Conocí a Simón Trinidad cuando era Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, o, simplemente, Ricardo, el gerente de la agencia del Banco del Comercio en Valledupar y profesor de economía en la Universidad Popular del Cesar, a sus aproximados 35 años, cuando como a la Marily, de Calixto Ochoa, todo el mundo lo quería. Apuesto, radiante de simpatía, dueño de una inteligencia y cultura excepcionales, enriquecía su carisma con sus firmes convicciones de izquierda.
De eso hará cuarenta años, cuando un grupo de jóvenes inquietos intelectualmente nos juntamos para dar nacimiento a un movimiento político que bautizamos Causa Común, en la hermosa capital mundial del vallenato. Al unir nuestros entusiasmos por un cambio en la política nacional y local, jamás se nos ocurrió imaginar que una decisión tan cargada de buenos propósitos, llegaría a acarrear una transformación tan profunda en nuestras vidas.
En el departamento del Cesar, los integrantes de Causa Común definimos, tras un serio debate interno, adherirnos a la Unión Patriótica, que era una propuesta nacional, y cuyo discurso se parecía mucho al nuestro, que era local. Ricardo se reunía con nosotros en privado, nunca apareció en público como dirigente del movimiento o de la Unión Patriótica, pero nos asesoraba y alentaba. Hasta colaboraba económicamente con la causa. No había duda de que era de los nuestros.
Es conocido el drama posterior de la Unión Patriótica, que obligó a un puñado de sus militantes a buscar refugio en las Farc para salvar sus vidas. La operación exterminio se llevó la vida de la inmensa mayoría de sus dirigentes, y nosotros, en Valledupar, vimos como se nos venía encima con la traicionera muerte a tiros de varios compañeros de lucha. Decidimos respetar el camino que cada uno eligiera. Supimos luego de los crímenes contra quienes se quedaron.
Unos tres meses después de haberme ido para la Sierra Nevada de Santa Marta, al frente 19 de las Farc, fui llamado al campamento central de su dirección. Allá me encontré a Ricardo, el futuro Simón Trinidad. Había sido enterado de que su nombre y el de su esposa figuraban en la lista de los sicarios de la inteligencia militar. Desde entonces llevamos vidas paralelas, hasta que, 16 años después, fue capturado en Quito y presentado por el gobierno de Uribe como el peor criminal.
Existe evidencia cierta, por los archivos secretos de la embajada de los Estados Unidos en Colombia publicados por Julián Assange en Wiki Leaks, de que Uribe decidió descargar en Simón Trinidad todo su rencor contra las Farc. Desde un comienzo pensó extraditarlo. Pero hay la prueba documental de que la embajada de los Estados Unidos respondió, tras consultar con los departamentos de Estado y de Justicia, que no existía el menor cargo contra Simón.
Nada de lo que Uribe afirmaba contra él tenía el menor fundamento. Así que hubo que inventarlo todo
Nada de lo que Uribe afirmaba contra él tenía el menor fundamento. Así que hubo que inventarlo todo, pruebas incluidas, forzando los hechos, en medio de la más despreciable campaña de la gran prensa colombiana. Simón Trinidad jamás fue miembro de la dirección nacional de las Farc, y en el bloque Caribe apenas llegó a figurar como segundo suplente en su escalafón. Ni comandante de frente, ni de bloque.
Los cuadros, como Simón, yo y muchos otros de procedencia urbana y con títulos universitarios, siempre desempeñamos tareas de asesoría ideológica y política. Eso, si los jefes optaban por consultarnos. Salvo casos como los de Alfonso Cano y Raúl Reyes, que provenían de la dirección nacional del partido Comunista y que ingresaron de una vez para ser miembros del Secretariado Nacional, todos los demás cuadros jugamos en realidad un papel secundario.
Si en algo pudo pecar Simón, un revolucionario de principios y conducta intachables, fue en tomarse demasiado a pecho las tareas de representación asignadas por sus superiores. En el frente 41 y en el bloque Caribe concedía entrevistas a la prensa, orientado por sus jefes. Ellos sabían de su claridad ideológica, de su dominio personal ante las cámaras y los micrófonos. Y a Simón le gustaba ese papel. La consecuencia fue que los medios, por sensacionalismo, le otorgaron los más diversos rangos.
Precisamente, fue enviado al Caguán por eso, primero como integrante de la Comisión Temática, en la que estuve yo también, y luego como vocero de las Farc en la Mesa de Diálogos. Hablaba muy bien, representaba con enorme dignidad el pensamiento de las Farc, era una delicia escucharlo y verlo. Pero hablaba por sus superiores, sobre lo que ellos le orientaban, sin excederse nunca. Por eso lo fueron bautizando como del Estado Mayor Central o de su Secretariado.
Terminado ese proceso, quedamos en el Bloque Oriental, a órdenes del Mono Jojoy, a la espera de que fuéramos enviados de regreso a los bloques de donde proveníamos. Yo estaba por el Magdalena Medio, él por el Caribe. Dictamos muchísimos cursos políticos y trabajamos en propaganda. Año largo después, a finales de 2003, el Mono nos citó en su campamento de las selvas del Yarí, para comunicarnos que partiríamos para nuestros respectivos Bloques.
Los del Caribe saldrían primero, vía Putumayo, Ecuador, Brasil y Venezuela. La comisión internacional se encargaría de organizar todos esos cruces, con sus apoyos en el exterior. Cuando supiéramos de su llegada, se procedería a despacharnos a nosotros, por otra vía, para no correr riesgos. En noviembre de 2003 nos dimos el abrazo de despedida en el campamento de Casona, a orillas del Caño Lobos, en el Yarí. Mes y medio después tuvo lugar su captura en Quito.
La inteligencia militar colombiana y la CIA tenían seguimiento a algunos viejos contactos de las Farc en Ecuador, y fue eso lo que los llevó a encontrarse con la sorpresa de la delegación en Quito. Simón estaba apenas de paso, vía Brasil y Venezuela, para la serranía del Perijá, sin ningún tipo de misión financiera, logística, política o militar. Tras el hecho, el Secretariado tuvo que inventar algo para justificar su presencia allí. Que iba a una gestión con Naciones Unidas por asuntos de paz.
Lo demás fueron invenciones de Uribe y la inteligencia militar, y son los refritos que publican ahora medios como Cambio e Infobae, que a alguien le estarán haciendo el favor. Claro, para tirarse el posible indulto a Simón, como parece que lo lograron. La gran prensa nunca ha sido inocente, como pretende, de los peores crímenes del conflicto. Si como respondió Israel al papa Francisco, los niños de Gaza son terroristas yihadistas, qué no puede ser también Simón Trinidad.
Del mismo autor: Sí señores, a Simón Trinidad deben indultarlo