Cuando uno aborda, o a punta de empujones termina abordando, esos carromatos de colores que conforman el Sistema Inmundo de Transporte del Pánico (SITP) sabe que va a ser una desesperante experiencia.
Voy a tratar de describir los peores aspectos de este sistema que, algunos alaban y otros abominan, yo entre los últimos.
Los Pasajeros Molestos
Los divido en tres grupos, aunque hay más, pero que terminan siendo los que, cual espontáneos en una corrida de toros terminan arruinando el viaje a cualquiera que se suba a uno de estos coloridos buses:
- El Estorbo de Puerta: Este se observa con más frecuencia en los vehículos articulados de color rojo. Aunque existe una señalización de color amarillo en el piso que establece el movimiento de apertura de la puerta de los buses es bien sabido que, en su afán de llenar la lata de sardinas a su máxima capacidad, en los costados de la entrada al monstruo rojo quedan aprisionadas algunas decenas de pasajeros. Lo más incomodo es que existe una fauna que, aun cuando no va a bajarse en ninguna estación intermedia, que lo hacen cuando ya se ha despejado el grueso de las víctimas o al final del recorrido permanecen atravesados en dichas áreas y, a menudo, no son capaces de mover su cuerpo para permitir el ingreso o salida de los pasajeros. Esta tipología, con mucha frecuencia se adecua a la siguiente.
- La Tortuga Indolente: Hoy en día se ha hecho muy natural cargar con una pequeña mochila o maleta para cargar diversos elementos que van desde equipos de cómputo hasta pertrechos suficientes para sobrevivir en la jungla de asfalto. Este elemento se yuxtapone al pasajero en la espalda, pero, aunque lo lógico y seguro es al subir a la máquina infernal es colocarlo frente al mismo en la parte delantera de su cuerpo para permitir el flujo de victimas al interior del bus o en los procesos de entrada y salida no falta el indolente que permanece con el incomodo bulto cargado en la espalda impidiendo dichos desplazamientos.
- El Disk Jockey Improvisado: En esta era de la IA y la telefonía móvil aun quedan una caterva infinita de idiotas que creen que a todos nos gusta escuchar su tipo de “música” o enterarnos de las últimas estupideces que se expresan en las redes sociales y, además, aquellos que hablan a grito herido con el interlocutor que los llama mientras los demás disfrutamos del paseo maléfico en los buses multicolores. Esta es una variación de la tortura que existía antes de la llegada del SITP y que consistía en la molienda de inagotables dosis de “música” que nos hacía disfrutar el patán que conducía la buseta o bus en aquellas épocas “inolvidables” de la “Guerra del Centavo”. Hoy cuando adquirir unos audífonos o manos libres es tan económico aun tenemos que “gozar” de ese ruido desagradable que, como ya comenté, sazona con espontaneidad la incomodidad de un servicio impuntual e incómodo. NOTA: Lo interesante es que ya los conductores del SITP (los buses no articulados) ya cargan su “parlantico” y agregan su justa proporción de incomodidad e inseguridad al paseo.
Esto sin contar todas las molestias habidas y por haber generadas por los pasajeros como cargar con bultos que superan tres o más veces su tamaño, los del pisotón que no expresan siquiera un simple “disculpe”, el que sufre de inflamación testicular y debe llevar abiertas las piernas ocupando doble asiento y violentando definitivamente el espacio personal que, en realidad, es inexistente en estos vehículos que con descaro llaman de “servicio público”. Y no olvidemos al que se te restriega lubrica e impunemente, al que odia la ducha diaria, al que cree que el bus es un almorzadero, a los que, con el aplauso de la masa, hasta han hecho fiestas en los pasillos del autobús y, eso nos lleva a…
El Sistema Infernal:
- Todo comienza en los portales, los espacios de intercomunicación en ciertas estaciones y los vagones de abordaje del sistema. Son mercadillos persas, sin el atractivo de ese sistema comercial tan común en el medio oriente, en los que solo falta que empiecen a vender vehículos usados y finca raíz. Desde el vendedor de cachivaches varios hasta el que, sin ningún control sanitario, expende todo tipo de alimentos. En este aparte ya estarán saltando indignados los que defienden el “derecho al trabajo” y proferirán todo tipo de denuestos en mi contra. Ya este panorama nos abre las puertas del averno para las siguientes miserias del SITP.
