Que no, que es aburrida, que es un panfleto publicitario de “Colombia, el país de la belleza” que (por centésima vez, cada vez que se hace alguna obra audiovisual sobre la obra de Gabo) no capta la magia del libro, y una interminable lista de peros ya se leen en redes sociales.
Y es esa misma gente —la que tiene acceso al conocimiento y se trepan solitos en su pedestal— la que empieza a despotricar de la serie porque se lo toman personal, se sienten traicionados (quién sabe de qué o porque).
O tal vez yo sí sé la razón de la indignación: querían ver o hacer (en el peor de los casos) un documental con puesta en escena, es decir, recreando con actores las partes del libro que solo a ellos les parece que sí se pueden recrear sobre Cien años de soledad con guion de Pedro Adrián Zuluaga o de Carolina Sanín.
De Úrsula les encantaría poner a Amaranta Hank, ya que es una intelectual/actriz porno que hoy día ya no es nada de lo anterior, ahora es feminista/cazadora de machos depredadores, abusivos, ignorantes, etc. Y en su cruzada solo busca cancelarlos. La victimización constante de la otrora adoradora de falos y ahora activista contra todo lo que se parezca a un hombre es digna de estudio.
Sigamos: les encantaría codirigir con Sandro Romero, que se filmara en formato no digital, por supuesto, sino en 16 mm, a una sola cámara y los roches (rollos de celulosa sin revelar) que los revelaran en Cine Citta (Italia) con los mismos químicos usados por Vittorio de Sica en El ladrón de bicicletas de 1948, obra insigne del neorrealismo italiano.
Para la edición, que se hiciera en una moviola de la antigua Unión Soviética en la escuela de cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Esta parte del proceso no sería negociable, sobre todo, porque Gabo fue uno de los fundadores de esa escuela.
Para su exhibición se manejaría un contrato de exclusividad con la plataforma MUBI y una que otra cinemateca, nada más. El documental sería hecho por y para nosotros únicamente. Que la gleba chusmera se entretenga con la adaptación recién estrenada.
Si les pareció muy aburrida la versión de Netflix, de malas, un montón de gente sin tantas cucarachas en la cabeza se la está gozando. Es entretenimiento agradable de ver, está bien dirigida —sobre todo bellamente fotografiada— y con un puntaje perfecto en Rotten Tomatoes (de 100% de aprobación). Con decirles que hasta le gustó a Petro, el mamerto por antonomasia.
Pónganse entonces pasamontañas, salgan a tirar piedra en la Nacional y a gritar arengas tipo: “Gabo, compañero, tu obra y tu memoria no será manchada por el tío Netflix, ni un paso atrás vencer o morir”. Cansones.