Fue una fiesta en los jueves de galerías. El mundo se mueve, a todos les interesan las propuestas de cada lugar. No logré entender muy bien el recorrido del bus gratis que sale del centro comercial El Retiro pero me lancé a recorrer las galerías del norte acompañada de amigos. Definitivamente es un buen y agradable experimento. Un jueves del mes las galerías se encuentran abiertas después de las horas del trabajo para que uno disfrute de la sensibilidad de las propuestas plásticas que existen en Bogotá.
La verdad, es que me atraen los artistas que conocí desde siempre. Los maestros. Y es muy agradable ver el cuidado de la Galería El Museo para que las piezas de Eduardo Ramírez Villamizar, Carlos Rojas y Edgar Negret tengan la vigencia modernista y la autenticidad profesional que ellos se merecen. Fueron próceres que cambiaron la historia del arte en Colombia, fueron los hombres que se atrevieron a romper con la complicidad de la academia. Entendieron la geometría americana y la encajaron dentro de su nueva visión del siglo XX. Lástima que, poco a poco, los ayudantes de Negret hayan adoptado por creerse artistas y hacer réplicas infames donde a todos nos confunde.
Pero esta exposición es impecable. Se recorren caminos de pinturas y esculturas geométricas donde Ramírez Villamizar muestra su rigurosa geometría que empieza siendo pintura abstracta y acabó en enormes esculturas donde la naturaleza la dictaba el agua: cascadas, o más encanto cuando reducía a formas primordiales, la relación con caracoles donde lo recto no es parte de lo circular. Maravilloso trabajo donde la abstracción hace parte de la magia interna.
Carlos Rojas tuvo siempre el universo en la cabeza. Le preocupaban los sistemas solares o la dimensión de cómo en las plantas se logra una extensión regulada por el hombre o donde la naturaleza puede desbordar la imaginación y las proporciones. Sus cálculos siempre estaban asegurándonos que no teníamos control sobre las proporciones.
Y ahora me toca hablar de Edgar Negret. Que me cuesta trabajo y dolor entender cómo alguien se atreve a desvirtuar las más honesta búsqueda de su gota de sangre inca o el reflejo de la luna en la laguna sagrada de Sopó. Bueno, en la galería El Museo, tenemos la alegría de encontrar el legado de todo lo que nos dejó.