pensé en la tarde nubosa que se alargaba a mi alrededor y me hice a la idea de que era una tarde corta venas así como para amenizarla con Juan Fernando Velasco, Tranzas o Santiago Cruz; tal como afamadas emisoras de la ciudad logran pasar su parrilla las 24 horas, creo que solo les falta regalar cajas de minora para que sus programas sean totalmente populares, bueno… un poco más.
Pero decidí salir de aquel letargo que me llamaba instintivamente al suicidio, y pensar en otras alternativas para responder aquella existencial pregunta, pensé por un instante ¿qué era la música? ¿Por qué era tan importante incluso desde un viaje en taxi hasta la composición de un himno de estado? Sí, porque es que la usamos para todo, desde un desfile militar, hasta un desfile de modas. Recordé aquella definición griega que la describe como “el arte de las musas” de ahí su vocablo, y cuán importante es para nosotros, tanto que algunos científicos hablan de musicoterapia o efecto Mozart para los pequeños que aún se encuentran en gestación como método a un mejor desarrollo cognitivo y psíquico.
Mi compañero de viaje esperaba expectante, creo yo que le indicara alguna estruendosa emisora de reggaetón o alguna electrónica, y por qué no hasta se imaginaría que el andar en bus por tantos años había despertado en mí el más fino gusto por la guas-carrilera, creo que pensó de todo. Pero aun sin responderle nada sólo le indiqué hacia donde me dirigía y volví a abstraer mi mente en aquella pregunta que redundaba en mi cabeza minutos atrás, tal vez la cultura infunde en nosotros el aprecio por este bello arte y define en cada uno el género, la forma, el lugar y hasta el volumen para escucharla o producirla porque eso sí, para escuchar ciertos géneros es necesario unos decibeles de más.
Pero en principio factores como la latitud, el clima, la personalidad influyen enormemente en lo que escuchamos, como quien dice, entre gustos no hay disgustos. Claro que hay ciertos gustos que disgustan más de lo que deberían, pero no viene al caso. La música ha sido, es y será la más rica inspiración para el hombre, el lenguaje más universal y una forma de expresión enriquecida de un sinnúmero de herramientas y colores que hacen de cada momento del ser humano un espacio para recrear emociones y sentimientos que ponen color o penumbra a cada momento de la existencia; ahora la pregunta es ¿qué haríamos sin la música? Creo fervientemente que viviríamos en blanco y negro.