- Los Colados, llamados así de manera eufemística en aras de lo políticamente correcto, pero que no son más que cacos consuetudinarios a los que “hay que proteger” no va y sea que los pise un bus cuando ejercen su derecho al robo violentando con sevicia el derecho a los tormentos de aquellos que pagamos el costoso acceso a ese modelo de tortura que envidiaría el feroz Torquemada de la inquisición de antaño.
- El Vendedor: Usualmente un colado. Este es el que te sacude por la cara el dulce, los bolígrafos, las bolsas de basura o trastea con un muestrario de diversos bienes que comercializa en el vehículo porque “cien pesitos no enriquecen ni empobrecen a nadie”; el que te obliga a saludarlo con la consabida y desagradable letanía “es que saludar es de buena educación” y que te puede contar una historia triste, una de superación, o, a esos por lo menos les dieron un breve cursillo de ventas, y te hablan maravillas del artilugio o producto que “comercializan”, aunque, si no les compras cierran con algo así como “por lo menos écheme una colaboración con esa monedita de $ 50 o más valor” para ir redondeando las ganancias del día.
- El Cantante o Grupo Musical: Una vez me agarré con el enésimo muele rancheras (vallenatos, reguetón, rap, llanera, rock, pop, salsa, etc.) que se subió al bus porque ese día tenía un imparable dolor de cabeza y, por supuesto, el público de la galería se fue en mi contra porque al ruidoso y desafinado cultor de la música popular hay que darle su espacio en la barca de Caronte sobre ruedas que nos lleva del punto A al punto B de nuestro recorrido. Hoy se suben con arpa, cuatro, guitarra y maracas, no me sorprendería el día que suban un piano o una orquesta completa, y cuando no cuentan con el instrumento necesario con uno de esos cajones negros con luces que llaman parlantes. Lo colocan al máximo volumen y empieza la fiesta. A veces he tenido que, por defender mi capacidad auditiva, bajarme del bus y esperar otro rogando que no venga con escándalo infernal bajo la complacencia del conductor que no duda en permitir lo impermisible en cualquier sistema de transporte decente. Les confieso que, contra toda probabilidad, la mayoría de los que venían detrás traían cantante incorporado.
- La Corte de los Milagros: Escribía el genial Víctor Hugo “por la mañana, los falsos mendigos, ciegos, tullidos… se desplazaban hacía los barrios ricos de París a pedir limosna, pero al caer la noche volvían a su casa desprendiéndose de la máscara”; hoy en día no ha cambiado mucho esto, y ya estarán saltando los puritanos socialistas a defender a la corte de los milagros bogotana, pues en los buses del SITP podemos encontrar las más tristes historias que usted se pueda imaginar con pruebas “médicas” irrefutables y con actuaciones que el mismo Robert De Niro no dudaría en aplaudir. Para esto usan argumentos tan repetidos que, resbalan por mi alma indolente, y se agregan accesorios como la mascotica, el bebé en brazos o cualquier otro símbolo visual que conmueva al pasajero incauto que, prestamente, sacará el óbolo del bolsillo y con lagrimas en los ojos sentirá como su deuda con esta sociedad indolente se sacia con este magnánimo gesto. Y recuerden que siempre, si usted “no colabora” se le espetará en la cara o indirectamente un insulto velado o una amenaza rumiada con desprecio.
En fin, que si usted ha identificado alguno o todos estos casos ya sabrá lo que le espera cuando comience a circular el Metro de Bogotá. Me imagino esos paseos aderezados por todas estas “delicias” como el tercer y último fragmento del famoso tríptico del Bosco y además con todas las columnas del metro cubiertas de grafitis y las áreas de acceso hediondas a detritus humanos con el adorno infinito de mercadillos de baratijas y ventas de frituras. No deseo ser pesimista, pero con estos niveles de “in” cultura ciudadana no se puede esperar menos y tal vez si más desorden, falta de autoridad e indolencia. Al fin y al cabo, el alcalde y su camarilla se desplazan raudos y cómodos en hermosas y seguras camionetas blindadas pagadas con el dinero arrebatado coactivamente a los que diariamente debemos “disfrutar” de ese moderno sistema de transporte.