Respuesta a la columna de Antonio Caballero

Respuesta a la columna de Antonio Caballero

"Exhibe usted el cliché hartamente denunciado y expuesto a la opinión pública"

Por: Daniel Alejandro Páez
junio 10, 2015
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Respuesta a la columna de Antonio Caballero
Foto: tomada de belfond.fr

Mi nombre es Daniel, graduado de psicología y un curioso por diversos temas de interés político en el país. Soy una persona a la que le llegan sus líneas cada semana las cuales me ayudan a formar una opinión sobre el panorama político colombiano.

Hago esta breve presentación para poner en evidencia que a pesar de que usted ha escrito, como ahora yo hago, dirigido a una persona en particular, los lectores de nuestras columnas son ciudadanos comunes y corrientes, lo que me permite tomarme la libertad de responder a su columna del pasado domingo sin que sea Gustavo Petro quien lo haga. Persona a la que usted dedicó sus palabras.

Entraré en materia, no sin antes dejar muy claro que entiendo que los espacios de opinión son fundamentales en un país democrático y que la libertad de escribir con lucidez o sin ella, no implica dejar de dar el punto de vista personal.

En ese sentido, aprecio que usted se tome el trabajo de compartirnos su opinión periódicamente.

Su columna titulada: “A ver: un alcalde” invita de manera soterrada al lector a pensar en la posibilidad de una Bogotá sin gobernantes como solución a los males de los que han tomado decisiones en esta ciudad, sin embargo, su intención es otra: capturar la atención para enfilar su desprecio a Gustavo Petro.

En el ritmo necesario que implica la escritura (y el engaño) usted habla de Antanas Mockus y lo describe como el bufón que el público ya acostumbrado está dispuesto a aceptar. Incluso recurre a Jiménez de Quesada, a quien le denuncia un asunto histórico seguramente relevante. Sobre la mención a Pastrana, creo que hay acuerdo. Por lo demás, son temas que en la opinión pública nadie le va a discutir, como el fraude de Samuel Moreno o la indiferencia que nos produjo la Bogotá ‘Sin indiferencia’ de Lucho Garzón.

Esos se llaman ‘lugares comunes’, sitios a los que recurren algunas personas, a veces tildadas de ‘demagogas’, para captar la atención de los desprevenidos y prepararlos para el mensaje más importante, en su caso, el desprecio, casi personal a Gustavo Petro.

Y es que acá quiero hacer un énfasis: alguien podría argumentar que el suyo no es un análisis despojado de dolor personal, sino una ecuánime reflexión de una persona crítica. Pero adjetivos como “inepto y soberbio”, son calificativos dirigidos al fuero personal e íntimo y no a la formalidad periodística de la crítica a una administración pública.

Pero la columna avanza. A veces, a algunos filósofos les gusta ser muy cuidadosos con las palabras y las premisas, pues estas, si son asumidas sin mayor prevención, nos pueden llevar a tomarlas como ciertas sin mayor rigor, llevándonos a potenciales conclusiones erróneas.

Dice usted que la administración de Gustavo Petro ha transcurrido en medio de “proyectos mal proyectados” pero no tiene la amabilidad de citar al menos uno de esos proyectos “mal proyectados”. En una pasada carta del alcalde a María Isabel Rueda, él describe los proyectos en los que se enfoca la Bogotá Humana, le deja en claro que su prioridad nunca fueron las autopistas, por ejemplo, sino la nutrición infantil y el agua. La respuesta es muy concreta porque la columnista es clara en el reclamo (no por esto que tenga razón).

Exhibe usted el cliché hartamente denunciado y expuesto a la opinión pública sobre el saboteo con los camiones compactadores y la recogida de basuras de las que fue víctima la actual administración.

Debo invitar al lector de esta nota a que, si aún no lo ha hecho, tomarse el tiempo de leer la columna de la que estoy haciendo mención, pues me llevaría mucho recurrir a cada parte del texto y analizarlo.

Solo tomaré un ejemplo más de los expuestos: “platas sin gastar, e impuestos sin cobrar”: ¿cuál plata no se cobró y cuál plata no se gastó?, realmente me gustaría saber a qué se refiere exactamente. Me cuesta tomar su palabra con seriedad cuando no veo una sola cita, una sola referencia, cuando sólo tengo que hacer un acto de fe (o de odio) para aceptar sus palabras. Pero no soy hombre de fes ni de odios.

Estimado y respetado Antonio Caballero, que en la juventud ya tuve oportunidad de leer por recomendación del profesor de lengua en el tema literatura colombiana, y a quien le conservo un aprecio. Estimado señor, hay toda una generación de personas que no cultivamos odios y no nos gusta sembrarlo, su columna en nada mejora la calidad de vida de los bogotanos, en cambio, nos suma un poco más del malestar que ya vivimos a diario y que intentamos mitigar con los amores familiares o fraternales cercanos como nuestra limitad capacidad de influir en el medio nos permite.

Existimos una gran cantidad de jóvenes que no queremos más violencia, ni con balas ni con letras; que no estamos dispuestos a poner en juego los avances en la mesa de diálogo entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc. Jóvenes que estamos dispuestos a armar democracia y a construir un país más digno, democrático y maduro. Donde la violencia sea considerada un ejercicio infantil sin rumbo.

Existimos personas que estamos dispuestos a bajar el tono, a ser creativos y encontrar otras formas de resolver nuestros problemas; cansados ya de tanto desprecio e impaciencia por el otro.

Ya no señor Caballero, ya no queremos más violencia, ya no queremos más odio. Por favor, desde su alcance y apreciable lugar de formador de opinión, en la medida de lo posible sin coartar su libertad de expresión, no nos invite más a odiar, no nos invite más a repudiar a nuestro vecino o a la política. Por supuesto que caben críticas duras y certeras, pero con fraternidad, con deseos de construir, con un nuevo lenguaje si es que no encontramos en el diccionario uno mejor. No quiero más guerra de ninguna forma, hagamos un esfuerzo a ver si podemos. Que nunca lleguemos al extremo de vernos en la necesidad de crear una mesa de diálogo entre personas que fusilan con las palabras. El mundo ya es otro, siéntase cómodo y revitalícese aceptando la invitación de la juventud de apostarle a la fraternidad que tanto nos hace falta al andar por las calles de esta ciudad. Es una invitación.

PD: Recuerde que su nota sale cada domingo, un día donde muchos lo leemos antes de levantarnos de la cama, un día donde para muchos es imprescindible un poco de paz.

Cordialmente,
Daniel Alejandro Páez
Psicólogo y uno de sus lectores.

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