Durante el acto de conmemoración de los ocho años de la firma del Acuerdo Final de Paz de La Habana, en la plaza de Bolívar, el presidente del partido Comunes se refirió, en las palabras que pronunció por la ocasión, al caso de Simón Trinidad, extraditado a los Estados Unidos por decisión de Álvaro Uribe, contra quien se montó una trama judicial infame, que finalmente condujo a una larga condena de cárcel, pese a ser absuelto en sus dos primeros juicios.
Desde su injusta prisión, Simón se sumó al Acuerdo de Paz alcanzado por las extintas FARC-EP, convirtiéndose en compareciente voluntario ante la JEP. Todos los que con orgullo hicimos parte de la organización revolucionaria en armas, que finalmente decidió dejarlas para reincorporarse a la vida civil en los términos pactados, sentimos en nuestro corazón una profunda pena por la situación de nuestro compañero, y soñamos con verlo entre nosotros.
De hecho, la dirección de Comunes, de manera incansable, ha desarrollado reiteradas actividades políticas, diplomáticas y hasta judiciales, encaminadas a obtener su liberación. No obstante, todas ellas se han estrellado contra una muralla: la libertad de Simón no corresponde a las autoridades gubernamentales, sino a las judiciales, que supuestamente son absolutamente independientes y autónomas frente al poder ejecutivo.
Desde luego que, tratándose de un asunto en manos de poderes extranjeros, las diversas gestiones han tenido que realizarse de manera discreta, sin hacer alarde de ellas, por cuanto aquí y allá hay enemigos encarnizados de la obtención de su libertad. Basta con que corra el rumor de una mínima posibilidad de ello, para que salten como fieras los envenenados por la difamación y el odio, a clamar porque jamás se produzca.
Recién lo han vuelto a hacer, cuando apenas un par de días después del acto al que me referí al principio, se produjo el anuncio de la cancillería colombiana, según el cual el gobierno Petro había solicitado formalmente al presidente Biden, la concesión del indulto presidencial para Simón, con ocasión de la terminación de su gobierno, acto de humanidad que realizan los presidentes salientes en los Estados Unidos.
Leo en las noticias que personajes como Juan Carlos Ramírez, más conocido como Chupeta, o Fabio Ochoa, reconocidos narcotraficantes, en gran medida partícipes y determinadores de las épocas más siniestras de la violencia en nuestro país, responsables además del envío de miles de toneladas de drogas a los Estados Unidos, obtendrán en estos días su libertad. Nadie ha hecho en Colombia el menor escándalo por ello.
Ni siquiera los críticos más enfermizos de la sola posibilidad de que Simón sea libre. Nadie ha dicho que será indultado. Apenas se ha elevado una respetuosa solicitud al gobierno norteamericano. Siendo Biden vicepresidente de los Estados Unidos, durante el período Obama, ese país tuvo un representante permanente en la mesa de diálogos de La Habana, que avaló el Acuerdo Final en todos sus puntos, incluida la justicia transicional.
Tanto que el ya presidente Biden expidió la resolución, al comienzo de su mandato, por la cual se excluyó a las antiguas FARC de la lista de organizaciones consideradas como terroristas. Así que la solicitud de indulto presidencial para Simón Trinidad no riñe con ninguno de sus fundamentos filosóficos o políticos. Antes bien, se acomoda con justicia a ellos. Quienes se rasgan hoy las vestiduras solo desnudan su ruindad moral.
Quienes se rasgan hoy las vestiduras solo desnudan su ruindad moral
Podrá ser objeto de debates, sin duda, porque es tanta la saña que se ha regado contra las extintas FARC, que al menos un par de generaciones de colombianos crecieron oyendo, desde su primera infancia, que los guerrilleros de esa organización eran los peores criminales sobre la Tierra. Fueron embrutecidos desde niños por la guerra sicológica de los grandes medios, en conjunción con los poderes, esos sí criminales, dominantes en Colombia.
Precisamente, lo que se buscó con la JEP, fue derribar todos esos mitos. Que el país pudiera conocer la verdad sobre lo ocurrido en los largos años del conflicto armado. Si hay algo que puede asegurarse sin la menor vacilación, es que Simón Trinidad es un hombre de una integridad moral intachable, un revolucionario de elevados principios éticos, un hombre ejemplar, cuya vida e historia reales debiera conocer Colombia.
Con ocasión de la salida de Bashar al-Asad del gobierno sirio, se viene a conocer que el líder de los ahora llamados rebeldes, Abu Mohammed al Jawlani, estaba solicitado por el gobierno de los Estados Unidos como terrorista, y que por él se ofrecían diez millones de dólares. Todo el mundo sabe que el grupo más reconocido de los yihadistas que se hicieron al poder en ese país, es el brazo sirio de Al Queda, los que derribaron las torres gemelas.
Pero ahora son héroes entrevistados por las principales cadenas norteamericanas y europeas. ¿Cuál de los críticos de la libertad para Simón dice una palabra al respecto?