Me gustó de este año, haber conocido la obra del historiador israelí Shlomo Sand, profesor emérito de la Universidad de Tel-Aviv, quien se ocupa, con rigurosa parsimonia, de develar en sus dos obras, La invención del pueblo judío y La invención del pueblo de Israel, la enorme falsedad de la tierra prometida.
No son libros de este año, sino de más de una década, de esos que, por su capacidad para derribar los mitos dominantes, son en gran medida ocultados al gran público, al que en cambio se bombardea diario con apabullantes oleadas de propaganda. Las dos obras pueden descargarse en español, y en PDF, de alguna plataforma que aparece en Google. No se trata de discursos proselitistas, sino de estudios científicos a profundidad.
Cuyas enseñanzas son esclarecedoras. Hay que escarbar en el pasado con espíritu analítico, desbrozando uno a uno los mitos edificados para engañarnos. Resulta fundamental para comprender la realidad actual. La naturaleza del llamado pueblo de Israel, su antigüedad, su reclamo por la tierra palestina, su pervivencia a través de los siglos, su unidad, su causa, a la larga resultan ser toda una trama sin fundamento real.
Tejida por grupos con intereses muy poderosos. De los aproximadamente 15 millones de judíos que habitan el mundo actual, la inmensa mayoría descienden el pueblo jázaro, una comunidad y raza antigua del Asia central, de naturaleza túrquica y mongola, convertida al judaísmo entro los siglos VII y IX, que habitó al este de Europa, el Cáucaso y hasta más allá del mar Caspio, llegando a constituir un gran imperio, hasta ser vencido por los mongoles desde el siglo XIII.
Expulsados de sus territorios, los jázaros se esparcieron por el este europeo, particularmente por lo que hoy son Ucrania, Polonia, Hungría, Rusia y Alemania, lugares geográficos en donde terminaron agrupados en múltiples colonias de judíos, con sus propias lenguas y maneras. Todo esto para concluir que más del 80 por ciento de los judíos del mundo actual jamás pusieron un pie en Palestina, no tienen ninguna identidad física o cultural con ese pueblo.
Son los llamados judíos asquenazis, los judíos de Europa, los perseguidos por tantas monarquías y gobiernos en los siglos siguientes, de lo que fue terrible muestra el tercer Reich. Son judíos de raza aria, blancos, de ojos claros, rubios, nada que ver con los árabes. Otros son los judíos sefardíes, del norte de África, productos al parecer, según Sand, más de una obra de proselitismo o conversión que de una migración voluntaria o forzada. Estos fueron los moros que ocuparon España.
Sólo un reducidísimo grupo judío es de origen árabe, los llamados Misrajíes, los judíos de Palestina, por cierto considerados en su propio país como de tercera o más baja categoría. El sionismo, esa especie de mitología creada por Theodor Hertz y un reducido pero muy influyente grupo de judíos asquenazis, fue una creación de los judíos europeos, que tomaron la antigua leyenda bíblica, expresada en sus libros, la Torá y el Talmud, para transformarla en realidad histórica.
El mito de la tierra prometida de Israel y del pueblo expulsado por el imperio romano de su tierra, fue retomado por estos sionistas que nunca fueron árabes, sino europeos
Muchísimo más radical con los textos de Zeev Jabotinsky, fundador del llamado sionismo revisionista, cuyo secretario personal fue el padre del actual primer ministro israelí Netanyahu, de origen ruso y polaco, y cuyo apellido original, Mileikowsky, mudó en el actual de su descendencia. En resumen, el mito de la tierra prometida de Israel y del pueblo expulsado por el imperio romano de su tierra, fue retomado por estos sionistas que nunca fueron árabes, sino europeos.
Todo resulta entonces una falsedad, construida y difundida masivamente, gracias a su poderosa capacidad económica. La historia contemporánea enseña que, por determinadas circunstancias históricas, estos judíos, que nunca han tenido nada de semitas, porque son europeos desde su origen, ligaron sus intereses a los de la Gran Bretaña y Francia a comienzos del siglo XX, desencadenando la fundación final del estado de Israel.
El mismo que ajustaría sus intereses con los de los Estados Unidos a partir de los años sesenta del siglo pasado. No se puede hacer abstracción de que, de los 15 millones de judíos, la mayoría de ellos jázaros, por lo menos seis o siete viven en los Estados Unidos, son ciudadanos americanos, y gozan de una enorme influencia económica y política, ejercida por medio del llamado Lobby judío, tal como lo develó John Mearsheimer, actual profesor de la Universidad de Chicago.
Y coautor de la obra El Lobby judío, junto a Stephen M. Walt. Otro capítulo por seguir. Junto con los escritos de Alaister Crooke, ex agente de inteligencia británico y exdiplomático de ese país, que develan con singular claridad los orígenes de la pérfida relación USA-Israel. También conocí este año a Thierry Meyssan, considerado el primer analista geopolítico del mundo de hoy, cuya obra puede seguirse en la Red Voltaire. Algo importante deja 2024, rescatar la verdad entre tanta mentira.
Del mismo autor:Sí,señores, a Simón Trinidad deben indultarlo